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Las Elecciones trascienden la campaña y al día de las elecciones

Elsa Morales

En el año 2012 la Secretaría Nacional de Arte y Cultura del FMLN desarrolló una actividad denominada Diálogos Culturales de Invierno, el evento contó con la participación de reconocidos intelectuales, tanto nacionales como extranjeros, analistas políticos de gran experiencia intelectual y vivencial así como académica.

Se expusieron ideas interesantes e importantes para la reflexión, entre ellas la necesidad de desarrollar “Pensamiento crítico”; además, advirtieron que puede haber pensamiento crítico pero sin historia. Otro de los planteamientos fue sobre el concepto de coyuntura, una delimitación de la realidad en el tiempo, afirmó una de las expositoras.

Las exposiciones nos retan, nos desafían a preguntarnos

¿por qué hablar de las elecciones como tema de coyuntura?, ¿debemos hablar de las elecciones en El Salvador, vinculadas a su historia, a sus luchas, a su memoria?

Retomemos algunos momentos relevantes de nuestra historia y su vinculación con el tema

El genocidio del año 32 del siglo pasado se enmarca de manera directa con dos eventos electorales, las elecciones presidenciales de 1931 y las elecciones para elegir diputados y alcaldes en enero de 1932. Las elecciones de enero de 1931 fueron reconocidas como las elecciones más libres y transparentes de ese tiempo, ya para entonces se utilizó la tinta indeleble.

El 1 de marzo tomó posesión el presidente electo en las mismas el ingeniero Arturo Araujo, quien llevó en su propuesta de campaña todo el planteamiento humanista del maestro Alberto Masferrer, cometió el error de llevar como vicepresidente al general Maximiliano H. Martínez, un militar leal a las filas castrenses y a la oligarquía criolla.

Un golpe de Estado 9 meses después de haber tomado posesión depuso al presidente de las elecciones más libres, dando inicio a la dictadura militar en El Salvador que duró más de 60 años, Martínez en su calidad de vicepresidente tomó posesión como el nuevo presidente salvadoreño y aceptó que candidatos del partido comunista se inscribieran para las nuevas elecciones en diciembre de 1932, las que trasladó para el mes de enero de 1932, poniendo como requisito para participar en ellas inscribirse en cada municipio con nombre, dirección, firma o huella digital y filiación partidaria, en estas listas se encontraba el nombre del maestro Alberto Masferrer.

Realizadas las elecciones del mes de enero Martínez anuló los triunfos que en algunos municipios alcanzaran los candidatos con filiación del partido comunista, ordenó se controlaran a los dirigentes del mismo, decretó estado de sitio y ley marcial dando paso al genocidio de ese año tan emblemático en nuestra historia.

Cuatro años después, a las puertas de terminar su periodo, Martínez siendo presidente se postula como candidato único, la Asamblea Nacional lo declara presidente electo por “mayoría absoluta de votos”. Para marzo del año 1944, Martínez pretende reformar la Constitución vigente para permitirle una tercera elección presidencial, de nuevo un golpe de Estado por parte de los militares pretende deponer al tirano, el tirano que ellos impusieran en el 31, pero no fue el golpe de los militares, esta vez fue el pueblo a través de lo que se conoce como la huelga de brazos caídos la que termina con la dictadura de Martínez.

La dictadura militar sin Martínez continúa con sus prácticas impositivas, en enero de 1945 fue electo sin candidato opositor el general Salvador Castaneda Castro, pero, un nuevo golpe de Estado por parte de los militares deja sin efecto tal elección.

El 14 de diciembre de 1948 se crea el Consejo de Gobierno Revolucionario, que el 25 de ese mismo mes dio a conocer entre sus objetivos el establecimiento de un código electoral (decreto 292) “…proporcionará los medios para hacer efectiva la libertad del sufragio”, el Consejo de Gobierno promulgó en agosto de 1949 una ley de partidos políticos permanentes, habían transcurrido 18 años entre las elecciones libres del año 1931 y la promulgación de una ley de partidos en donde se estableció que “Título V, Capítulo 1, Artículo 20. Se prohíbe la constitución y funcionamiento de partidos políticos que sustenten doctrinas anárquicas, comunistas o de cualquier otra ideología que tienda a destruir o alterar la estructura democrática del Gobierno de la República”. Hay un dicho popular que usaba con frecuencia el doctor Ungo en sus conversaciones políticas: “el burro amarrado con tigre suelto”.

En el año 1950 se realizan elecciones con más de un partido político, comenzando una larga manipulación de la legislación electoral para garantizar la permanencia de la dictadura militar, pero con vitrina de elecciones democráticas, los fraudes electorales y la represión fueron una modalidad frecuente.

La década de los años 60 tampoco estuvo libre de los golpes de Estado y de elecciones bajo amenaza y persecución, tal es el caso de la campaña electoral del Partido Acción Renovadora (PAR), con el doctor Fabio Castillo como candidato, en un tiempo en el que ya existía el Consejo Central de Elecciones (CCE) y paralelamente funcionaban las patrullas cantonales para intimidar a la población y señalar como comunista a cualquier simpatizante del PAR.

En los años 70, concretamente el año 1972, la Unión Nacional opositora (UNO) ganó las elecciones presidenciales y en fraude escandaloso le fue arrebatada la victoria electoral, la credibilidad en las elecciones ya mostraba síntomas fuertes y las elecciones del año 1977, la masacre del 28 de febrero contra el pueblo que exigió respeto a los resultados, dejó la experiencia muy clara, que las elecciones en aquellas condiciones eran ilegítimas e inviables para la alternancia, las elecciones estaban agotadas. El desarrollo de los acontecimientos fueron de manera acelerada modificando escenarios, y la lucha se decantó a nuevas formas de organización y participación, los militares recurrieron a su práctica del golpe de Estado, pero esta vez el pueblo estaba organizado y decidido a no repetir el círculo vicioso y dijo no, impulsando nuevas formas de lucha.

A partir de 1980 se desencadenaron 12 años de guerra civil, con todo el drama humano que esto significó para cualquier sociedad, con todo el financiamiento que le fue proporcionado al Ejército gubernamental de esa época, la organización y lucha del pueblo obligaron a aceptar la solución de la guerra mediante el diálogo y la negociación.

Uno de los resultados de esa negociación fue sustituir al CCE por una nueva institucionalidad, garantía de elecciones libres y transparentes, y para ello se crea el Tribunal Supremo Electoral (TSE) que como su nombre lo indica se convertía en la máxima autoridad en materia electoral, organismo colegiado y pluralista, dotado de personas eficientes con una nueva tecnología para volver a la institución eficiente, moderna, veraz en sus resoluciones, oportuna en su reglamentación, pero nuevamente como en el pasado apareció la injerencia de otros entes estatales y comenzaron a modificarlo, a restarle su rol de máximo tribunal, a limitarle su funcionamiento de órgano colegiado y plural. Los intereses grupales y corporativos tienen intereses manifiestos de retroceso al pasado, de amarrar las manos del TSE, ya la historia y la memoria nos recuerda el costo pagado para tener un Estado de derecho que funcione en beneficio de una sociedad democrática.

Estamos en plena campaña electoral en este 2018 para elegir diputados y alcaldes municipales, dentro de un año estaremos en campaña para elegir un nuevo presidente y vicepresidente, es hora de grandes responsabilidades con el futuro, de recordar los errores y horrores del pasado, de convencernos que las elecciones son algo más que una coyuntura que termina el día de las elecciones.

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