German Rosa, s.j.
América Latina históricamente ha sido afectada por los altos niveles de corrupción y violencia. La gobernanza ineficaz ha aumentado la insatisfacción popular, socavando la confianza en las instituciones políticas y la percepción de la democracia. Según The Economist en el informe del año 2020: “Al igual que en otros lugares, la pandemia de coronavirus perturbó todos los aspectos de la vida política y económica en América Latina. La región registró más de una cuarta parte de todas las muertes relacionadas con el coronavirus en 2020, a pesar de tener una proporción mucho menor de la población mundial. Replicando las medidas adoptadas en Asia y Europa, los países ordenaron el cierre de fronteras, toques de queda y confinamientos obligatorios. Varios gobiernos aprovecharon la crisis para eludir los controles tradicionales del ejercicio del poder. Los regímenes ‘autoritarios’ e ‘híbridos’, en particular, aprovecharon la emergencia de salud pública para aumentar sus poderes y reforzar sus posiciones” (Unit Inteligence, T. E. Democracy Index 2020. In sickness and in health? London: The Economist Inteligence Unit 2021, p. 38). Hay distintas maneras cómo se vulnera la democracia en el quehacer político y todas ellas expresan claras injusticias en contra de la población.
En el informe del Instituto Internacional pasa la Democracia y la Asistencia Electoral sobre el estado de la democracia en el mundo y en las Américas 2019, se subrayan algunos problemas específicos sobre América Latina que tienen una relación directa con la dinámica de la vulnerabilidad de la democracia.
Algunos países latinoamericanos se caracterizan por su fragilidad democrática y se vulnera aún más la democracia cuando existen rupturas del orden constitucional. De los dieciséis países que llevaron a cabo una transición a la democracia después de 1977, cinco han sufrido interrupciones democráticas y algunos con golpes de Estado y han retrocedido hacia regímenes híbridos. Los gobiernos o regímenes “híbridos”, no han sido plenamente democráticos ni tampoco dictaduras puras y duras. Desde entonces, cuatro (Haití, Honduras, Perú y la República Dominicana) han regresado a la democracia. Haití, Honduras y la República Dominicana, son consideradas las democracias más débiles de la región.
Otra evidencia de la vulnerabilidad democrática son las flagrantes desigualdades políticas y económicas. La región registra los niveles más altos de desigualdad socioeconómica del mundo, lo que se ha traducido en un acceso muy desigual al poder político. Eso también ha conducido a que las tasas de delincuencia y violencia en América Latina y el Caribe sean las más elevadas del mundo. También la pobreza y la violencia llevan a flujos migratorios constantes de América Central hacia Estados Unidos.
Existe una crisis de liderazgos políticos en pro de la justicia que fortalezca la democracia. Los partidos políticos de América Latina están sufriendo una crisis de representación. Esta crisis se deriva de su dificultad para adaptarse a la transformación social y a las crecientes expectativas de una clase media decepcionada por la falta de resultados a la hora de combatir la corrupción y las desigualdades. En algunos países, este hecho ha llevado a los votantes de los partidos tradicionales a apoyar a líderes antisistema.
Las políticas restrictivas a los derechos políticos-civiles por algunos gobiernos, expresan otro modo específico de vulnerar la democracia. Al igual que en otras partes del mundo, América Latina y el Caribe también ha experimentado en los últimos años una contracción y limitación del espacio cívico y mediático, debido a las campañas contra la corrupción y redes ilícitas, o a su investigación (Cfr. International, I. 2019. El estado de la democracia en el mundo y en las Américas 2019. Confrontar los Desafíos, Revivir la Promesa. Estocolmo, Suecia: Instituto Internacional pasa la Democracia y la Asistencia Electoral, p. 34).
En el contexto de El Salvador, los cambios abruptos y bruscos del Fiscal General y de los magistrados de la Sala de lo Constitucional, han causado gran preocupación y una crisis política y jurídica dentro y fuera del país (Cfr. https://www.diariocolatino.com/iglesia-catolica-reitera-la-preocupacion-por-las-destituciones-arbitrarias/).
La población ha votado mayoritariamente a favor del partido Nuevas Ideas en la Asamblea Legislativa en las recientes elecciones, esto consolida el Poder Ejecutivo. El presidente Nayib Bukele tiene un capital político que nace del descontento de la población porque valora que la gestión de los gobiernos precedentes no ha respondido a sus expectativas y necesidades. Además, este capital político se debe a los aciertos, no a los errores, de las acciones de la administración Bukele durante la pandemia y también a su solidaridad con los pueblos de Guatemala, Honduras, Costa Rica, ya sea por los desastres naturales del año pasado y también por la crisis sanitaria. Pero el capital político del presidente Bukele y del poder legislativo, se mantendrá, crecerá o se irá desgastando en la medida que se vean realizadas o no se vean realizadas las expectativas y solventadas las necesidades inmediatas de la población.
La transparencia y la buena gestión gubernamental son pivotes fundamentales para conservar la base social que hasta ahora han dado un voto de confianza al presidente Bukele. Una cosa fundamental es informar convincentemente a la población cómo se están gestionando los fondos destinados para la pandemia y de los empréstitos internacionales. En la presente coyuntura, también se percibe una grande expectativa dentro y fuera del país sobre cómo será el desarrollo político y económico-financiero.
Lo que ocurrió en las recientes elecciones con el cambio profundo en la Asamblea Legislativa es también lo que podría ocurrir en las futuras elecciones si la gestión gubernamental no responde ni satisface las demandas de la población. El pueblo salvadoreño está determinado a tener cambios y transformaciones reales que fortalezcan la democracia con la justicia en el país. El pueblo ira evaluando las políticas y la legislación que se vayan realizando en la administración del presidente Bukele sobre los temas de las pensiones, los salarios y los derechos laborales, el agua, la reforma fiscal, la corrupción, la seguridad pública, la prensa y los medios de comunicación, la justicia en los casos de crímenes de lesa humanidad en El Mozote y de los jesuitas, etc. Y un tema muy sensible para la población es cómo serán las relaciones con los Estados Unidos, no solo por su importancia económica, sino porque valorará la evolución y el impacto de las medidas de presión que está aplicando la administración Biden al Gobierno de El Salvador, ya que muy probablemente será la misma población que sufrirá sus consecuencias (Cfr. https://www.diariocolatino.com/salvadorenos-no-aprueban-enfrentamiento-de-gobierno-con-eua/).
En el contexto de esta crisis política, nos hace pensar que estos cambios institucionales repentinos e inesperados son reflejo de lo que está ocurriendo en la base socioeconómica y financiera del país, de las transformaciones y los reacomodos de los sectores o grupos que poseen el gran capital con las alianzas del capital internacional. Nos parece oportuno recordar que Ignacio Ellacuría decía que la base del sistema está en lo económico, pero las fuerzas políticas tienen una importante intervención en la historia, hasta tal punto que pueden, en alguna medida, determinar el curso de las fuerzas no solo sociales, sino aún las específicamente económicas (Cfr. Ellacuría, I. 2007. Filosofía de la realidad histórica. San Salvador, El Salvador: UCA Editores pp. 572 – 573). Pero éste es un tema que tiene que ser estudiado por los politólogos y los economistas, pues, si la apariencia coincidiera con la esencia no habría necesidad de ciencia.
¿Por qué es importante fortalecer la democracia con la justicia? Porque hay una crisis democrática no solamente en El Salvador, sino también en muchos países de América Latina y del mundo. La justicia es de suma importancia para que se logre el pleno reconocimiento de los derechos de los ciudadanos, y normalmente son los sectores sociales empobrecidos y los grupos más vulnerables a quienes se les lesionan con facilidad o no se les reconocen sus derechos, por esta razón si se hace posible la justicia se fortalece la vida democrática. Además, las crisis democráticas ocurren también cuando no se aplica la justicia y se violenta el Estado de derecho. Hay que tener presente que los derechos ciudadanos y el Estado de derecho son pilares fundamentales de la vida democrática.
Asimismo, la justicia es el freno para controlar que los gobiernos no realicen políticas autoritarias. Igualmente, la justicia contribuye a la estabilidad política, previene y evita que se realicen golpes de Estado. Si hay justicia las sociedades son más equitativas e igualitarias. Al existir más equidad socioeconómica, disminuyen los riesgos de la violencia delincuencial, se combate la corrupción y se promueven sociedades más inclusivas. La justicia también ayuda para que se logre la libertad de expresión y de pensamiento sin obstáculos y fomenta la transparencia de la gestión gubernamental.
A quien le interesa la justicia necesariamente se tiene que interesar en la política porque es la mediación que la hace posible de modo más eficaz en la sociedad, o la falta de aquella puede hacer de la política, desafortunadamente, un instrumento para crear redes y cadenas de la injusticia institucionalizada.
La justicia cuestiona las injusticias en la democracia del siglo XXI. En la segunda mitad del siglo XX era tan evidente y tan activa de manera teórica y práctica la relación entre la justicia y la democracia, pero hoy hay una necesidad de recuperarla, hay que esforzarse para mostrar la mutua relación, porque muchos problemas de la democracia tienen una relación y una correlación directas con la práctica de la justicia. Pues, cuanto más se fortalezca la justicia más se fortalecerá la democracia. La crisis de los Estados nacionales en la globalización neoliberal ha eclipsado la opción política y ética por la justicia en la democracia. Nos hemos habituado a vivir en sociedades globalizadas, pero al mismo tiempo éstas son fragmentadas, en donde imperan el individualismo y el utilitarismo en todos los ámbitos. En definitiva, hay que recuperar la justicia para tener gobiernos verdaderamente democráticos y superar sus vulnerabilidades.