Luis Armando González
Es inevitable que las encuestas de opinión pública serias inviten a una reflexión en torno a sus resultados más relevantes. Es el caso de las encuestas que se realizan periódicamente en la UCA, viagra de las cuales siempre se pueden extraer lecciones importantes. No hay nada que objetar, recipe por tanto, ni al rigor ni a la ética de la institución. En cambio, hay que hacerse cargo de las evidencias que apuntan en torno a las percepciones de los salvadoreños y salvadoreñas en unos momentos ciertamente complicados, en los que se han acumulado (y han hecho eclosión) problemas heredados del pasado –fracaso del modelo económico terciarizado, deuda de pensiones, violencia social y criminal, deterioro ambiental, entre otros— y en los cuales se comienza a atacar frontalmente esos problemas y, en consecuencia, apenas se comienzan a vislumbrar las señales de que las cosas están mejorando.
1. La formación de las percepciones
Un asunto digno examinar –y al cual no se le suele prestar la debida atención— tiene que ver con los factores involucrados, directa e indirectamente, en las formación de las percepciones (creencias, valoraciones y opiniones) de los ciudadanos. Una opinión inmediata –y quizás superficial— sostiene que esas percepciones están determinadas por la realidad en la que viven las personas, de tal suerte que la visión que se recoge en una encuesta vendría a ser una especie de reflejo de la situación real en la que vive la gente.
Sin que se niegue que la realidad efectiva influya en las percepciones ciudadanas, no está claro que estas últimas sean un reflejo fiel de aquélla. Como saben los expertos en ciencias sociales, las percepciones de la gente, más que la realidad efectiva, lo que reflejan es la subjetividad de las personas. Y, cuando se trata de percepciones recabadas y sistematizadas a partir de una encuesta de opinión, también se hacen presentes los motivos, intereses y subjetividades de quienes realizan el sondeo. Determinadas preguntas sugieren (marcan la pauta e inducen) determinadas respuestas, o, lo que es lo mismo, con las preguntas que se hacen en un sondeo de opinión se ofrece un marco de posibilidades de respuesta, lo cual es inevitable, dado el artificio analítico propio de las investigaciones sociales en materia de opinión pública.
Otra cosa que se sabe bien en las ciencias sociales es que las percepciones son una elaboración simbólica, que se construye a partir de diversas fuentes, entre las cuales, además de la propia vida en los contextos en que la misma se realiza –y el significado que cada cual le otorga a esos contextos—, son sumamente relevantes las instancias culturales, las instancias educativas y, hoy por hoy, las instancias mediáticas en toda su diversidad (gráfica, textual y virtual). Es decir, las percepciones no sólo se nutren de la vida efectiva de las personas, sino también de los recursos simbólicos que ellas interiorizan a lo largo de aquélla. Aceptar lo contrario, supondría asumir que la gente se enfrenta a la realidad directamente, sin mediaciones simbólicas (sin lenguaje) y sin supuestos subjetivos previos.
2. Las grandes empresas mediáticas y las percepciones
¿Por qué las personas tienen las percepciones que tienen? Esta pregunta sólo puede responderse afirmando lo siguiente: por las influencias culturales y simbólicas a las que se ven expuestos (y que han interiorizado a lo largo de su vida), además de por las condiciones reales en las que se desenvuelven. De hecho, estas condiciones reales de vida están teñidas (muchas veces opacadas y distorsionadas), por aquél simbolismo que es el que alimenta los valores, las creencias, las actitudes y los hábitos de la gente.
En el caso concreto de El Salvador, es indudable el impacto subjetivo que tienen las grandes empresas mediáticas con sus elaboraciones sobre el tema de la inseguridad.
Los dos matutinos nacionales ilustran bien el tipo de elaboraciones que llegan a la gente desde esas empresas. Por ejemplo, en plena época navideña no cejaron en sus esfuerzos por mantener presente en la gente las cifras de homicidios y el 7 de enero de 2016 –en una primera plana digna de la peor bajeza ética y periodística— La Prensa Gráfica anota lo siguiente: “26 homicidios cada día durante 2016”.
Lo bajo no consiste en informar de los homicidios durante los primeros días del año, sino en dejar en el imaginario social la idea de que “durante 2016” se han tenido 26 homicidios cada día. Se hace un juicio sobre todo el año (el cual apenas comienza), dejando en el ambiente la sensación –de la cual se nutren las percepciones de la gente— de que en 2016 la muerte rondará por doquier.
No hay manera más efectiva de generar pánico colectivo, incertidumbre y desesperanza que crear escenarios (simbólicos) que anuncian muertes violentas en cualquier lugar y en cualquier momento del día. Las grandes empresas mediáticas están trabajando en esa dirección con un empeño fuera de toda proporción, lo cual es ciertamente nocivo para la generación de una cultura cívica acorde con los valores y principios de la democracia.
3. Sondeos de opinión y percepciones
Cuando se indagan las percepciones de un grupo social determinado lo que se está examinando no es la dinámica real (económica, política, cultural, ambiental) de una sociedad, sino cómo las personas viven subjetivamente esos dinamismos y cómo se comportan (o se pueden comportar) en consecuencia. Este es el sentido profundo de investigaciones de esa naturaleza.
No lo es asumir las percepciones de la gente como “verdades” acerca de la realidad.
Es interesante y obligado hacer el cruce entre los dinamismos de la realidad –que requieren instrumentos de investigación distintos de los sondeos de percepción— y las percepciones ciudadanas. Las percepciones de la gente son, pues, un claroscuro; una imagen de su realidad efectiva, pero no una copia, sino una elaboración simbólica, que puede alejarse o acercarse más a la realidad, según sea la calidad de las fuentes que la nutren.
Esta visión y ese compromiso investigativo estuvieron presentes en los esfuerzos de quienes hace dos o tres décadas querían no sólo conocer la realidad nacional, sino incidir en las percepciones de las personas para alentar otros comportamientos. El supuesto era que esas percepciones estaban distorsionadas y que las investigaciones (académicas) de opinión pública ayudarían a conocer mejor el grado de distorsión (ideológica) vigente. A nadie se le ocurría entonces que en esas percepciones se encontraría una descripción fiel de la realidad.
Esto último sigue siendo sigue siendo válido en el presente; sin embargo, es algo que ha sido abandonado, junto con el espíritu crítico de la investigación social y del estudio de las ideologías que estuvo en el origen de los estudios de opinión pública en el país.
En lugar de ese espíritu crítico se ha impuesto la moda –una moda mal intencionada— de hacer de los sondeos de opinión –dando por descontado que las percepciones que ahí se recogen son un reflejo de la realidad— un instrumento para responsabilizar a los gobiernos del FMLN –la moda comenzó con Mauricio Funes y continua con el Presidente Sánchez Cerén— de los problemas (sociales, económicos, políticos) existentes en el país y que, de una u otra forma, se detectan en las percepciones ciudadanas.