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Las arboledas de Fidel Santacruz

Álvaro Darío Lara

Escritor y poeta

La primera semana de este noviembre, cialis que ha luchado por alcanzar cielos abiertos de azul, remedy rosa y naranja, recibí una gratísima misiva del poeta y narrador, José Fidel Santacruz, una de las voces más genuinas y sentidas de las letras nacionales.

En ella, el poeta manifiesta –de nuevo- su devoción por las montañas, los árboles, el paisaje intenso de Cuscatlán; y naturalmente, el amor, una constante en su obra. El amor a la vida, el amor hacia su esposa, quien se ve aquejada por el alzheimer, y a quien Fidel, ha consagrado toda su atención, afecto y apoyo.

Fidel, nació en Ahuachapán, en 1939. Desde muy joven, la pasión por la lectura y la creación literaria, lo han distinguido muy especialmente. Enfermero de profesión, obrero, luchador social, y combatiente en la guerra civil. El drama humano en toda su naturaleza, individual y colectiva, ha inspirado sus cientos y cientos de páginas, cargadas de emoción y poesía.

Fidel Santacruz ha publicado: “A un paso del amor” (novela corta, 2000), “Cartas y poemas desde California” (poesía 2004), “Esplendor otoñal” (poesía, 2006) y “Diario de un Cuidador de Alzheimer” (2013). Tiene muchos trabajos inéditos, entre los cuales, sobresalen: “Pedregales del dolor”, que es un testimonio sobre la pasada contienda;  “Los adobes” (cuento)  y  “Yadaly” (narración novelesca).

A propósito de una anterior Claraboya (“Hacia la montaña interior”), Fidel nos dice: “…yo actualmente vivo rodeado de una montaña; además del tema de mi esposa enferma, la montaña juega un aspecto en mi último poemario: “Diez años entre el alzheimer y la poesía”.

Un fragmento de su poema “Lánguidos paseos”, recrea el entorno vegetal y humano del escritor: “Las viejas arboledas nos llenan de distancias/ con lánguidos paseos alrededor del día / yo viajo por tus ojos con tus miradas tristes/ con tu mirar quebrado, pegado a los zapatos. / Mis manos y tus huesos nos tienen poseídos/ sobre el dintel sombrío del día que se estira/ y toda la penumbra del mundo que arrastramos/ se quiebra en la distancia de esta alcoba fría/”.

La vuelta a la naturaleza, pródiga de múltiples emanaciones vitales, es el gran escenario, para el amor que se ha aquilatado con las dichas y pesares de toda una vida compartida. En “Tus últimos pasos”, Fidel Santacruz, canta: “En la punta del alba se divisa un lucero/ agoniza la noche que nos viene siguiendo/ nos abrazan las horas, el albor, el silencio/ donde otras distancias, nos regalan miradas. / Las miradas florecen, con el lis nacarado/ con la pálida sombra un rosal nos saluda/ saltan frescas sonrisas, pedacitos de albores/ el cantar de tus ojos, vuelan lejos, muy lejos. / En la frente de un beso me sonríe la luna/ se marchita el silencio que rodea mis sueños/ y florecen los cardos con olor placentero/ con rubor a sonrisas en la puerta del alba”.

El lirismo de Fidel Santacruz, percibe la inmensa belleza del amanecer. Un amanecer que siempre está ahí. Puntualmente diario, por más que la sombra de la siniestra tragedia nos aceche, por más que el dolor crezca en nuestros frágiles corazones. Gracias a él, por devolvernos la paz y la esperanza, bajo la frondosa arboleda de su poesía.

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