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La Universidad de El Salvador: ¿175 años para celebrar o para reflexionar? (II)

Carlos Gregorio López Bernal
Docente de Ciencias y Humanidades

Decía en el anterior que en las condiciones actuales la Universidad de El Salvador no puede incidir positivamente en la solución de los problemas del país, pharm ni pronunciarse de forma pertinente sobre la realidad del momento. Desde hace rato que la UES dejó de ser brújula para la sociedad salvadoreña. Lo fue definitivamente a finales del siglo XIX, cure volvió a serlo y con más fuerza en las décadas de 1950 y 60. En ambos periodos y por razones específicas, medicine la Universidad coincidió con los modelos de desarrollo que se impulsaban desde el Estado, y este dio apoyo significativo a la institución, que a su vez implementaba proyectos académicos que coadyuvaban al desarrollo del país.

La situación cambió dramáticamente en la década de 1970. La limitada apertura política de las dos décadas anteriores se agotó. Las debilidades del proyecto de modernización fueron evidentes y los problemas del país se agravaron después de la guerra con Honduras, sobre todo por los fraudes electorales y la no ejecución de las reformas necesarias. En ese contexto, surgieron organizaciones político-militares (OPM’s) de izquierda que rompieron con la tradicional línea de acción del PCS y pugnaron por alternativas de lucha más radicales.

El pensamiento universitario dio un giro drástico; se volvió cada vez más crítico respecto a los poderes establecidos y pugnó por soluciones de corte revolucionario. Intelectuales como Rafael Menjívar, David Luna y Jorge Arias Gómez produjeron trabajos comprometidos con la nueva línea de pensamiento, los cuales siguen siendo referentes para entender los problemas de la época. Por su parte, las OPM’s hicieron del campus universitario un espacio de agitación, reclutamiento y lucha. Lo académico dejó de ser prioritario y fue suplantado por las consignas y el activismo.

Llegó el momento en que la Universidad se alineó abiertamente con el proyecto revolucionario, aunque decía actuar en función del país como un todo. En la medida en que la situación política del país empeoraba, el gobierno atacaba a la Universidad hasta llegar a las funestas intervenciones militares, la represión y la reducción del presupuesto. Los años de la guerra civil fueron trágicos para la institución; no solo sufrió la represión, también perdió su capital intelectual y sobre todo su independencia de pensamiento. Cuando se firmaron los Acuerdos de paz, la Universidad quedó al margen, aunque había sido protagonista y víctima del conflicto. Al margen y además entrampada en un pensamiento que no respondía a la nueva realidad. Pragmáticamente el FMLN había renunciado al radicalismo revolucionario, pero en las aulas de la Universidad el tiempo parecía haberse detenido y se enseñaba como si la revolución aún fuera posible. El pensamiento fue reemplazado por la convicción y a veces por el fanatismo.

Peor aún, la Universidad había dejado de investigar. Enseñaba mucho, hacía alguna proyección social, pero no producía conocimiento; al menos no en la cantidad y calidad que la postguerra demandaba. Abrumada por la falta de presupuesto, pero sobre todo por haber caído en la trampa de asumir que su misión era atender la creciente demanda de acceso a los estudios superiores, dedicó su mayor esfuerzo a la docencia, sin cuidarse mucho de la pertinencia, la calidad y la actualidad de la enseñanza que brindaba. Y así, la UES abundó en profesores, muchos de ellos excelentes y dedicados, pero que no investigan, que no producen.

Y aunque se han hecho esfuerzos importantes al respecto; por ejemplo la creación del Consejo de Investigaciones Científicas (CIC-UES) en 2001, y la asignación de un fondo para financiar investigaciones, o más recientemente la creación de la Secretaría de Investigaciones Científicas, la investigación no es considerada como parte fundamental del quehacer universitario. Las autoridades de las Facultades se preocupan principalmente por suplir las cátedras a servir; los docentes se acomodan a dar los cursos asignados, que a menudo han venido dando por años, los estudiantes prefieren recibir la clase que investigar. Dicho de otro modo: reproducir conocimientos, pero no producir conocimiento.   

Es necesario entonces un giro drástico. Para que la UES marque la diferencia en la educación superior salvadoreña, debe repensar su forma de trabajo. Debe apostarle sistemáticamente a la investigación y a la divulgación de lo producido. Lo hecho hasta hoy por el CIC-UES arroja un balance esperanzador; hay un potencial muy grande, por ejemplo en el trabajo de los investigadores de la Facultad de Ciencias Naturales y Matemática. Pero estos esfuerzos chocan con la barrera de las mentalidades y la costumbre, que han reducido la misión de la UES a la docencia.

Ese cambio implica repensar las asignaciones de carga académica en las Facultades a fin de que los docentes que tienen las competencias y la disposición para la investigación puedan hacerla; fortalecer presupuestariamente a la Secretaría de Investigación Científica y crear los mecanismos de coordinación y seguimiento con las Facultades, de tal manera que se garanticen resultados en tiempo y calidad; fortalecer la cooperación externa, de tal modo que los investigadores interactúen con pares fuera del país. No menos importante, garantizar la divulgación de los resultados. En la base de todo este esfuerzo está el recurso humano. La Universidad debe repensar su cuerpo docente y adecuarlo a los tiempos actuales y por venir. Sobre eso hablaré en el siguiente.

PD: escribí este artículo mientras un grupo de aspirantes a ingresar a la UES mantenían prácticamente sitiado el edificio de Ciencias y Humanidades. Difícil pensar entre gritos, estallido de cohetes y consignas trasnochadas. Para evitarse problemas las autoridades los “reubicarán”; los más afortunados perderán un par de años antes de lograr entrar a las carreras que aspiran, otros simplemente desistirán. En todo caso, un lamentable desperdicio de aspiraciones y recursos.

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