(Traducción: Marta López Subirós, Costa Rica) 4 y último
El estrés no siempre es negativo
Retomando el tema muy interesante de este título, podemos decir que en general se puede considerar que la respuesta al estrés de naturaleza negativa, es decir, el que pone en juego el cerebro derecho y los circuitos que se describieron antes, lleva a un desequilibrio interno del organismo, lo que induce una respuesta inadaptada que fragiliza al organismo con respecto a las infecciones. El estrés no siempre es negativo, puesto que la inducción de las emociones que él produce puede ser favorable al organismo. Tal es el caso cuando el individuo está sometido, después de mucho tiempo, a influencias estrictamente objetivas y subjetivas. Un estrés que viene de esas condiciones puede restablecer o reforzar el lazo existente entre el cerebro interno y el cerebro externo. Si el individuo está inclinado a la introspección o a la meditación, su hipotálamo puede determinar una respuesta favorable a este estrés y poner en juego a las partes periféricas del cerebro izquierdo. E en estas condiciones que pueden ponerse en actividad los circuitos de defensa, los circuitos de exceso o los circuitos de deseos elevados; así, una situación de agresión puede convertirse en positiva si el individuo escoge, con conocimiento, responder con su cerebro izquierdo y con los circuitos de las aspiraciones positivas. Estos circuitos son muy interesantes de conocer, pues permiten al Yo interno desarrollar las emociones constructivas recurriendo a la zona del hipotálamo.
Con estos circuitos positivos los que empujan a un animal a buscar su comida y un lugar en donde abrigarse, o le conducen a desarrollar su instinto y a adquirir nuevas cualidades. En el hombre, son los que lo llevan a plantarse preguntas esenciales sobre la vida y a interesase en los grandes misterios de la existencia. A menudo, es después de acontecimientos que engendraron fuertes emociones, como la pérdida de alguien cercano, un accidente o un cambio profesional importante, que entran en actividad.
Ciertas prácticas místicas, como la visualización, la meditación y la oración, pueden activarlas directamente a través de la epífisis, sin que haya necesidad de un estrés exterior. En estas condiciones, las emociones provienen directamente de los niveles más elevados de la consciencia humana, comunicada con la Consciencia Universal. Parece que la inducción emocional proviene de los centros psíquicos, en particular la epífisis.
La “positivización” de las emociones
La energía transportada por los centros psíquicos a través de los plexos, puede determinar a nivel del hipotálamo, una concentración energética que, proyectada sobre las zonas del cerebro izquierdo, es sentida bajo la forma de emociones muy elevadas, tales como el amor, la compasión, la serenidad, etc. es, pues, muy importante para nuestro equilibrio el favorecer el desarrollo de los circuitos reflejos que inducen a la comunión entre el Alma Universal, el Yo interno y el Yo objetivo. En tal comunión, el sistema parasimpático es particularmente activo: economiza la Fuerza Vital y equilibra la energía síquica en el conjunto de nuestros órganos para reforzar la regeneración. Cuando un individuo se relaja y medita, puede recibir la respuesta mejor adaptada al estrés de la vida cotidiana, lo que algunos podrían llamar el buen sentido”, la voz de la verdad”, o lo que los antiguos egipcios llamaban “Maat”. La respuesta dada al estrés se valoriza, es positiva y puede conducir al “rebasamiento” místico.
En resumen, vemos que el estrés depende esencialmente de la forma en que el individuo puede responder a los impulsos emocionales que produce. Sea que el sujeto siga el circuito de un deseo que lo empuja a buscar una solución apropiada y positiva; sea que él se deje llevar por los circuitos que activan las zonas del cerebro derecho, lo cual puede ser perjudicial para su salud, puesto que su equilibrio fisiológico y psicológico está inadaptado. Esto no quiere decir que las emociones focalizadas en estas zonas son de origen negativo o “ligadas al mal”. Hay que considerar que han sido necesarias en la vida prehistórica o que están presentes en los animales inferiores, pues corresponden a su único medio de defensa.