Salvador Ventura
No nos cansaremos de reiterarlo: los periodistas, nurse los editores y directores de los medios de difusión aquí y en cualquier parte del mundo, healing son deudores frente al público, buy viagra es decir tienen la obligación de ser exactos, veraces y profesionales en el tratamiento de la información.
No es una cuestión difícil es simplemente decir la verdad, evitar la distorsión o la manipulación de las informaciones o los comentarios con fines perversos, como plegarse a una agenda partidaria para confundir a los lectores y de paso atacar o acusar al gobierno por la realización de obras de beneficio social.
En su nota editorial del lunes 20 de octubre, El director de El Diario de Hoy afirma: “El montaje del oficialismo es lo usual: convocan al ‘diálogo’, rellenan de toda clase de grupos, desconocidos y oportunistas, el escenario de las conversaciones, pero no han iniciado cuando ya insultan y acusan a sus interlocutores…”
El odio ideológico, su infundado temor a perder sus privilegios y el no ver más allá de sus narices llevan al editorialista de este medio de propaganda a inventar y lanzar acusaciones e improperios sin el más mínimo sentido común e irrespetando los propios límites del derecho a la información.
El presidente de la república, Salvador Sánchez Cerén, desde el inicio de su gestión convocó a los distintos sectores del país a un amplio diálogo nacional para construir una agenda de nación, al mismo acudieron empresarios de la pequeña, media y gran empresa, profesionales, obreros, líderes religiosos, políticos, directores de medios de difusión y más.
¿Dónde está el relleno de toda clase de grupos, desconocidos y oportunistas? Si los dirigentes de las cúpulas empresariales y los patrocinadores y políticos de Arena tuvieran dignidad y el más mínimo pudor ya hubieran pedido explicaciones al director de El Diario de Hoy por darles semejantes calificativos.
La soberbia es mala consejera, el racismo lo es más; pero el señor director de este medio de propaganda al servicio de un partido político de la extrema derecha, no entiende de razones y periódicamente lanza dardos envenenados contra la mayoría de los programas sociales de este gobierno encaminado a beneficiar a las mayorías poblacionales.
De forma temeraria sostiene “lo que plantea el gobierno es que la problemática nacional y un entendimiento entre el oficialismo y la sociedad de trabajo surjan en una mesa de diálogo. Pero la mesa la montan ellos, nombran a los participantes, fijan sus protocolos y se reservan el derecho de aceptar lo que se pueda concluir allí…”
Es contradictorio y atolondrado en su comentario, pues en el principio niega la validez de los acercamientos y luego habla de un “entendimiento entre el oficialismo y la sociedad”, producto de “una mesa de diálogo”. “Se puede conquistar un imperio a lomos de un caballo. Pero no se le puede gobernar desde él”.
Esa frase se la dio un sabio chino a Gengis Kan; pero también le recordamos otra dicha por Charles Maurice de Talleyrand a Napoleón Bonaparte, cuando se lamentaba por sus dificultades para controlar España: “Sire, las bayonetas sirven para muchas cosas, menos para sentarse en ellas”.
Las mentiras, las difamaciones, los rumores y los ataques, la fuerza bruta, fueron utilizados en su momento por los precursores del fascismo, entre ellos Hitler, para confundir y doblegar la voluntad de los pueblos; pero al igual que sus racistas comentarios, al final, más temprano que tarde, ceden y se desvanecen frente a la verdad y la justicia.
Si usted no tiene la mínima lealtad frente a su pueblo y se deja guiar por ese permanente odio ideológico contra “los izquierdistas” y la “chusma”, como califica a los sindicatos, cooperativas y organizaciones de la sociedad civil, al menos, respete el ejercicio periodístico y a sus lectores.
Se lo reiteramos por enésima vez: con ese tipo de periodismo donde se distorsiona la realidad de los hechos, con sus editoriales carentes de ética y moralidad y, sobre todo, destilando veneno y odio contra los que usted llama “comunistas” (“Los comunistas están intentando sofocar y anular a los medios”) no podrá cambiar el destino histórico de este pueblo.
No distorsione, no calumnie, recuerde que ya no es suficiente citar un hecho con exactitud, el deber primordial del periodista hoy y en los tiempos por venir, es la objetividad en la información.