Miguel José Keegan, F.R.C. (De la Revista El Rosacruz, Julio-Septiembre de 2005)
El hombre, apenas un punto en la Creación (En un paréntesis del artículo “La Música de las Esferas”, se ofrece para esta época de reflexiones, el siguiente trabajo).
Desde que el hombre intuyó que existía algo superior a él que regía en mayor o menor grado sus destinos y era responsable de una gran variedad de sucesos sobre los que no tenía dominio, despertó a la búsqueda de qué era eso superior y cómo manifestaba su poder sobre los elementos en los que actuaba.
Actualmente el hombre está lejos de su edad de piedra, pero aún se halla también muy lejos de comprender que es apenas un punto en la Creación, sobre el que confluyen las Leyes Cósmicas.
Con el paso del tiempo el hombre descubrió ciertas condiciones de la Ley Universal, cuya manifestación es permanente. Estas condiciones son las siguientes:
1. Inconmensurabilidad. El hombre supo siempre intuitivamente que existe una Ley o Principio Cósmico Universal que es infinito y rige todo lo que existe y lo que no, al que se debe absolutamente, por encima de su gusto personal. También debió reconocer que nace ignorante de todo conocimiento con respecto a esa Ley, pero que tiene latente en su interior la posibilidad y la capacidad para descubrirlo paulatinamente, a través de la observación, el estudio, la meditación y la experiencia.
2. Inviolabilidad. A través de los tiempos comprendió que los misterios de esa Ley son inviolables, aunque se abran generosamente a quien los pretende desentrañar. Solo debemos comprender que existen claves rigurosas que el buscador debe conocer, aceptar y adorar, antes de descubrirlas. El buscador no logrará desentrañar ningún secreto de la Naturaleza si antes no establece con ella el firme propósito de respetarla, amarla y servirla. Ella regala libremente sus dádivas al buscador noble y sincero, pero las defiende celosamente de aquel que busca su provecho personal y egoísta.
3. Inflexibilidad. La Ley Cósmica es generosa en extremo, pero también es inflexible. Nada escapa a ella. Nadie puede burlarla o esperar complacerla. Si a veces una manifestación no llega en el momento que el hombre espera, no es la Ley Cósmica la que se equivoca. Debemos estar seguros de que el error siempre es del hombre. La manifestación siempre llega y llega en el preciso momento en que debe, ni antes ni después.
El ingenio del hombre
4. Imperturbabilidad. La Ley Cósmica es indominable y siempre funciona. Jamás descansa, perdona u olvida. Sus manifestaciones a veces suceden más allá del tiempo y el espacio al que estamos acostumbrados, pero siempre se manifiestan sobre quien las puso en marcha. El hombre, con su ingenio, puede armonizarse con algunas leyes para disfrutarlas en vez de padecerlas, pero siempre es el hombre quien debe armonizarse con las leyes; no funciona al revés.
5. Infalibilidad. La Ley Cósmica es infalible. No tiene preferencias, excepciones ni miramientos. Simplemente actúa. Es el hombre quien debe tomar precauciones. El hombre pone en marcha los mecanismos de acción de la gran Ley Cósmica, a través de sus pensamientos, palabras y acciones. Por ello es responsable de las consecuencias de todos ellos, pues la Ley solo responde.
6. Invariabilidad. La Ley Cósmica es invariable. A través de los tiempos el aspecto del mundo y de la humanidad varían conforme a los adelantos tecnológicos y a la evolución del pensamiento. Sobre la faz de la Tierra aparecen los ingenios inventados por el hombre, uno detrás del otro. Pero la gran Ley actúa siempre de la misma manera, no importa si ante una piedra, una flecha o un cohete. Para el caso, da lo mismo.
7. Inagotabilidad. La Ley Cósmica funciona misteriosamente, más allá de nuestro entendimiento. Nunca comenzó y nunca habrá de agotarse. Si nada la pone en marcha, permanece pacífica rigiendo los inimaginables procesos del Cosmos, por encima de las expectativas del hombre y de cualquier otra supuesta raza. Si observáramos desde algún remoto punto del espacio la maravillosa armonía de las esferas, apenas si podríamos sentir que existe. la Ley actúa en el silencio, en la calma y en la oscuridad. Siempre actúa, siempre se manifiesta. Es permanente e inagotable.