@GloriaCoLatino
El rostro de Guadalupe Mejía o “Madre Guadalupe” es serena y sonriente; su voz pausada y suave que deja escuchar, generic sale afirmó que se debe a un problema de salud, pharm que casi le costó la vida un par de años atrás.
Nacida el 26 de mayo de 1943, cure en el Cantón La Ceiba, municipio Las Vueltas, departamento de Chalatenango, Madre Guadalupe se ha convertido en un referente social-histórico de familiares que buscan a los y las desaparecidas durante el conflicto armado, en los años ochenta.
Fundadora del Comité de Familiares de Presos Y Desaparecidos (CODEFAM) que guarda más de 20 años de experiencia en la búsqueda de personas, Madre Guadalupe habló de la situación de las víctimas y la tan anhelada justicia contra los perpetradores que cambiaron radicalmente sus vidas.
– ¿A quién busca usted?
Tengo un hermano, Gilberto Mejía, desaparecido en agosto de 1981. Lo detuvieron cuando venía para San Salvador, después de eso no hemos
vuelto a saber nada de él.
–
¿En qué trabajaba su hermano?
Era jornalero, tenía 35 años y tejía atarrayas para venir a venderlas en Aguilares, en San Salvador; eran como a las once de la mañana cuando ocurrió su captura, él venía a visitar a nuestra madre que vivía en Aguilares, porque cuando a nosotros nos sacaron del cantón La Ceiba, allá en Las Vueltas, Chalatenango, ella se vino a vivir a este lugar.
– ¿Por qué su desaparición?
No entiendo el porqué, pero la verdad es que en aquellos tiempos, en los cantones -fuera o no organizada- lo perseguían a uno; dijeron que colaboraba con la guerrilla, pero realmente lo que él hacía era dar comida a todos los que, pasaban por su casa… si pasaban unos (guerrilleros) les daba de comer o pasaban otros (soldados) también les daba alimentos esa es la única razón.
– ¿Quién más de su familia fue violentado?
Mi esposo José Justo Mejía, busco justicia por su asesinato el 9 de noviembre de 1977, en Dulce Nombre de María… era un dirigente social cuando lo asesinaron; comenzó como catequista, y celebraba la palabra y desde ahí comenzó la persecución.
Íbamos a las comunidades a celebrar la palabra de hecho, el formó una cooperativa campesina en La Ceiba, para que esta gente tuviera tierras para trabajar y créditos para sembrar; antes ahí no se cosechaba maíz porque era la tierra muy “ruin”, y se tenía que comprar abono y fertilizantes para nutrirla, pero era caro y nosotros pobres -entonces- se le ocurrió formar la Cooperativa La Esperanza y así poder obtener créditos para campesinos… él se reunía los domingos en la cooperativa con los asociados y esto le causó más problemas porque muchos decían, que era revoltoso o un subversivo, cuando él solo buscaba un trato justo para todos y todas.
–
¿Cuál era la situación de ustedes como familia?
Él ya no podía dormir en la casa porque lo llegaban a buscarlo casi de inmediato, entonces se iba a dormir al monte –una vez venía yo de estar con él – y me encontré al “guardia Chicas”, que era el comandante del puesto militar en Las Vueltas… y me dijo: Ya venís de dormir del monte, y le respondí que no, que venía de comprar unos huevos.
Me preguntó ¿y tu esposo? … no está, le dije, entonces, lo amenazó diciéndome, que se lo iba encontrar en el cementerio.
Y es que, había un compadre que le daba información a la guardia de lo que pasaba en nuestra casa… vivían en alto y nos agarraba bien porque veía quien entraba o salía de la casa.
Por eso se vino a trabajar en el departamento de Chalatenango y lo capturaron siendo el Secretario General de la Federación de Campesinos Salvadoreños que nació de la UTC y FECCAS.
–
¿Cuándo ocurre la captura?
Fue el 9 de noviembre, él andaba invitando a la gente en el municipio Dulce Nombre de María, en las comunidades, porque tenían una asamblea en la noche, donde discutirían algunos temas y uno era la primera toma del Ministerio de Trabajo.
Una señora en donde se había quedado le ofreció desayuno, y cuando él sale a la calle se encontró con los 5 guardias y ahí lo detienen de inmediato, lo suben a la fuerza a un camión con más guardias.
Lo iban torturando, lo bajaban del carro, lo golpeaban y lo colgaban de los árboles para golpearlo y lo volvían a subir al carro y así en toda la calle de San Fernando.
Hay una compañera que vio como le pegaban con la boquilla del fusil en las uñas del pie, así que cuando llegó arriba a la montaña… él ya iba quebrado de los brazos,le sacaron su ojo izquierdo y lo hirieron desde su nuca hasta su espalda y así lo dejaron en la montaña de San Fernando.
– ¿Hubo testigos?
Había una casita en un plan de esa montaña y los guardias le preguntaron a una persona de ahí, -si conocían al tal por cual… comunista- y quién lo iba a reconocer si ahí había llegado y además nadie se iba a meter en líos… por eso lo torturaron tanto, porque era bien solo el lugar.
Si pudimos recuperar su cuerpo, fue porque la comunidad me avisó para ir a buscarlo hasta encontrar su cadáver; cuando iba junto a uno de sus compañeros -uno de ellos compró el ataúd- venían en el bus también, unos cinco guardias nacionales y inmediato dicen a interrogarlo que para quién era la caja y es que, el juez de Tejutla que llegó a reconocerlo, dijo que no iría solo y por eso iba con esos guardias.
Al llegar al lugar, los guardias nos preguntaron si había algún familiar y nosotros tuvimos que decir que no había familiares presentes; para mí fue duro golpe negarlo, pero era el amor a la vida de mis 9 hijos… estaba con tres de ellos, en el lugar y solo dijimos que era caridad con esa persona para enterrarlo ahí.
Los guardias nos tenía encañonados a mí, al hermano de Justo y un compadre que por ser organizados eran perseguidos; y al compañero que compró el ataúd lo tenían amarrado y en el suelo. Si hubiéramos dicho que era nuestro familiar nos hubieran capturado, torturado y asesinado como a mi esposo.
– ¿Qué ha sido lo más doloroso?
Siempre les digo, que lo más doloroso que he vivido, es haber sido como Pedro (apóstol) que negó a Jesús tres veces, pero realmente lo hice por
amor a la vida de mis hijos, el mayor tenía 18 años y el más pequeño tenía 4 meses de vida, es por eso que lo tuve que negar.
– ¿Cómo lograron sacarlo de esa montaña?
A los 17 días de sepultado en esa montaña, los compañeros fueron a sacarlo y lo llevaron al cantón el Jícaro en Las Vueltas, Chalatenango,
y lo llevaron en manifestación para enterrarlo y quedó en el cantón La Ceiba. Y recuerdo que era tanto el odio que le tenían que al primer mausoleo lo hicieron pedacitos, destruyeron todo el concreto… luego lo volvimos hacerlo y por milagro, ese ya no lo botaron y se encuentra ahí desde 1977.
– ¿Cómo cambio la vida de usted y su familia?
Tuve que salirme de La Ceiba, porque los Escuadrones de la Muerte nos amenazaron, con la muerte de Justo ya no volvimos a dormir en la casa y nos íbamos a dormir al monte y un día encontramos una mano blanca pintada en la puerta que decía UGB…. que no era más que, la
Unión Guerrera Blanca.
Y nos daban 15 días para abandonar la casa, esto para mí fue bien difícil dejar la casa y llevar a todos esa experiencia fue amarga también, pero hubo compañeros que me ayudaron y nos llevaron al Jícaro, pero luego nos pasamos al Paraíso donde vivimos 6 meses con una compañera que me dio donde vivir, posterior a eso nos movimos a Quezaltepeque, donde alquilábamos; luego nos pasamos a Apopa de ahí a Taquillo en La Libertad vivimos en esa hacienda tres años.
Para después de unos años, terminé trabajando acá en San Salvador y vine a integrar CODEFAM… No conocía San Salvador pero aprendí caminando por todas sus calles, repartiendo boletines en sus avenidas, iglesias así lo conocí junto a Josefina, que ya murió.
– ¿Cuál ha sido el aporte desde CODEFAM?
Atendíamos y recibíamos denuncias de la población por sus familiares capturados, desaparecidos o asesinados… recuerdo que registrábamos su denuncia y acompañábamos la búsqueda de sus familiares que podían estar en un cuartel, en algún cementerio, en los penales, en las morgues y hasta en los basureros porque hubo algunos que ahí los encontramos.
Fue una labor que hicimos durante toda la guerra y creo que esto me ayudó mucho -porque desde mis experiencias- podía ayudar a las madres, orientándolas o aconsejándolas porque es bien duro cuando se pasa una situación de esas, uno quisiera un consejo, una orientación, un apoyo entonces, ese fue nuestro trabajo.
– ¿Qué oportunidades hay de justicia para las víctimas del conflicto armado con la deportación de los ex militares?
Es tan difícil conocer la verdad y que haya justicia en el país para las víctimas, aun existe una deuda moral y es muy difícil que ellos (exmilitares) reconozcan sus responsabilidades.
Yo les aconsejaría pedir perdón, para tener un poco de paz para ellos y darle un poco de tranquilidad también a las víctimas. Por muy duro que sea un corazón, no creo que no tenga remordimientos -y más ellos- que asesinaron a miles de niños, niñas, adultos mayores, jóvenes, mujeres y hombres… esas masacres… no creo que, como seres humanos no sientan remordimientos.
– ¿Qué opina ellos están libres pese a las acusaciones que se han hecho?
Si, vinieron y los dejaron libres creo que no existe ninguna intención de hacer
justicia en el país, porque vino Mauricio Vides Casanova y José Guillermo García y se fueron a sus casas tranquilos y nadie ha dicho nada sobre eso, entonces cómo habrá justicia de verdad.
El Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH) David Morales nos apoya y exige que se investiguen todas estas masacres y desapariciones forzadas; ya se fundó un Comité de las Víctimas y se definió ya en la primera reunión, una agenda de trabajo que tiene como primer punto, la desclasificación de documentos oficiales militares.
¿Pero muchos militares y exmiltares niegan o afirman que estos documentos están perdidos?
Creo que no se perdieron … creo que los tienen escondidos o los
destruyeron a propósito -eso creo.
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