Página de inicio » Opiniones » La visita del papa Francisco a Colombia, un claro mensaje evangélicamente político

La visita del papa Francisco a Colombia, un claro mensaje evangélicamente político

German Rosa, s.j.

En la coyuntura mundial en la que prevalecen las amenazas constantes de guerras, de violencia y de la confrontación, el papa Francisco ha tomado la iniciativa de enviar un mensaje evangélicamente político al mundo con su visita a Colombia. La geopolítica del papa Francisco tiene el tema de la paz como uno de sus pilares fundamentales. La paz es un mensaje esencialmente evangélico y al mismo tiempo político. Pero el anuncio de la paz se convierte en fuente de esperanza contra toda desesperanza en un mundo roto por las guerras, la violencia, la injusticia y el desencanto. Paz y esperanza es lo que aportó el papa Francisco a la sociedad colombiana. Él mismo lo expresó de esta manera en su mensaje al pueblo de Colombia antes de su visita: “La paz es la que Colombia busca desde hace mucho tiempo y trabaja para conseguirla. Una paz estable, duradera, para vernos y tratarnos como hermanos, nunca como enemigos. La paz nos recuerda que todos somos hijos de un mismo Padre que nos ama y nos consuela. Me siento honrado de visitar esa tierra rica de historia, de cultura, de fe, de hombres y mujeres que han trabajo con tesón y constancia para que sea un lugar donde reine la armonía y la fraternidad, donde el Evangelio sea conocido y amado, donde decir hermano y hermana no resulte algo extraño sino un verdadero tesoro a proteger y defender. El mundo de hoy tiene necesidad de consejeros de paz y de diálogo” (Video mensaje del papa Francisco al pueblo de Colombia antes de su visita apostólica del 6-11 de septiembre, 4/09/2017).

La paz es evangélica en el estricto sentido de la palabra. Evangelio significa “Buena Noticia”, y esta buena noticia se convierte en una espada de doble filo que penetra profundamente y desenmascara toda “fake news” (noticia falsa).

El papa Francisco ha hablado claramente a favor de la paz en una Colombia polarizada y dividida a causa de la firma de los acuerdos de paz entre el gobierno y la FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Y también en el momento en el cual se está iniciando el proceso de diálogo y negociación entre el gobierno y el ELN (Ejército de Liberación Nacional).

Construir la paz evangélicamente implica como condición indispensable recurrir a la mediación política para hacer posible audazmente lo que aparentemente es imposible en una sociedad fragmentada y confrontada. La palabra “Política” viene del griego polis (ciudad, patria, Estado) y se puede definir como “el arte de gobernar la ciudad”. De hecho se ha afirmado que la política es el arte de lo posible.

Es evidente que si el poder político se establece para armonizar los intereses de los diferentes grupos existentes en la sociedad, el comportamiento que más pervierte su misión es actuar no en función de todos en la sociedad, sino al servicio de intereses particulares prescindiendo del bien común.

Al hablar de la paz el papa Francisco expresa con claridad que el camino recorrido con estos acuerdos entre el gobierno y la guerrilla es la ruta correcta. No cabe duda que el papa Francisco ha hecho un discernimiento político en el anuncio de la paz en ese contexto específico de Colombia: “Este encuentro me ofrece la oportunidad para expresar el aprecio por los esfuerzos que se hacen, a lo largo de las últimas décadas, para poner fin a la violencia armada y encontrar caminos de reconciliación. En el último año ciertamente se ha avanzado de modo particular; los pasos dados hacen crecer la esperanza, en la convicción de que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos. Trabajo que nos pide no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común. Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses solo particulares y a corto plazo. Oíamos recién cantar: “Andar el camino lleva su tiempo”. Es a largo plazo. Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 67)” (Discurso del papa Francisco, Plaza de Armas de la Casa de Nariño (Bogotá) Jueves, 7 de septiembre de 2017).

No se puede continuar construyendo el presente, ni el futuro de Colombia sobre los cimientos de la confrontación armada, ni sobre la violencia. Es urgente encontrar un camino político para dar lugar al diálogo, a la negociación y la participación activa ciudadana que incluya todas las opciones políticas. El anuncio de la paz es en definitiva, un mensaje eminentemente político en el sentido radical de la palabra. Pero este anuncio se distancia de toda comprensión equivocada y de todo modo del ejercicio de la política electorera barata, o que busca lograr incrementar el ranking de aceptación de su mensaje como Pontífice. La política que conlleva el mensaje de la paz es en el sentido original y radical de la palabra implica la preocupación por todo lo que concierne a la polis, a la ciudad o a la República, es decir, la cosa pública. La implicación política del mensaje de la paz tiene dos piernas: el bien común y la justicia.

El bien común desde la perspectiva de los más afectados, de las víctimas del conflicto armado, y la justicia en sentido amplio pero que se funda sobre la justicia distributiva en una sociedad dividida y segmentada entre los que pueden vivir y los que buscan sobrevivir en la situación de pobreza y de la exclusión social. El papa Francisco lo dijo con estas palabras: “En esta perspectiva, los animo a poner la mirada en todos aquellos que hoy son excluidos y marginados por la sociedad, aquellos que no cuentan para la mayoría y son postergados y arrinconados. Todos somos necesarios para crear y formar la sociedad” (Discurso del papa Francisco, Plaza de Armas de la Casa de Nariño (Bogotá) Jueves, 7 de septiembre de 2017).

Confrontados estos dos grandes ejes de la ética pública, podemos inferir que no puede existir un bien común que prescinda del encuentro, del diálogo, de la paz de los ciudadanos, y de manera particular, de las víctimas del conflicto armado, y de los empobrecidos. Y que la justicia no se puede realizar cuando existe una sociedad en claro conflicto armado, cuando se cuestionan las instituciones públicas, precisamente porque se necesita garantizar la equidad de los derechos ciudadanos sin discriminación política, jurídica, social, económica e ideológica.

El Papa da así un espaldarazo a todos los ciudadanos que apuestan por la paz, la justicia, el desarrollo humano en el presente y el futuro del país.

El mensaje de paz tiene una raíz evangélica, porque no se puede predicar sobre la paz sin tomar en cuenta lo que expresa Jesús en las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los que trabajan por la paz” y también, “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia” (Cfr. Mt 5,1-12). La paz duradera se construye sobre los cimientos de la justicia, y estas nos conducirán a la verdadera reconciliación social. El Papa lo dijo con estas palabras: “Reconciliarse es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto. Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz. Es necesario que algunos se animen a dar el primer paso en tal dirección, sin esperar a que lo hagan los otros. ¡Basta una persona buena para que haya esperanza! No lo olviden: ¡basta una persona buena para que haya esperanza! ¡Y cada uno de nosotros puede ser esa persona! Esto no significa desconocer o disimular las diferencias y los conflictos. No es legitimar las injusticias personales o estructurales. El recurso a la reconciliación concreta no puede servir para acomodarse a situaciones de injusticia” (Homilía del papa Francisco, Catama, Villavicencio, Viernes 8 de septiembre de 2017). El camino de la reconciliación pasa por un amplio debate público en el que se deben expresar todas las opiniones y posiciones de la sociedad. No se pueden pasar por alto tanto los temas de las condiciones necesarias para que ésta sea posible, así como la reparación necesaria de las víctimas de la violencia en este largo período de confrontación bélica.

Pero la paz también es política porque aquella solo se logra mediante una auténtica democracia. Una participación social amplia, en la que se reconozca el pluralismo político y en la que se crean los espacios para la expresión del sentir de todos los sectores de la sociedad. La paz es un mensaje democrático. Y la democracia etimológicamente es el poder o el gobierno del pueblo: “dêmos” (pueblo o gobierno) y “kratos” (poder). El pueblo colombiano tiene derecho a expresarse y decidir su futuro. El reconocimiento de los derechos es fundamental para el ejercicio pleno de la democracia.

En síntesis, la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. No es suficiente gobernar para el pueblo, eso ya lo hicieron los autócratas ilustrados. Tampoco es suficiente un gobierno del pueblo, es decir, un gobierno elegido por los ciudadanos, pero que les gobierna sin contar con ellos. Es necesario que la democracia representativa –aquella en que los ciudadanos eligen unos representantes para gobernar en su nombre– tome en cuenta la participación directa de los ciudadanos (convocatoria de un referéndum para decidir las cuestiones importantes, asociaciones intermedias que presionen y controlen a los gobernantes, ejercicio del derecho a la “iniciativa popular” para llevar los proyectos de ley a la Asamblea Legislativa, etc.). La auténtica democracia reconoce la legitimidad de los antagonismos, permite a los opositores dotarse a sí mismos de medios de expresión (partidos, sindicatos, agrupaciones de intelectuales, periódicos, etc.). No solventa las discrepancias mediante la fuerza bruta. Una sociedad sin discrepancias estaría muy cercana a la paz de los cementerios. La verdadera democracia permite la participación de los adversarios, no los elimina sino que los incluye en la participación política. Sin embargo, sobre este tema la sociedad se está expresando para definir los sujetos idóneos para la representativa política en la gestión pública. No es un tema que ya ha sido definido, pero se está madurando poco a poco para que esta sea posible.

Todo esto muestra que el paso del papa Francisco por Colombia no ha sido en vano. El fruto de esta visita lo apreciaremos un período de tiempo después de que haya concluido. En definitiva, la pacificación de Colombia contribuye a la estabilidad regional. Sembrar la paz en Colombia es contribuir a la paz en el Continente Americano. Así como sembrar la paz en Corea, la paz en Afganistán, la paz en Siria, la paz en Colombia, la paz en Venezuela, etc., contribuye a la paz del mundo, nuestra casa común.

Ver también

La mejor respuesta a las represalias del régimen

Por Leonel Herrera* Este sábado 23 de noviembre se realizará, en San Salvador, la “Segunda …