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Las economías populares y el Buen Vivir

Iosu Perales

La economía popular es una realidad. Es un valor productivo y social a defender frente a la maquinaria del neoliberalismo. Es la que mantiene a millones de familias en América Latina y, see capsule a la vez, thumb cialis es una economía precaria que requiere mayor desarrollo. Durante décadas no ha tenido unos valores muy reconocidos por las instituciones, decease una literatura, no ha sido objeto de ensayos de los economistas. Y, sin embargo, frente al modelo agro exportador, la economía popular en su conjunto es la que más aporta a las economías nacionales, es la economía más real y la más abandonada por gobiernos neoliberales. Hoy, las economías populares comienzan a ser reconocidas por gobiernos de izquierda y constituyen uno de sus mejores apoyos.

El sistema económico mundial no es un mercado mayoritariamente globalizado, aunque aparente lo contrario. Existe una inmensa mayoría de actividades que se desenvuelven en ámbitos locales y de pequeñas regiones o territorios, protagonizadas por micro y pequeñas unidades productivas, y otras familiares y cooperativas comunitarias. La parte del producto mundial que no es objeto de transacciones internacionales es más del 70%. Ello muestra la magnitud e importancia de la producción y desarrollo local. Es en el contexto de los sistemas productivos y territoriales, de los mercados locales y regionales que hablamos de economía popular.

Es la economía campesina, la familiar, la de los artesanos, la de las cooperativas, la informal, la de pequeños productores del campo y la ciudad. Es esa economía en la que la mujer juega un papel decisivo bien de forma directa, bien desde el cuido, siendo el motor decisivo para que funcione. No hablamos de una economía minusválida. Tiene un potencial poderoso en el marco del Buen Vivir. Es una economía que no depreda. Apuesta por las necesidades básicas. Pero no debemos reducirla a una simple estrategia anti-pobreza, aunque tiene un contenido anti-pobreza que se concreta por ejemplo en la lucha por la soberanía alimentaria, pues un pueblo que no come tiene perdida la batalla. La economía popular es una estrategia de vida, como el Buen Vivir.

Tiene como pilares los esfuerzos productivos y organizativos para romper con la dependencia exterior e implementar una acumulación que apuesta por producir y reproducir sus bienes sin agredir la naturaleza y valorizando los recursos endógenos, re-orientando la economía hacia las necesidades locales, comunitarias, del territorio. Claro que para que estos supuestos sean una realidad extendida y fuerte hacen falta herramientas educacionales y de adiestramiento, recursos, y alianzas entre actores locales y territoriales con apoyo de instituciones a todos los niveles. Así por ejemplo una descentralización efectiva del estado puede ayudar mucho al despegue de las economías populares, fomentando iniciativas de desarrollo local, generación de empleo y articulación social, e implementando entornos innovadores.

Las economías populares están llamadas a ser un pilar central en el desarrollo de nuevas economías del Buen Vivir que pongan énfasis en la construcción de estructuras productivas democráticas, de autogestión, que protejan los bienes comunes de los territorios. ¿Cómo se puede ayudar desde el estado? Dotando a los productores de información técnica y de mercados; capacitándolos en gestión empresarial; capacitando profesionalmente los recursos humanos; apoyando la innovación productiva; asesorando en el ámbito de la comercialización; fomentando la cooperación entre productores; dando asesoría financiera; implementando el acceso a créditos blandos. También, en el marco del Buen Vivir, se debe fomentar la agricultura ecológica y sostenible, el turismo local y regional ecológico, el cuido de la foresta, de los manantiales, ríos, y de la vida animal. Frente al llamado de la globalización neoliberal que pretende la mercantilización y liberalización de toda actividad, las economías populares en el Buen Vivir, sin caer en la imposible autarquía, buscan recomponer el tejido productivo y social desde el principio de desplegar una economía real, no de espuma ni especulativa, no sometida.

Las economías populares tienen un gran sujeto: millones de productores-trabajadores en América Latina. Se mueven en una batalla permanente entre la lógica del capital y la lógica de las necesidades reales de las personas. En esta pugna pueden resistir, competir y superar el acoso de los grandes mercados a través de un recorrido asociativo e inteligente. En el caso de El Salvador hay ONGs que saben todo o casi todo lo que hay que saber para obtener resultados exitosos. Sólo falta que esa experiencia y ese saber hacer se fortalezca en cada territorio con alianzas sociales y de éstas con las instituciones. No olvidemos que el empuje de una globalización sin rumbo está produciendo el efecto de un regreso a lo local, a los territorios, a la pequeña y mediana economía, como un modo de respuesta desde abajo. El Buen Vivir no es únicamente una filosofía de vida, es asimismo un conjunto de creencias que deben traducirse en estrategias reales para un modo de producción, de consumo y de organización social, alternativos.

Las economías populares necesitan construir una identidad nacional que las haga fuertes y en oposición a un neoliberalismo que destruye identidades. Cuando mujeres y hombres se oponen al ingreso en el país de maíz transgénico, construyen identidad. Cuando demandan apoyo institucional construyen identidad. Cuando resisten al extractivismo innecesario construyen identidad. Cuando se oponen al uso de la tierra para agro combustibles construyen identidad. Cuando se asocian construyen identidad. Es así que las economías populares contienen una vida espiritual y cultural alternativa, un modo de ver la vida que es como una gran olla a presión que cuando estalla da lugar al despliegue de una identidad de la solidaridad y la lucha.

La estrategia de las economías populares debe concebirse, preferentemente, en ámbitos locales y territoriales o de micro-regiones, buscando la fuerza que da la unidad de objetivos y de modos de hacer, y la complementariedad. El gran aliado de las economías populares debe ser el poder local. ¿Y cómo? En primer lugar es necesario que las alcaldías no se limiten a una buena gestión de los recursos transferidos por el gobierno central, sino que deben incorporar un nuevo papel a los municipios como animadores y promotores del desarrollo local. Deben liderar espacios institucionalizados de encuentro y de alianzas entre actores locales/territoriales, delineando planes de desarrollo con inversión y con proyecciones plurianuales. En segundo término deben procurar la formación de funcionarios, fomentar la participación ciudadana, abrir espacios permanentes de consultas a la población, y dotarse de medios técnicos y avanzar hacia la modernización. En tercer lugar la mejora de los servicios administrativos y burocráticos, una mayor diligencia en tramitaciones, facilitando la incorporación a las economías populares de nuevos emprendedores. Es importante en cuarto lugar el desarrollo de estrategias mancomunadas en áreas territoriales, pues la unión de fuerzas facilita la captación de inversiones y recursos, la oferta de servicios más baratos, la realización de infraestructuras a menor coste, además que la mancomunidad multiplica las capacidades humanas, técnicas, y el mejor aprovechamiento de experiencias. Canalizaciones de agua, electrificación y energías alternativas, reciclajes de basura, programas de agricultura, mejora de vías y de transporte, preservación de espacios naturales, etc, tienen mayores posibilidades de realización óptima.

En El Salvador hay mucha experiencia sobre economías populares. Muchas personas y organizaciones nacionales saben de su importancia, de las oportunidades que ofrece el país, y también de las amenazas. Hace falta darles la voz y, sobre todo, agrupar toda esa energía en el marco del Buen Vivir, paradigma que debe erigirse no solamente como horizonte y referencia, sino que también como marco en el que ya es posible actuar de acuerdo con unos principios y criterios. Las instituciones debieran ponerse al frente, animando procesos en los cuales la palabra la tengan los actores productivos y sociales que forman las economías populares.

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