José M. Tojeira
La violencia que no cesa es la que sufre la mujer. Ormusa, una de las instituciones especializadas en analizar la violencia contra la mujer, nos da con datos inobjetables un claro panorama de los abusos frecuentes contra las mujeres. Incluso recientemente, en medio de su esfuerzo por sensibilizar sobre la necesidad de defender los derechos de las mujeres, denunciaba recientemente que algunas defensoras de derechos humanos han sido capturadas bajo el régimen de excepción. En algunas ocasiones por el simple supuesto delito de defender la inocencia de sus hijos. En este mismo contexto el Observatorio de Derechos Humanos de la UCA, OUDH, presentaba en su informe del año 2023 un panorama realmente crítico sobre los abusos cometidos contra las mujeres. Analizar y denunciar esta situación resulta indispensable para lograr eliminar la violencia en el país.
En efecto, el abuso de los derechos de la mujer es el principal factor que extiende y propaga la cultura de la violencia. Si los niños crecen viendo que el abuso de sus madres o hermanas es algo frecuente y que los varones lo ven como natural, la cultura se enferma y admite formas de brutalidad como elementos normales de convivencia. El niño o la niña crece en ese ambiente pensando que hay seres superiores y seres inferiores. Y que los superiores pueden abusar de lo inferiores. El machismo es la expresión más deleznable de esta subcultura violenta, que generalmente lleva la brutalidad más allá de la ofensa permanente contra la mujer.
La cantidad de niñas y adolescentes embarazadas y llegadas a madres antes de tiempo es la punta de un iceberg de violencia. El OUDH nos dice que las cifras oficiales hablan de 2411 niñas y adolescentes embarazadas durante el año 2023. Todo un signo de una realidad que nos lleva a estar seguros, también con cifras, que los delitos de género cometidos contra las mujeres se cuentan por miles.
Cifras por otro lado que reflejan una pequeña parte de la realidad que sufre la mujer. Pues según todos los estudios que se han realizado en los diversos países, por cada delito vinculado al sexo y denunciado ante la justicia, hay como mínimo cinco casos más que no se denuncian. El miedo de la mujeres al abusador, el conformismo con una situación impuesta desde la cultura machista, la indiferencia de muchos hombres incapaces de enfrentar esta plaga cultural y social, impiden que una realidad que clama al cielo nos conmueva y nos lleve a la erradicación del abuso.
Hoy se exalta y proclama de parte del Estado el éxito del régimen de excepción. La seguridad en las calles y la propaganda gubernamental nos hace pensar que la violencia del pasado ha desaparecido de El Salvador. Y lleva a muchas personas a ser indulgentes con las violaciones de Derechos Humanos cometidos con múltiples detenciones arbitrarias, encarcelamientos prolongados injustos y sistemas judiciales que rompen las garantías básicas de un juicio justo.
Pero mientras mantengamos una cultura que justifica el abuso y la brutalidad contra la mujer, la violencia continuará brotando y reproduciéndose de muy diversas maneras. Incapaces de ver con claridad que la población femenina, algo más del 50% de nuestra población, está excesivamente expuesta a la brutalidad y delincuencia machista, no alejaremos la violencia de nuestro país hasta que no enfrentemos con mayor decisión y eficacia a los autores del maltrato.
Dar seguimiento a la información permanente que Ormusa nos proporciona, reflexionar sobre los informes anuales del OUDH, es mucho más importante para enfrentar la violencia y crear una cultura de paz, que dedicarnos a cantar los éxitos del régimen de excepción que hasta el momento ha logrado controlar algunas formas de violencia utilizando también mecanismos no exentos de violencia. Respetar a la mujer, exigir el respeto permanente a la misma, es en el largo plazo la mejor manera de crear en nuestro país una verdadera cultura de paz.