Caralvá
Fundador
Suplemento Tres mil
Los individuos que tiene por oficio apropiarse de lo ajeno, aparece en la historia universal, diversas culturas refieren relatos delictivos y la justicia respectiva, entre los antecedentes podemos mencionar el Código de Hammurabi escrito en 1750 a.C que contemplaba el robo, daños a propiedad privada, (Ley del Talión) etc., además La Ley de las XII Tablas que es el código más antiguo de Derecho romano (451 y 450 a.C.), finalmente La Biblia con el mandamiento “no robarás” es el séptimo mandamiento; no obstante nos interesa el tratamiento contenido en Mitos en la lengua materna de los pipiles de Izalco en El Salvador /Tr. Rafael Lara Martínez, Aut. Leonhard Schultze Jena – San Salvador : Ed Don Bosco, 2010, 609 p, en el capítulo C vida comunitaria: “ La temática del bandolerismo social la desarrollan XLI. El doctor maravilla, XLII. El cabecilla de los ladrones (XLII. 1. Pícaro en casa, XLII. 2. Aprendiz de ladrón, XLIII. 3. Intención matrimonial del cabecilla, XLIII 4. Ladrones engañados, XLIII. 5. Boda en el pueblo, XLIII. 6. Disolución de la cuadrilla de ladrones)”, XLIII. Matanza de niños y XLIV. Hombres con loros parlantes”. La descripción que efectúa de los diversos tipos de delincuencia -envenenamiento de agua potable, pandillas organizadas, secuestro de mujeres y niños -coincide con el planteamiento de una novela salvadoreña inédita en el país: Cloto (Barcelona, 1916) de Abraham Ramírez Peña. Para ambos tipos de relatos -indígena oral y novelístico- la fechoría se ofrece como manera idónea de ascenso social la cual establece una distinción entre justicia e inmoralidad”. Idem Pág 384.
Las referencias textuales podrán encontrarlas en el texto citado XLII, su comentario es el siguiente: “Por años, El Salvador actual acaba con los bandoleros de caminos. Si alguna vez actuaron con suma libertad en México, don Porfirio Díaz los barrió al aplicarles mano de hierro (parecería una extrapolación de la historia mexicana hacia El Salvador). El relato pertenece a un trasfondo cultural humano que rechaza al malhechor por sus actos, pero quien se reacomoda tranquilamente a su elevada posición social al volver el país a la normalidad. Por sí mismo, el lector notará los detalles del argumento se hallan sujetos a la fantasía, en particular, la actitud del indígena quien figura como jefe de una de las bandas de malhechores. Frecuentemente, encuentro que los indígenas no les atribuyen una inferioridad a los defectos físicos de un hombre, a quien en cambio le conceden fuerzas secretas y poderosas (Schultze Jena I, 1933: 21). Idem Pág 404.
“Él (el mudo) permaneció con su mujer y con mucho dinero” (197)