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Las cadenas que no se deben perder

Nelson López*
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Cadenas hay muchas desde las que conocemos por la esclavitud hasta la que se le perdió a un menso (que nada que ver con Neto) y que se la regaló una tal Carmen, que por supuesto después la hicieron cumbia, no a la Carmen sino a la famosa cadenita que por cierto decían que traía en alto relieve un Cristo de nazareno.

Pero una de las cadenas que la gente no se pierde es la de la radio y televisión que cuando las hacen por ley hay que oírla o verla y claro dice el sabio adagio que la curiosidad mató al gato así que aunque sea por curiosidad la gente se queda clavada hasta que se acaba.

Pero las cadenas que más mal caen son las que mandan hasta los ateos con tal de obtener ganancias ya sea de google o de las redes sociales y de ribete te condicionan que si rompes la cadena te vendrán desgracias como esa de que tu mujer halló desbloqueado el celular o cualquier otra condena.

Bueno, hace poco el padre Javier L. de Guevara. Asesor espiritual del Movimiento de Cursillos de Cristiandad del Vaticano.

A sus feligreses les escribió una carta preocupado por las constantes “Cadenas de Oración” que circulan sobre trabajo, prosperidad, ángeles, la Virgen, Madre Teresa de Calcuta, entre otras, con oraciones lindas, pero que terminan *’CONDICIONANDO’*, el tener que mandarlas a otras personas, ofreciendo premios o sorpresas milagrosas al segundo o cuarto día, o exigiendo mandar a la Virgen rápido fuera de nuestro hogar para que pueda circular.

El sacerdote se dejó ir con todo: “Esto de las cadenas de oración es una ABERRACIÓN, que va en contra de la fe; es querer manipular la Providencia de Dios, que por ser de Dios actúa libremente, y que no está sujeta a condiciones (como “envíe esto a diez personas” y si no lo hace le sucederá todo lo contrario”)*

Y lo malo es que lo envían personas que deberían tener más formación cristiana; la fe cristiana destierra las amenazas y no acepta los tabúes.

Podrían leer, entre otros, el texto del Deuteronomio cap. 18, versículos 10-12. Esas fórmulas que hay en esas cadenas tratan de convertir a Dios en una receta: haz esto, más lo otro y te resultará un beneficio, si no lo haces se convertirá en una maldición.

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