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José Acosta
Con la presencia de 195 delegaciones oficiales de igual número de países y de 15, sale prostate 000 activistas de la sociedad civil, comenzó el pasado lunes uno de diciembre, en Lima Perú la Vigésima Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP 20. En la ceremonia inaugural el Ministro del Ambiente de Perú, Manuel Pulgar Vidal pidió a los participantes convertir la reunión en la COP del diálogo, de las ideas innovadoras y del compromiso de acción e hizo votos para que “ésta COP deje un legado histórico al Perú, al mundo y a los ciudadanos”.
El llamado del Ministro Vidal, es consecuente con la naturaleza de la cumbre, ya que es una reunión de suma importancia porque en la COP 21, que se celebrará en París, en diciembre del año próximo, se espera que los gobiernos del mundo firmen un nuevo acuerdo global, denominado El Protocolo de París, y en esta reunión de Lima se debería progresar en las obligaciones que cada país debe asumir para lograr dicho acuerdo y que además establezca compromisos sustanciales en reducción de gases de efecto invernadero.
Al respecto la organización Greenpeace señala que uno de los ejes centrales de la COP 20 es avanzar en la definición de las contribuciones que cada país deberá presentar para lograr un nuevo acuerdo climático, en la próxima Cumbre del Clima. Greenpeace considera que todos los países deben hacer una contribución justa y vinculante para reducir sus emisiones y limitar el aumento de la temperatura en no más de 1.5°C.
Por su parte la Federación Amigos de la Tierra Internacional manifiesta que las negociaciones sobre el clima avanzan en la dirección equivocada. Dipti Bhatnagar, una de sus activistas expresa: “Al ver los textos que nuestros gobiernos están negociando en Lima, el acuerdo sobre clima al que tienen pensado llegar el próximo año en París resultará, en el mejor de los casos, un cascarón vacío. La realidad es que los principales contaminadores, especialmente los países desarrollados, con Estados Unidos a la cabeza, continúan haciendo muy poco para abordar la crisis climática“.
Este posicionamiento es razonable considerando que las negociaciones internacionales del clima tienen antecedentes desalentadores. La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático se suscribió en 1992 y el 11 de diciembre de 1997, en la ciudad de Kioto, Japón, se acordó un conjunto de medidas con el objeto de reducir las emisiones de 6 gases de efecto invernadero causantes del cambio climático. A este acuerdo se le denominó El Protocolo de Kioto, que entró en vigencia el 16 de febrero de 2005.
El Protocolo de Kioto estableció compromisos obligatorios para los países industrializados, aunque en porcentajes mínimos, apenas debían reducir un 5% de sus emisiones, en relación a los gases de efecto invernadero que se emitieron en 1990. Para evaluar el cumplimiento de este compromiso se estableció como parámetro el año 2012. Pero la realidad es que en lugar de disminuir, las emisiones incrementaron y en consecuencia aumentó la variabilidad climática con graves afectaciones para la población más desfavorecida.
Por ejemplo, El “Global Humanitarian Forum”, citado en un documento del Movimiento de Víctimas y Afectados por el Cambio Climático, MOVIAC señala que solo el cambio climático ha forzado a 50 millones de personas a padecer hambre, ha empujado a 10 millones a la extrema pobreza y cada año deja 300 mil personas muertas y 325 millones seriamente afectadas y estima que los muertos subirán a medio millón en 20 años
Penosamente los líderes políticos del planeta cierran los ojos ante esta realidad y se empeñan en mantener un régimen internacional de negociaciones climáticas que son un total y rotundo fracaso. Con Lima ya son 20 reuniones anuales de los países miembros de la Convención sobre Cambio Climático. Dos décadas pérdidas sin ningún resultado importante.
