Página de inicio » Opiniones » La vida: una constante lucha para mantener el bien común

La vida: una constante lucha para mantener el bien común

Colectivo CAUSA*

Uno de los grandes retos de nosotros los ciudadanos comunes es la organización. ¿Para qué? Para, entre otros, tener un espacio en tiempo y lugar de intercambiar información y conocimientos sobre los servicios que recibimos, sus efectos en nuestra salud y medio ambiente. Servicios por los cuales pagamos y hacemos ricos y poderosos a los que la brindan.

Es nuestra responsabilidad conocer el efecto que en nuestras vidas tienen los servicios que nos ofrecen y que aceptamos recibir. Hay que investigar el impacto que nos ocasiona en nuestras vidas la entrega de esos servicios y para ello nunca debemos estar cansados.

Por ejemplo, mucho se ha documentado sobre los efectos que en nuestra salud tiene la llamada “comida chatarra”, negocios que inundan y prosperan dondequiera que llegan.

También, cómo las industrias y negocios por ofrecernos un servicio han destruido nuestras fuentes de agua al verter residuos tóxicos en ellas.

La crisis alimentaria, causada por las especulaciones financieras que buscan incrementar sus tasas de ganancia y no aliviar una necesidad básica del ser humano como es el derecho a la alimentación.

Los efectos del abuso del tabaco, que por décadas fueron ocultados y disfrazados y que finalmente no se cuestionan sus efectos devastadores en la salud de las personas, habiéndolo entendido solo hasta después de haber llevado a la dolorosa muerte de millones de seres humanos.

Y así podríamos continuar. Pero lo que queremos llamar la atención en este artículo es el tema de las radiaciones no ionizantes. Esas radiaciones que emiten las antenas las 24 horas del día los 365 días del año produciendo calentamiento en las células del ser humano que derivan en una serie de enfermedades, entre ellas, el cáncer cerebral. Donde los niños de 0 a 12 años son los más vulnerables.

No podemos detener el progreso, tampoco retrasar los adelantos en las comunicaciones. Pero sí podemos normar la instalación de las antenas para minimizar el impacto en la salud de las personas que habitan a su alrededor. Así evitaremos esa vorágine de dolor y muerte que se manifiesta de 15 a 20 años después de estar expuestos y que nos vendrá por el efecto de las radiaciones no ionizantes en nuestros cuerpos. Por ello, en Europa, en países como Francia, Italia, Alemania y Suecia se ha implementado todo un reglamento para su instalación.

La organización de los ciudadanos a través de la información y el conocimiento, es el poder más grande que poseemos para conservar nuestro bienestar. No lo olvidemos. Y nunca debemos estar cansados para organizarnos. Informémonos. Organicémonos por el bien de nuestra salud y protección de nuestro medio ambiente.

*Colectivo de Ambientalistas Unidos por la Salud y el Ambiente.

Ver también

LA ECONOMÍA, EL TALÓN DE AQUILES DEL RÉGIMEN

Por: Licenciada Norma Guevara de Ramirios La frase más común para referirse a los problemas …