German Rosa, s.j.
Hemos reflexionado que la vida y el testimonio de Rutilio se asemejan a los grandes árboles del bálsamo y del maquilishuat del país. La vida y el testimonio de este gran hombre se han convertido en semillas que han sido sembradas en El Salvador y otras partes del mundo.
Rutilio fue como el gran bálsamo curativo para muchas personas, curaba a todos los que llegaban buscando su salud interior, y también para resolver sus problemas materiales y de la vida. Inspirador de confianza porque su calidad humana era de una madera fina. Supo unir el amor a su pueblo con el amor a Jesucristo y el proyecto de fraternidad de Dios Padre para el país. Un auténtico salvadoreño y un verdadero hombre de Dios (Cfr. https://www.diariocolatino.com/rutilio-gran-balsamo-gran-maquilishuat-del-paisnal-aguilares/).
Rutilio nació en El Paisnal, y Dios lo fue modelando como una gran obra de madera atractiva y resistente. Lo conocemos por los frutos de su peregrinación durante su vida como un gran hombre, un gran cristiano y un gran sacerdote. Descubrimos que amó a Dios y a su pueblo sobre todas las cosas, y fue fiel a su vocación cristiana y a su vocación religiosa sacerdotal hasta el martirio. Su vida es inspiradora y al mismo tiempo nos fortalece con su testimonio (Cfr. https://www.diariocolatino.com/rutilio-gran-balsamo-gran-maquilishuat-del-paisnal-aguilares-parte-ii/).
Rutilio Grande asumió como párroco de Aguilares el 24 de septiembre de 1972, junto con un compañero jesuita como colaborador. En ese contexto se hacen sentir los graves problemas del país: una alta concentración de la tierra en pocas manos, un alto porcentaje de campesinos sub-empleados y desempleados, la crisis del Mercado Común Centroamericano, y el retorno de millares de campesinos al país producto de la guerra entre Honduras y El Salvador. El Gobierno de la República del Coronel Arturo A. Molina en ese entonces se centró en la política de la transformación agraria, y dada la crisis social y el fortalecimiento de las organizaciones populares se desencadenó la represión de las organizaciones campesinas y de los sindicatos. Además, los factores del crecimiento demográfico y la carencia de los servicios de electricidad, agua, acueductos y alcantarillados, para amplios sectores de la población, hicieron sentir con más intensidad las reacciones sociales. Todo esto hizo que la situación familiar fuera compleja e inestable. En esa realidad explosiva y conflictiva es que entraron a trabajar pastoralmente Rutilio Grande y su equipo misionero en la parroquia de Aguilares, desarrollando una gran creatividad pastoral para responder a esos desafíos. El proceso de acompañamiento pastoral se realizó en tres etapas. Recordemos lo que vivió Rutilio Grande en esta experiencia pastoral de gran importancia en la historia del país.
1) La misión de constituir comunidades de vida
La primera etapa estuvo marcada por las misiones para constituir comunidades vivas, fraternas, donde no existieran opresores ni oprimidos, razón por la cual Rutilio predicaba que no hay que ser como cohetes (cohetones) de ferias de pueblo, aludiendo que estos solo se remontan al cielo. Rutilio decía: “Dios no está en las nubes acostado en una hamaca, Dios actúa y desea que ustedes construyan el Reino aquí en la tierra” (Varios. 1978. Rutilio Grande. San Salvador, El Salvador, C.A.: UCA EDITORES, p. 67).
¿Qué hacían en las misiones? Se reunían en grupos, estudiaban la Escritura, hacían plenarios, síntesis y recogían el fruto de los encuentros. Las misiones integraban y desarrollaban tres aspectos: la evangelización, la constitución de la comunidad, y el liderazgo de animadores o Delegados de estas, que eran escogidos por las mismas comunidades. Al final de cada misión se celebraban los bautizos y matrimonios. Se animaba a la comunidad para continuar con la misión. El equipo parroquial continuaba acompañando las misiones. Los campesinos al final de las misiones hacían una síntesis de su propia vida con el Evangelio. Aplicaban la Palabra de Dios a su propia realidad, descubriendo que la voluntad de Dios era vivir con dignidad, fraternamente y practicando la justicia.
El 10 de junio de 1973, Fiesta de Pentecostés, se concluyó esta primera etapa. Se tuvo una Eucaristía masiva. En la homilía Rutilio salió al paso de las críticas que hacían al trabajo pastoral considerándolo como protestantismo, materialismo, política o comunismo, y comparó estas acusaciones con las que le hicieron a Jesús y que serían las que sufriría todo verdadero cristiano (Cfr. Varios 1978. Rutilio Grande, p. 71).
2) La formación y acompañamiento de animadores pastorales
La segunda etapa estuvo marcada por la promoción y la formación de agentes de pastoral. Se caracterizó por ser un periodo de evaluación, acompañamiento y capacitación de los Delegados y Animadores. Se profundizó en el conocimiento del Evangelio. En esta etapa se buscó una mayor responsabilidad y participación en la vida sacramental. Además se puso el énfasis en el crecimiento cualitativo de las comunidades vivas insistiendo en la formación de los Delegados. Y finalmente se promovieron nuevas comunidades en la ciudad, sin caer en el activismo desesperado y dando el protagonismo a los habitantes de la comunidad. Se aplicaron métodos interactivos, dialogantes y prácticos. El fundamento de la formación fue la Palabra de Dios desde la realidad de las comunidades. También se formó a los Delegados para la celebración de la Palabra en las comunidades de Aguilares y El Paisnal.
En la Eucaristía de sus bodas de oro sacerdotales, Mons. Luis Chávez confirmó a los Delegados de la Palabra en su misión apostólica. Las palabras de Rutilio al presentar al Arzobispo a los delegados fueron las siguientes: “ellos anhelan juntamente con nosotros un mundo más humano y más justo en el que todos los salvadoreños podamos compartir los bienes sentados a la mesa común de la creación, tal como lo hacemos en esta mesa de la Eucaristía…” (Varios 1978. Rutilio Grande, p. 76). En esa ocasión, Rutilio alabó el espíritu misionero de los Delegados para anunciar el Evangelio y realizar su compromiso cristiano de vida. Dijo que ellos le estimulaban personalmente en su sacerdocio: “con su fervor, con su amor a Cristo, con su valentía y con su anhelo de construir unas comunidades nuevas, según el Espíritu del Evangelio. Y más concretamente, con sus frecuentes y grandes caminatas, con sus noches de desvelo, con su mal dormir y peor comer, a causa de sus múltiples reuniones, bien sea en sus propias comunidades, bien sea encaminándose hasta esta sede parroquial. Y todo, por causa del Evangelio” (Varios 1978. Rutilio Grande, p. 76).
Después dos Delegados expresaron sus testimonios. Uno sobre el servicio a la comunidad, y el otro habló sobre la construcción de la Iglesia y la corresponsabilidad en la creación del hombre nuevo para la comunidad nueva. Después el Arzobispo renovó la profesión de fe de los Delegados y aceptó sus compromisos. Luego los confirmó en su misión comunitaria y los bendijo.
El 18 de agosto de 1976 se realizó la Celebración del Tercer Festival del Maíz, en la cual todas las comunidades participaron con sus productos del maíz, compartiendo el fruto de su trabajo y de la madre tierra. El Evangelio fue la fuente de inspiración para celebrar en la fiesta del maíz, el don de la creación y del trabajo.
3) El Reino de Dios, la buena noticia de Jesús que nos salva del pecado personal, comunitario y social
La siguiente etapa fue caracterizada por una evangelización que ofreció la propuesta del Reino de Dios con la fortaleza profética que esto implica para superar el pecado personal, social y estructural. El contexto dio de sí que la fe cristiana llevara al pueblo de Dios a buscar la justicia en una realidad de tanta injusticia distributiva. Una experiencia que podemos recordar es la huelga de La Cabaña, en uno de los ingenios del área. El 24 de marzo de 1973, 1,600 trabajadores del ingenio se negaron a recibir el pago durante seis horas porque éste no correspondía a lo que se les había prometido oralmente. Finalmente se les aumentó pero sin alcanzar lo prometido inicialmente. El impulso de esta huelga fue fruto de una experiencia de vida que nació en el Evangelio. La opción por el Reino de Dios se expresó en acciones concretas. El proceso fue mostrando que la concientización en una situación de injusticia desembocaría en la organización.
La opción de Rutilio Grande no fue vincular el trabajo pastoral a una opción particular por un partido político, ni de organizaciones gremiales y políticas, sino una adhesión al Evangelio. Quiso realizar su labor como líder religioso en medio de su pueblo sin comprometerse directamente en las actividades de la organización campesina. Pero obviamente, al vivir en medio de su pueblo algunas veces esta realidad lo llevó a verse comprometido en situaciones con repercusiones políticas en el amplio sentido del término. Situaciones en las cuales la participación política era un deber cristiano insoslayable de los fieles de la Parroquia para transformar y construir una sociedad justa y fraterna. Tal como dan testimonio los conocedores de esa experiencia: “Algunas veces tuvo dolorosas diferencias con los miembros de las organizaciones que a la vez eran también miembros de las comunidades cristianas. A finales de 1976 estas crisis le llevaron a ofrecer su renuncia a la parroquia – la cual no le fue aceptada –, entonces – como ya hemos dicho – pidió una evaluación a fondo de la experiencia” (Varios 1978. Rutilio Grande, p. 84).
¿Qué ocurrió después? Y, ¿cómo continuó esta experiencia? Sobre esto trataremos en la próxima ocasión.