Por: Rolando Alvarenga
Ya lo dijo Confucio: “los aguacates y las frutas se maduran con el tiempo y no de la noche a la mañana”. Y esa célebre reflexión del filósofo asiático se puede aplicar perfectamente a la reciente actuación de la selección salvadoreña de baloncesto en el Premundial FIBA U-18, disputado en México.
Es que, a raíz de tan triste presentación (El Salvador encajó seis derrotas consecutivas), un resto de seguidores y seguidoras de este deporte se manifestaron en las redes sociales, unos aprobando y otros desaprobando la participación.
Los defensores sacaron a relucir el factor patriotismo, coraje y corazón de las pequeñas chicas; mientras que los detractores lo consideraron un nuevo fracaso federativo.
Para mí, como viejo zorro de estar viendo el baloncesto salvadoreño y que no me dejo dar paja, no compro humo; estas pequeñas -en el sentido textual de la palabra- fueron llevadas a un torneo demasiado fuerte para su realidad y limitaciones basquetbolistas y, por supuesto, no acorde a su estatura.
Una ilusa participación que, al ver la aplastante derrota 87-27 que les propinó Estados Unidos a las chicas salvadoreñas, solo me hizo recordar el Mundial de Fútbol España 92, cuando El Salvador fue goleado 10-1 por Hungría.
Ahora bien, no podemos negar que la selección de baloncesto U-18, se ganó su boleto al Premundial con todas las de la ley; pero eso no debe nublarnos la vista y creer que ya somos potencia regional, ¡para nada!
Yo lo sostengo y puedo debatirlo con quien sea: para ir a un torneo de esta magnitud, hay que tener una selección con promedio de 1.90 de estatura; trabajo a tiempo completo; con constante rodaje internacional más allá de esta área; estímulos al día y un seleccionador que demuestre ser capaz con resultados y no alguien que se crea un Cristóbal Colón 2.0.
Yo tengo mis fundamentadas dudas de que todas estas chicas lleguen algún día a la selección mayor. ¡Esperemos!
*Los conceptos vertidos en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quien los presenta.