Por Noe Leiva
San Pedro Sula/AFP
Geraldina abandonó su barrio después de perder a tres de sus hijos: dos de ellos fueron asesinados por vestir la camisola de su equipo de fútbol, el capitalino Olimpia, y otro por rechazar integrarse a una pandilla en el norte de Honduras.
«También mi hija tuvo que salir del país por amenazas. Los pandilleros entraban a la casa y le ponían la pistola en la boca para que no hablara, porque ella miró cuando mataban al hermano», dice a la AFP la mujer de 52 años.
Geraldina abandonó su casa en la colonia marginal López Arellano en San Pedro Sula, la segunda ciudad de Honduras y una de las más violentas del mundo, situada 180 km al norte de la capital.
Petronila, otra de las mujeres de esa localidad, relató que «los tiroteos, hasta de una hora o más, son casi diarios en la colonia».
Los jóvenes de las pandillas forman verdaderos ejércitos que se desplazan en vehículos de lujo portando armas de guerra. «Muchas (armas) quedan regadas en las calles» después de las balaceras, cuenta Petronila.
La Mara Salvatrucha (MS-13), Barrio 18 y otras bandas de pandilleros y narcotraficantes, junto a infiltrados en las barras de los equipo de fútbol, tienen tomadas las periferias de las principales ciudades de Honduras, obligando a pobladores pobres a abandonar sus barrios en busca de lugares seguros.
Geraldina contó que miembros de la barra ‘Megalocos’ advirtieron a sus hijos de 19 y 22 años «que no querían verlos con la camisa del Olimpia» y los asesinaron por no obedecer la orden.
A otro hijo de 23 años lo mataron por negarse a integrar la pandilla, mientras que su hija emigró a Estados Unidos, pero fue deportada y ahora ambas viven en un barrio distante.
Más de 74.000 desplazados
Historias similares pueden contar más de 74.000 personas en al menos 20 de los 289 municipios de Honduras, que han tenido que mudarse dentro del país o emigrar a Estados Unidos entre 2004 y 2014, según el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (Conadeh).
Una encuesta del Conadeh determinó que 51% de esa población huyó por vivir en una comunidad insegura, 20% por amenazas, 17% por asesinato de algún familiar, 12% por haber sufrido lesiones, 10 por extorsiones y los demás por violencia sexual, reclutamiento forzado por pandillas, secuestro y despojo de viviendas.
Conadeh junto a organizaciones no gubernamentales y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) dan apoyo a los desplazados, pero el número aumenta cada día.
El control de los pandilleros es tal que decretan toques de queda: después de las nueve de la noche, por ejemplo, nadie puede salir de su casa porque la pandilla tiene «trabajos que hacer».
Otra vecina, María, de 43 años, sufre de pesadillas desde el 2014, cuando su hijo fue desaparecido por los pandilleros.
Junto a su hermana Wendy y un hijo de ésta, lo buscaron noche y día. Al final, la búsqueda le costó la vida al sobrino, cuyo cuerpo apareció en la morgue con un tiro en la cabeza.
«Me pregunto dónde estará mi hijo, vivo o muerto. Fue un niño criado en el evangelio, me pedía permiso para ir a jugar… Cuando salí a buscarlo me daba miedo hallar los pedacitos», expresa María.
Marina (46) también llora la muerte de su hijo Nelson (23). Miembros de pandillas lo mataron hace un año, recién deportado de Estados Unidos, donde había migrado porque los pandilleros lo querían obligar a vender drogas.
Buscando salidas
El comisionado de Derechos Humanos, Roberto Herrera, advirtió que «el problema de la violencia y la delincuencia tiene que ser examinado desde la perspectiva de la seguridad humana, que es una seguridad integral».
Detalló que 16.424 hondureños llegaron en 2015 a Conadeh solicitando ayuda para lograr refugio en diversas partes del mundo, especialmente Canadá y Costa Rica.
Esta cifra representa un aumento de 99% comparado con 2014, refirió el comisionado.
Según la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID) de Estados Unidos, en Honduras hay unos 36.000 pandilleros activos que siembran el terror especialmente en barrios pobres o marginales.
Omar Rivera, miembro de una comisión encargada de la depuración de la policía, lamentó que en Honduras «solamente el 4% de los crímenes llega a juicio oral y público (…) por la ausencia de una efectiva investigación criminal».
Honduras registra una de las tasas de homicidios más altas del mundo, atribuida a las pandillas y al narcotráfico, de 60 por cada 100.000 habitantes, más de seis veces el promedio mundial de 8,9 por 100.000 de la Organización Mundial de la Salud (OMS).