René Martínez Pineda *
Pero si como muchos afirman (como discurso ideológico contestatario cada vez más recurrente) la independencia es un hecho sobrevaluado porque nos hizo caer en otra dependencia más implacable y feroz (el capitalismo): ¿Cómo se le puede llamar al colapso sísmico de la Colonia que cambió un sistema de dominación política que duró trescientos años? ¿Comenzó en 1811 o en 1808 con la invasión napoleónica a España? ¿Cuándo termina: en 1821 ó 1823? Para mí el año final es 1823 porque, formalmente, frena la creación de la Nueva España Criolla (propuesta, no tan sutilmente, en la anexión a México) cuando el Acta de ese año afirma que: “Nosotros, los Representantes de las Provincias, en su nombre, con su autoridad y conformes en todo con sus votos, declaramos solemnemente: 1º Que las expresadas Provincias, representadas en esta Asamblea, son libres e independientes de la antigua España, de Méjico y de cualquiera otra potencia así del antiguo, como del Nuevo Mundo; y que no son ni deben ser el patrimonio de persona ni familia alguna”.
El 1 de diciembre de 1823 es, por tanto, la fecha histórica a reivindicar y no el 15 de septiembre de 1821, fecha en la que los líderes locales, reunidos en un Reino de Guatemala tan confuso como ellos, tomaron acuerdos paradójicos, entre los cuales estaba la decisión de convocar un congreso futuro para que decidiera sobre el nuevo Estado que se llamaba independiente, pero que se montaba dependiente en el imaginario colectivo y en la minuta jurídica. Un par de años después el escenario era otro, sobre todo después de la intentona de anexión a México, la cual fue resistida por San Salvador, esta vez sí haciendo uso de las armas, la acción diplomática en las provincias y las maniobras jurídicas, sociales y económicas. Finalmente, bajo la sombra del caudillismo como una expresión criolla del poder colonial, quedaron claramente marcados, en 1823, los bandos principales de la Independencia, los que tenían como referente objetivo la pertenencia a una clase social determinada y no cuestiones de carácter étnico.
Esos bandos -tan políticos como de clase social (españoles, criollos, mestizos, mulatos e indios)-, eran los que ordenaban y reproducían la vida cotidiana y, más tarde, la lucha política en distintos grados de protagonismo social que iban desde el liderazgo hasta la contemplación lejana; y desde el reformismo monárquico y constitucional de los criollos conservadores u oportunistas, hasta lo revolucionario y utópico de los mestizos ilustrados que se radicalizaron. Pero lo confuso de las condiciones culturales montadas en tres siglos, la lenta y distante dimensión del tiempo-espacio y la prolífica madeja política que, como con vida propia, se enredaba en puntos contradictorios, hicieron que criollos y mestizos aparecieran –o al menos pareciera- moviéndose bajo el ímpetu de variopintas líneas políticas y filosóficas en las acciones que, de forma vacilante, ejecutaban contra el poder colonial, lo cual se explica por el hecho de que estaban frente a una lucha inédita y se reafirma en la redacción de la primera acta de independencia.
Ciertamente, las Actas de 1821 y 1823 son los documentos oficiales que dan un testimonio vivo de los hechos, y ponen en evidencia las distancias ideológicas que había entre las corrientes filosóficas detrás de la Independencia. En el Acta de 1821 se pueden puntear las partes que claramente se refieren al papel conciliador de los líderes criollos y sus declaraciones de lealtad a la Corona, tales como: “Que siendo la Independencia del Gobierno Español la voluntad general del pueblo de Guatemala, sin perjuicio de lo que determine sobre ella, el Congreso que debe formarse, el Señor Jefe Político le mande publicar para prevenir las consecuencias, que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo… SÉPTIMO.- Que entre tanto, no haciéndose novedad entre las autoridades establecidas, sigan éstas ejerciendo sus atribuciones respectivas, con arreglo a la Constitución, decretos y leyes, hasta que el Congreso indicado determine lo que sea más justo y benéfico”.
El análisis sociológico lleva a concluir que el documento y los firmantes de 1821 son conciliadores y que, por lo tanto, conmemorar dicha fecha es conmemorar la versión conservadora y temerosa de la Independencia; mientras que por su lado los mestizos querían la independencia absoluta y sin reverencias a la Corona. En el caso de la provincia de San Salvador el llamado “bando patriótico” (como un comportamiento colectivo que, sociológicamente, no era la simple suma de los comportamientos individuales) no fue homogéneo en ningún momento, pues en su cauce se podía distinguir la corriente dominante que quería la moderación (lealtad disfrazada a la Corona para reproducir su versión de una Nueva España Criolla con la misma arquitectura de instituciones hegemónicas en lo político y económico, versión que, con la colaboración del ayuntamiento de Guatemala, logra que el capitán general José Bustamante apruebe una nueva modalidad de gobierno para la ciudad, a la que llamó “sistema de conciliación prudencial”); y otra corriente que pretendía volver histórico el desafío. Sin embargo, siguiendo la oferta analítica de Dagoberto Marroquín hay que aclarar que (tal como en toda la historia de la lucha de clase) así como había criollos radicalizados y decididos a llevar la lucha hasta las últimas consecuencias, había mestizos moderados que, al menos en 1821, no comprendían bien todo el escenario presente y futuro.
Lo sucedido el 15 de septiembre de 1821 puede ser abordado como una paradoja sociológica en la que las colonias dejaron de ser tales, pero no lograron instaurar, ni formalmente, la emancipación política que les diera ese carácter, similar a lo que sucedió en 1992 con la firma de los Acuerdos de Paz después de una cruenta guerra civil; Acuerdos que tuvieron (si queremos hacer una analogía histórica) su “primer grito de independencia moderna” con el derrocamiento de la dictadura militar el 15 de octubre de 1979. Por tal razón es que, en mi opinión, la fecha a reivindicar como consumación de la Independencia de España (porque sobrevivió a la emboscada de la anexión a México) es el 1 de diciembre de 1823, fecha en la cual, reunidos en Guatemala, los líderes de las provincias centroamericanas redactan una declaración que ya no tuvo vuelta atrás y que recogía de forma más apropiada el sentimiento de dignidad social que, en el fondo, buscaba el proceso de independencia. Sin embargo, el beso del criollo es largo… muy largo.
*René Martínez Pineda
Director de la Escuela de Ciencias Sociales UES