Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
En 1973, las fuerzas reaccionarias chilenas, asestaron un golpe de muerte a la democracia chilena del que nunca se recuperó, delegando en Augusto Pinochet la conducción del régimen hasta 1990.
El golpe no se adelantó simplemente porque a las fuerzas cavernícolas que impusieron la dictadura no les gustaba la corbata que usó aquel aciago día, el presidente Salvador Allende, sino porque él supuso una amenaza existencial para el modelo liberal democrático que mal rigió las seudodemocracias que gestionan nuestra América Latina, y que admitió para Chile, el Chile de los sueños de libertad, el socialismo democrático, con una ruta creíble que permitiera la construcción del fundamento de una democracia legítima y participativa.
Aquello aterrorizó a las oligarquías criollas anquilosadas y sus ejércitos, inquietando además a los fundamentalistas del norte, que olieron en aquellos sueños la peor amenaza a su influencia sobre el subcontinente, lo que fuera inaceptable, estableciendo así las alianzas y los planes, con los que de nuevo EEUU cumplieran su destino manifiesto: plagar nuestra América de dolor en nombre de la democracia, su democracia.
Comenzó con el derrocamiento de aquel legítimo gobierno, promovido desde EEUU junto a las fuerzas ultraconservadoras locales, e impulsando el experimento llamado neoliberalismo, que fuera extendido en la medida que la operación cóndor avanzó anegada en sus crímenes hacia el norte, plagando nuestra región de atraso, sometimiento, dependencia, arbitrio estadounidense, y las demandas y abusos del norte globalizador.
Se generaron así, además de democracias de cajón, inoperantes y disfuncionales, una cantera inagotable de mano de obra barata, inmigrante e ilegal, que hace por casi nada el trabajo sucio al primer mundo, mientras además garantiza al neoliberalismo mediante sus remesas, cuyo flujo permanente estanca a sus sociedades, perpetuando las desigualdades que garantizan la influencia del gran hermano.
Ahora de nuevo EEUU introduce otro conservador experimento social en nuestra LATAM para su beneficio, esta vez utilizando a nuestro país como cabeza de playa, con el denominado libertarismo, que en Argentina coronará su mayoría de edad con los papelones y caprichos del recientemente elegido ejecutivo de aquel país.
Pero es en nuestro país donde se adelanta el más descarnado proceso de desmontaje de la legalidad e institucionalidad, acabando con el estado y reduciendo al gobierno a un estamento que basa su ejercicio en un diálogo de fuerzas abanderadas por los militares.
Tal desproporción en la aplicación de los teoremas de Friedman, no sólo acaba con el orden y la legalidad, establece al mercado como gestor de la sociedad, deshumanizando la gestión pública y estableciendo la desregulación como baremo del todo.
Tal es la desnaturalización de este esquema, que primero quién nos mal gobierna en Washington, y luego quién desgobierna a la Argentina, lo definen sin dejar ninguna duda: “…no pagues impuestos…” a las élites, y, “…la mafia es mejor que los gobiernos…”, y qué más decir.
Soportaremos al menos 3 décadas de desorden basadas en una paz dependiente de las armas, que más temprano que tarde derivará en una nueva confrontación civil armada.