Medellín/AFP
Rodrigo Almonacid
Aún no ha pasado el último tren. Pese a la avalancha de malas nuevas que advierten sobre el deterioro de la biodiversidad, la humanidad está a tiempo de salvarse y salvar el planeta.
Aunque actuar era tarea de ayer, los científicos que el viernes prendieron las alarmas en la ciudad colombiana de Medellín sobre una nueva era de extinción, la primera desde el adiós de los dinosaurios, consideran que la tarea puede ser menos difícil de lo imaginado.
Y no representa esfuerzos estrambóticos.
Preferir el pollo a la carne roja, frenar el consumismo y no desperdiciar comida. Tres decisiones del diario vivir que pueden ralentizar la degradación de la fauna y flora, y de paso sacarle el cartón amarillo al cambio climático.
A estas recomendaciones se suman el ahorro diario de energía y agua.
«Necesitamos cambios en nuestro comportamiento como individuos», dice Robert Watson, presidente de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES).
Fue este organismo de expertos de todo el mundo el que el viernes alertó en Medellín que el planeta enfrenta la sexta extinción masiva de especies, la primera provocada por los humanos.
«No tenemos que volvernos vegetarianos, pero una dieta más balanceada, que incluya menos carne de res, más pollo, más vegetales, realmente puede ayudar a reducir la presión» sobre la Tierra, agrega el científico.
La plataforma publicó cuatro informes regionales a modo de guía en temas medioambientales para un centenar de naciones.
Y la recomendación es sencilla: sostenibilidad. Para producir un kilo de carne de res se necesitan 25 kilos de materia vegetal, explica el profesor Mark Rounsevell, que dirigió el documento de IPBES sobre Europa y Asia Central.
Además, las vacas son las mayores emisoras de metano, un gas de efecto invernadero que contribuye al calentamiento global.
Para los más de 550 expertos que elaboraron los documentos de este organismo independiente, el aumento de las temperaturas es una de las mayores amenazas para la biodiversidad.
La ganadería extensiva también es una de las causas de la deforestación, afirman los especialistas.
En Europa y Asia Central cerca del 25% de la tierra está erosionada y ha habido una reducción del 15% en la disponibilidad per cápita del agua desde 1990, según el reporte.
– Frenar el desperdicio –
Las tendencias de crecimiento de la población y de la economía siguen al alza. A más personas, más necesidades.
Y si la naturaleza, que es la que responde a los pedidos del ser humano, ya está degradada, mantener el estado actual de las cosas es una ruta segura hacia el abismo.
Los cuatro informes de IPBES, que reúne a 129 estados, sostienen que el consumo irresponsable por parte de los humanos ha derivado en el «declive» de las especies en todos los rincones del globo.
«Todo tiene que ver con nosotros y la forma en la que protegemos el planeta. Sobre qué consumimos, qué comemos y con qué nos vestimos (…) Es hora de cambiar nuestros patrones de consumo», reflexiona Rousevell.
Actualmente 40% de la comida se desperdicia, bien sea en sitios públicos o en nuestros refrigeradores.
Watson cree que se puede concienciar a los restaurantes para que tengan cantidades sensatas de alimentos en los platos y que nosotros podemos acostumbrarnos a comprar lo necesario.
Así, se evita destinar nuevos terrenos para la siembra de alimentos, que provoca el desplazamiento de animales de sus hábitats, y se ahorran miles de toneladas de desechos.
«No es imposible tener una buena calidad de vida con un impacto sostenible con el medioambiente», asegura el profesor Jake Rice, encargado del texto de las Américas.
Los americanos son precisamente los responsables de casi 25% del impacto negativo sobre la biodiversidad, pese a tener solo 13% de la población mundial.
– Superar paradojas –
Pero la primera amenaza de extinción en serie en 65 millones de años es mayor que garantizar la supervivencia de la flora y fauna.
Tiene que ver, también, con que la humanidad está poniendo en riesgo su propio bienestar por la sobrexplotación de los recursos naturales, apunta Watson.
La naturaleza provee comida, energía, agua y regula el clima.
Por ello los gobiernos tienen que liderar el cambio, y pronto: deben ampliar las áreas protegidas; promover el uso de energías renovables, del transporte público y de agricultura sostenible; y restaurar los suelos degradados, coinciden los expertos.
Sin embargo deben estar alerta de no caer en paradojas, explica la secretaria ejecutiva de IPBES, Anne Larigauderie.
La directiva pone como ejemplo que las autoridades promueven el uso de biocombustibles para luchar contra el cambio climático.
Sin embargo, las energías verdes terminan moviendo las herramientas con las que se deforesta.
«Si esos cultivos se hacen en contra de la biodiversidad estamos creando otro problema a largo plazo», señala.