José M. Tojeira
La deficiente interpretación de las leyes, el tener un exagerado sentimiento de superioridad y el clima de crispación existente pone en peligro la costumbre de citar autores en las redes, especialmente si la cita se coloca cerca o en el contexto de una crítica a alguien con poder. Lo absurdo de esta actitud ha llegado al caso de que la cita del expresidente uruguayo Pepe Mujica, muy admirado por sus actitudes personales, se haya convertido en una acusación por difamación. Considerar citas de autores consagrados como ataques personales puede darnos risa.
Pero es un tema peligroso cuando un sistema judicial prefiere un literalismo legal caprichoso en vez de un análisis racional de la situación. Porque cuando alguien cita a un autor consagrado, no pretende insultar sino ilustrar actitudes que deben ser tenidas en cuenta más allá de la actitud buena o mala que pueda tener la persona a la que se trata de ilustrar con la cita.
Si ante un juez cuya sentencia nos parece poco racional citamos a fray Luis de León, un clásico del siglo XVI, que afirma que hay jueces que “oprimen la verdad” o que “convierten en compra y venta la justicia”, ¿estamos difamando al magistrado? Si citamos al filósofo Aristóteles hablando de política y de políticos cuando afirma que “las ventajas y utilidades que proporcionan el poder determinan en todos los hombres el deseo de perpetuarse en el ejercicio del poder” ¿estamos atacando al presidente de la república? O todavía peor, si repetimos con el mismo autor que “el poder corrompe hasta aquellos que son los mejores”, ¿hemos ofendido gravemente a los que disfrutan del poder y se creen mejores que los demás? ¿Lo suficiente como para que nos demanden? Imaginemos solamente lo que podrían hacer los millonarios de nuestro país si siguieran este estilo de criminalización de las citas.
El Papa Pío XI decía que la “acumulación de poder y de recursos”, como resultado de una competencia desigual, ha propiciado el triunfo y dominio de “los más poderosos, lo que con frecuencia es tanto como decir los más violentos y los más desprovistos de conciencia”. ¿Podría uno de nuestros grandes millonarios llevarnos a juicio acusándonos de llamarle violento?
Lo absurdo de las preguntas que estamos haciendo no hacen sino mostrarnos lo irracional y lo repugnante a la razón que sería ese tipo de respuestas a una cita en la que se manifiesta una opinión fundada en la experiencia o el estudio de personalidades reconocidas. En realidad, las citas de personas que brillaron en la historia no son nunca insultos, sino llamadas a la reflexión. Incluso el tono duro de algunos textos tiene que contemplarse enmarcado en la historia concreta que le tocó vivir a su autor. Sería ridículo que quienes se sientan agredidos por algunos textos de la poesía de Roque Dalton quisieran imponer censura o indemnización a las frases agresivas, a veces muy directas contra personas o instituciones, que aparecen en sus textos poéticos.
En el contexto en que vivimos es necesario tener un poco más de sensatez. Quienes más insultan, difaman y calumnian impunemente en la actualidad son los llamados “troles”, junto con algunos personajes públicos ligeramente desquiciados, que existen en todo bando político. A quienes buscamos paz con justicia y exigimos de los políticos racionalidad, diálogo y buena voluntad, solo nos queda el camino de iluminar la realidad e intentar mostrar caminos de cambio y amistad social. Manejando diferencias y buscando consensos se puede hacer buena política. Respetando y defendiendo Derechos Humanos se puede llegar a acuerdos. Citando a quienes en la historia nos dieron luces de humanismo y sensatez, podemos construir más fácilmente la necesaria convivencia armónica que pone las bases adecuadas para un desarrollo justo y coherente con el bien común.