Trabajo preparado por la Sección de MEDICINA de la Universidad Internacional Rosacruz UIRC, de la Gran Logia de Habla Francesa (Traducción: Marta López Subirós, Costa Rica)
Las diferentes respuestas al estrés
Independientemente de los cuatro circuitos arriba citados, existe uno para la alegría o la tristeza; uno para la temperancia o la cólera; otro para el optimismo o pesimismo. Gracias a estos diferentes circuitos, cada individuo siente o manifiesta una reacción como respuesta al estrés y a los estímulos registrados por su cerebro. Dicho de otro modo, sienten objetivamente impresiones que llamamos “emociones” y de las cuales las zonas cerebrales no son más que las que revelan. El Yo interno puede medular y modificar la naturaleza de estas emociones, lo que significa que puede escoger entre los dos aspectos de la naturaleza humana, el positivo o el negativo. Es el grado de evolución espiritual de cada quien el que determina esta elección y le permite expresar los estados de consciencia más elevados.
¿Qué pasa cuando una emoción nace? Se precisó que los circuitos que entran en juego con el estrés atraviesan la zona hipotalámica y que el hipotálamo es el cerebro del sistema nervioso autónomo. Según la especificidad de estos circuitos, diversas condiciones aparecen en todo el cuerpo bajo el efecto de cada influjo emocional. Si este influjo es de una naturaleza que crea en nosotros la serenidad, estimula las funciones para-simpáticas creando una economía de todas las funciones principales: la cólera decrece; la respiración y las tensiones musculares se apaciguan; se beneficia la digestión. Al contrario, si toma a los deseos y pasiones más físicos, pone en juego al ortosimpático: el corazón y la respiración se aceleran; el sujeto está listo a responder a las demandas del mundo exterior, lo que le consume energía vital. En ciertas circunstancias, como cuando se solicita al circuito de la angustia, de la depresión, o de la tristeza, ciertas secreciones hormonales son estimuladas por el hipotálamo, la hipófisis y las suprarrenales. Tales secreciones crean un desequilibrio interno profundo y prolongado, que luego es muy difícil de neutralizar. Da como resultado el insomnio, la hipertensión o fatiga.
Los orígenes del estrés
Según la importancia de la emoción negativa engendrada, se produce una reacción ortosimpática que constituye la respuesta inmediata al estrés. De manera brutal y breve, esta respuesta pone en juego a todos los receptores del sistema nervioso autónomo. Engendra igualmente una aceleración del ritmo cardíaco y respiratorio, una vasoconstricción de los pequeños vasos periféricos para permitirle a la sangre fluir hacia los músculos y los órganos nobles, una dilatación de la pupila y la aparición de sudor en las regiones palmarias y frontales. No se puede decir si el conjunto de circuitos que han sido descubiertos y nombrados, llegan al mismo resultado. Podría ser, por ejemplo, que los circuitos de la cólera con rencor no induzcan a reacciones ortosimpáticas, pero que determinen un segundo tipo de reacciones de adaptación que ponen en juego a la hipófisis y a las glándulas suprarrenales. Las reacciones de adaptación que ponen en juego a la hipófisis y a las glándulas suprarrenales. Las reacciones de adaptación son mucho más progresivas y de naturaleza continua. Del hecho de la secreción de los corticoides por parte de las suprarrenales, se pueden citar la degradación de las proteínas del sistema inmunitario, de los músculos, de los huesos y de los vasos sanguíneos. Tal degradación crea una disminución de la masa ósea, con tendencia a la desmineralización de las lesiones vasculares de los pequeños capilares, teniendo éstos la tendencia a estallar por la insuficiencia capital. Otros problemas son la elevación de la presión arterial, aumento de peso por el aumento del aporte calórico ligado a una degradación de proteínas y sobre todo, una baja en las defensas inmunitarias.