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Las alianzas, una cultura y una estrategia de país

Iosu Perales*

El escenario abierto por la jornada del 2 de febrero, cure facilita una gran oportunidad para avanzar desde la izquierda al encuentro de sectores sociales y políticos con los que construir un nuevo país. El esfuerzo del FMLN por alcanzar un buen entendimiento con quienes han dado su apoyo a Tony Saca y con él mismo, check como cabeza visible de un movimiento de cambio de la derecha, pills no debe interpretarse como una mera táctica para sumar votos, sino como la expresión de una cultura democrática que asumiendo la pluralidad ideológica considera que el país, la nación, será el resultado de la unión de voluntades en la diversidad.

Precisamente, durante décadas, por no decir desde la independencia de la patria, la derecha tradicional, oligarca, ha cultivado la idea de dos países, de dos naciones, la de los de arriba y la de los abajo. Una minoritaria, dueña del territorio nacional gobernado a manera de una finca. Otra, la mayoritaria, abandonada a su suerte, excluida de la vida política y de los derechos sociales. Frente a esta idea de un país partido, propia de una derecha de la caverna, el FMLN levanta la bandera de UN país. De tal manera que cuando nos invita a trabajar por el paradigma del Buen Vivir, como horizonte de una sociedad integralmente mejor,  lo hace pensando en toda la patria. Y en este esfuerzo, quienes no son parte de la izquierda, pero tienen vocación social, son democráticos y defienden todos los derechos para todas las personas, tienen también su lugar preferente en el mismo. Nos necesitamos, nos complementamos, y juntos podemos hacer de El Salvador un país moral, justo, equitativo, que mira al futuro cargado de esperanza.

Es verdad que nadie en la izquierda y nadie en la derecha cívica y moderna, debemos pensar en que ya no tenemos diferencias ideológicas, que somos lo mismo. Claro que hay distancias. La novedad consiste en gestionarlas teniendo en cuenta tres principios: a) lo primero es el país de todas y todos; b) lo segundo es que, asumir la diversidad supone entender bien la relación entre ideologías y política, de forma que desde distintas sensibilidades y formas de ver el mundo, podemos construir un amplio espacio de acuerdos estratégicos; c) lo tercero, como dice Salvador Sánchez Cerén en su libro “El país que quiero”, es aceptar que no estamos en posesión de la verdad absoluta. Así pues, el FMLN, tiende sus manos a las fuerzas sociales y políticas de UNIDAD para, desde lo diverso, servir al pueblo, o lo que es lo mismo a la patria, e hijas e hijos suyos podernos llamar.

En este encuentro dialógico necesario entre la izquierda y un sector de la derecha, se debe reconocer a la luz de los datos electorales, que corresponde al FMLN tomar iniciativas y marcar el paso programático del próximo gobierno. No, no se trata de imponer un programa, sino de tomarlo como base para un acuerdo sólido, duradero. No cabe ignorar que un 49% de los votos avalan ya este enfoque. Sin embargo, en el diálogo y negociación puede y debe mejorarse el programa de gobierno y la derecha aliada tendrá su espacio para incidir. La derecha con la que debe llegar a un acuerdo el FMLN en esta segunda vuelta electoral, debe tomar nota del comportamiento leal y coherente del Partido Social Demócrata, del Partido Nacional Liberal, del Movimiento Duarte Vive, y de los movimientos ciudadanos El Salvador Cambia y El Salvador Adelante, que han sabido conjugar sus propios planteamientos con el liderazgo del FMLN. Es así como el próximo 9 de marzo el país debe abrir un nuevo tiempo, una nueva época caracterizada por un gobierno de amplia participación.

Este gobierno deberá profundizar los cambios que ya se vienen produciendo en El Salvador. En materias de empleo, de educación, de salud, de seguridad, etc. Pero, además, deberá proponerse el fortalecimiento de la institucionalidad en todos los niveles de la vida pública, de la administración. Fortalecer la división de poderes y hacer que el estado de derecho abra todas sus posibilidades a la participación democrática. Las leyes al servicio del pueblo y nunca más el pueblo sometido a la arbitrariedad, a la burocracia sin alma, ni a legislaciones hechas a la medida de grupos oligárquicos.  La reconciliación entre pueblo y leyes, entre la democracia y el imperio de la ley igual para todos, debe ser uno de los propósitos del gobierno de amplia participación.

El artículo 1 de nuestra norma suprema dice: “El Salvador reconoce a la persona humana como el origen y el fin de la actividad del Estado, que está organizado para la consecución de la justicia, de la seguridad jurídica y del bien común. En consecuencia, es obligación del Estado asegurar a los habitantes de la República, el goce de la libertad, la salud, la cultura, el bienestar económico y la justicia social”.  Sin duda, la Constitución nos ofrece una buena base para una sólida alianza entre fuerzas políticas y de éstas con la sociedad civil. Trabajar unidos para hacer posible la promesa constitucional es ya una demanda del pueblo salvadoreño. Hacerlo, significa orientar la mirada en alto, ver más lejos que el 9 de marzo, y entender que vencer a la derecha de la caverna es, sobre todo, aspirar a ganar mucho más que el 50%, es aspirar a ganar para la unidad a todas las fuerzas sociales y políticas del país que quieran de verdad impulsar un Cambio cuya centralidad esté en la vida, en las personas con todas sus necesidades y, por consiguiente, en la construcción de un nuevo país con una nueva economía y una nueva democracia.

*Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología

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