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La Universidad de El Salvador debe vivir

Dr. José Joaquín Morales Chávez*

Médico, Cirujano, PhD.
Estudios de microcirugía y cirugía vascular Francia

Existe mucha preocupación en los salvadoreños que residimos en el exterior y en el interior del país, por las amenazas a la autonomía universitaria consagrada en la actual Constitución de la República, y el creciente déficit económico a la Universidad de El Salvador (UES) dirigido por el actual gobierno del bachiller Bukele.

Con mentiras bajo promesas de campaña, bien fabricadas, se anunció la construcción de cuatro nuevas sedes universitarias e incrementar sustancialmente el presupuesto de la UES para convertirla en una institución de primer nivel. Esas promesas que el bachiller Bukele expresó, entre otras cosas dijo tendrian un fondo económico para el otorgamiento de becas para estudiantes de bajos ingresos y que tuviesen un buen desempeño académico en sus estudios preuniversitarios. Estos compromisos, así como otros, han quedado en el vacío. Se engañó a la población con mentiras premeditadamente construidas con el objetivo de captar votantes.

Estamos conscientes del peligro que representa para la UES el ser ahogada financieramente por el actual gobierno, de corte neoliberal conservador y corrupto; cuyo objetivo es aniquilar la posibilidad de estudiar para muchos jóvenes que vienen de los segmentos de la población de escasos recursos económicos, que sólo pueden tener acceso a la educación superior a través de asistir a la única universidad pública, es decir, la UES.

Originario del municipio de Tecoluca, en el departamento de San Vicente, en la década los 50, sólo existía la posibilidad de estudiar primaria. Para acceder a la secundaria mi madre, Amalia Chávez, tuvo que emigrar a otro municipio, específicamente, San Juan Nonualco.

Los hechos siguientes denotan que mi familia era de escasos o limitados recursos

económicos: vivíamos en un mesón. El mesón no tenía nombre, no había servicios básicos como el agua; nosotros teníamos que acarrear el vital líquido en un cántaro de hojalata del chorro público localizado más o menos 100 metros del mesón. Además, para ir aseados a estudiar, teníamos que bañarnos por la mañana a la poza el “Saltillo”, muy lejos de casa, ya que no había pila para almacenar el agua en el mesón. Teníamos sólo un par de zapatos para todo el año e ir al instituto, al regresar de clases nos quitábamos los zapatos y permanecíamos descalzos el resto del día.

Como en el mesón sólo existía una habitación para mi madre y mis 5 hermanos,

por las noches, me veía obligado a estudiar en la acera de la calle frente de la pieza del meson y bajo la luz amarilla de un foco público.

En los últimos años de bachillerato estudie en el Instituto Nacional de Zacatecoluca, tenía que caminar desde San Juan Nonualco a Zacatecoluca más o menos-7 km de ida por la mañana y 7 de regreso a casa por la tarde. Podría indicar otras situaciones, pero basta lo mencionado como ejemplo de lo que vivíamos muchos estudiantes en El Salvador, y que aún se continúa sufriendo en estas condiciones precarias de vida.

Logré ingresar a la UES, y gracias a mi dedicación a los estudios me fue otorgada una beca universitaria, por ser un buen estudiante y, además, por ser de escasos recursos económicos. Completé la carrera de medicina en la UES, estudié cirugía en el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), aprendí el idioma francés para luego ser becado a Francia. Regresé al país en 1980 y trabajé como profesor de cirugía y jefe del departamento emergencias del seguro social. Luego por cuestiones de seguridad salí del país hacia Canadá, el 14 de julio de 1987. En ese país estudié un doctorado en filosofía (conocido como PhD) y me incorporé luego como cirujano.

Menciono lo anterior porque eso me permitió formarme una idea de qué es la universidad. Está es, no sólo ir a clases a memorizar, sino que adquirir la capacidad de tener un pensamiento crítico que nos permite ver e interpretar más claramente nuestra realidad.

Como a muchos de nosotros, la UES nos convirtió en actores que podemos ver más claramente las realidades que vivimos en estos entornos, familiares y en el país. El escritor francés, Pierre Burdieu, ha expresado que la capacidad de ver más claramente las realidades es mejor cuando se conoce y aprende al estudiar, según su libro “Distinción: una crítica social de los gustos”.

En la universidad muchos aprendimos a ver más allá de lo que se ve. Recordemos el proverbio “No dejes que los árboles de enfrente te impidan ver el bosque”; lo que es lo mismo, reconocer detrás de las palabras las intenciones de quién las dice, ya sea con la intención de manipular, mintiendo o con la intención de mejorar nuestro entorno, diciendo las mejores aproximaciones a la verdad.

En investigación hemos aprendido que las preguntas son más importantes que las respuestas, ya que, estas últimas, ya las conocemos.

La universidad nos enseña a distinguir que cuando se dice algo como verdad, no la creemos sólo porque lo dice una persona en particular, creyéndole ciegamente;  estudiar en un centro de educación superior nos provee de acceso a información y formación académica que nos permite el acercamiento a las mejores aproximaciones a la verdad, y consecuentemente no debiese ser tan fácil aceptar las mentiras.

Cuando te dijeron: “se incrementará el presupuesto de la UES”. Entonces, ante esa promesa, que dijo Bukele como candidato presidencial, todos estábamos obligados a preguntarnos si lo dicho fue para manipularnos, para impresionarnos, algunos pensaron que había, que darle el beneficio la duda, pero esto debe implicar un tiempo prudencial.

Las preguntas que deben de surgir en ese caso son: qué, por qué, quién, cuándo, cómo (conocido en inglés como el what, why, who, when, how). Éstas son algunas de las preguntas del pensamiento crítico que nos enseña la universidad.

Hay muchos fenómenos sociales, económicos, culturales etc., que se pueden tratar

de comprender haciendo uso de esas pequeñas palabras y muchas más. Hoy comprendo por qué yo que vivía en un mesón tenía que estudiar bajo la luz del foco de la calle; por qué tenía que acarrear el agua del alcantarillado a 100 metros del mesón; por qué tenía que quitarme los zapatos después de regresar del Instituto o el plan básico. Aun así, destaqué entre mis compañeros estudiantes. Pero, las respuestas son obvias, existen en nuestro país ricos y pobres; opresores y oprimidos; trabajadores de las fábricas y con los salarios muy bajos y patronos que se apropian del valor agregado que el trabajador aumenta a las materias primas con su vida. En condiciones más justas, mi caso no debería de ser excepcional, sino la regla.

Lamentablemente, una diputada del partido Nuevas Ideas, de una manera descabellada, expresó que no se necesita ir a la universidad. ¿Acaso no se da cuenta esta persona que la investigación universitaria y post universitaria es lo que ha generado directa o indirectamente lo que ella usa?: el teléfono celular, el coche de lujo, los vestidos de 1400 dólares que porta la directora del ISSS (fijese que esos son 4 salarios mínimos en El Salvador), los dientes de oro, las pastillas anticonceptivas que toma, los condones que utiliza; los agrotóxicos que causan las insuficiencias renales entre los cortadores de caña de azúcar en las zonas costeras del país; aún, el edificio de la Asamblea Legislativa fue diseñado seguramente por graduados universitarios ¿Qué miseria de pensamientos de la Sra. diputada!

¡Protejamos la UES!, exijamos respetar su autonomía, la entrega de su presupuesto y la posibilidad de tener becas para estudiantes de escasos recursos económicos. Llamamos a los estudiantes de secundaria, a los estudiantes de la universidad a las familias de los posibles estudiantes universitarios del futuro a pronunciarse y defender la Universidad de El Salvador.

Por el respeto a la Constitucion y el retorno a la democracia.

*Miembro de la Nación Salvadoreño al Exterior (NSE)

Categories: Opiniones
Tags: autonomía universitaria
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