Luis Armando González
4. La evaluación de dos gestiones presidenciales: Armando Calderón Sol y Salvador Sánchez Cerén
La forma de proceder descrita arriba no era la predominante antes de 2009, sovaldi sale por no decir que era inexistente. Para ilustrar esta afirmación, buy basta con hacer referencia al gobierno de Armando Calderón Sol (1994-1999). Hay bastantes elementos de juicio para sostener que el suyo no fue un mal gobierno; incluso quizás se trató del mejor de los cuatro gobiernos de ARENA. Pero en su mandato, find se generaron graves problemas de violencia y de inseguridad. El estudio de la UCA y el BID de 1997 así lo confirma1. Nadie lo acusó de ser el responsable de la escalada de violencia criminal que en 1994 dejó un saldo de 9,135 homicidios y en 1995 de 8,485 homicidios2.
Los esfuerzos en esos años y los siguientes, hasta 2009, se centraron en examinar las raíces sociales, económicas, culturales e institucionales de la violencia social y la violencia criminal, no en buscar argumentos para responsabilizar a los gobiernos de esos fenómenos. En el caso de Calderón Sol, nunca se la acusó de ser el culpable de la violencia y la inseguridad. La crítica que se le hizo fue la de haber pretendido restarle importancia al problema, lo cual se reflejó en el empeño de su gobierno por impedir que se divulgara el estudio magnitud y costos de la violencia en El Salvador. El gobierno estaba empeñado en vender la imagen de un país en el que imperaba una “cultura de paz”, y el estudio de la UCA y el BID empañaban esa imagen.
Los gobiernos de ARENA, que siguieron al de Calderón Sol, tampoco se vieron sometidos a ese esquema acusatorio. Ni Francisco Flores ni Antonio Saca fueron declarados culpables de la inseguridad y de la violencia. La crítica se centró en el uso político que hicieron de la persecución de las pandillas, en su falta de determinación para combatir el crimen organizado y la impunidad (crítica que iba dirigida en igual medida a la Fiscalía General de la República y Órgano judicial) y en lo equivocado de haber criminalizado a las pandillas3. A nadie se la hubiera ocurrido decir que la inseguridad –o la difícil situación económica, que ya era un tema recurrente entonces— era culpa de cualquiera de esos gobiernos y de los presidentes. A nadie se la hubiera ocurrido, porque sostener tal cosa era poco serio desde un punto de vista analítico y teórico.
En el presente, se ha olvidado el rigor y, por ejemplo, en la última encuesta de la UCA –salvo en el apartado en el que indaga por el papel de la Fiscalía (que por cierto no sale bien evaluada por la población entrevistada) el objetivo del estudio parece ser evaluar al gobierno desde la percepción ciudadana, y no evaluar la situación del país, pese que es el objetivo que se enuncia expresamente4. Así, el esquema del Boletín de prensa y el sentido de las preguntas que se hacen apuntan a relacionar los problemas del país –en materia de inseguridad y de economía— con el gobierno y con el Presidente Sánchez Cerén. Es justamente eso lo que de estaca en el texto de análisis y se remarca en las conclusiones:
“Sin embargo –se concluye—, la base de las apreciaciones negativas sobre el estado actual del país no se circunscribe a las percepciones ciudadanas sobre la marcha de la economía y la seguridad. Uno de los aspectos que cobra mayor peso [son] los juicios negativos sobre la valoración del Gobierno y el desencanto ciudadano respecto de las expectativas de cambio que generó el Gobierno a su llegada al poder… el descontento de la población respecto al actual gobierno y su capacidad para responder a las demandas más apremiantes de la población, se está traduciendo en un progresivo deterioro de los índices de aprobación gubernamental y en una clara erosión de la imagen del partido en el poder”5.
Las apreciaciones ciudadanas recogidas por la encuesta son lo que se obtuvo de haber preguntado lo que se preguntó, lo cual es legítimo. En cambio, afirmar que el descontento de la población es por la incapacidad del gobierno para responder a sus demandas más apremiantes es un asunto de interpretación de quienes elaboraron el estudio.
Es legítimo interpretar, pero hay que hacerlo de manera explícita, de forma que quede claro que se trata de valoraciones y no de hechos. Está bien que los autores suscriban la tesis de que el gobierno no está respondiendo a las demandas más apremiantes de la población, pero eso no se sigue de la percepción ciudadana ni de los males (inseguridad y economía) de los que la población se queja. Ni tampoco se sigue de la calificación otorgada el Presidente por los encuestados. Que la gente haga ese amarre –que haga responsable al gobierno de los problemas de inseguridad y económicos que le aquejan— es también un asunto de interpretación (una interpretación fuertemente inducida por las grandes empresas mediáticas).
Está demás decirlo, pero en la percepción inmediata de las cosas (por graves, dramáticas o trágicas que estas sean) no se dan las causas de las mismas6; estas deben ser investigadas con otros recursos analíticos. La percepción de la gente (en el caso de la encuesta de la UCA) constata males prevalecientes, no los explica (o en todo caso, la “explicación” que se ofrece debe ser revisada críticamente, no asumida como correcta). De hecho, es grave que el 82.5% de los entrevistados crea que la delincuencia ha aumentado o que el 24.5% admita haber sido víctima de la delincuencia.
Pero esos datos son algo a explicar científicamente, no son una explicación de nada, sino una constatación de cómo las personas perciben la realidad. Y, definitivamente, no es una explicación decir que “las opiniones que sostienen que el crimen ha aumentado son las más elevadas que se hayan registrado en encuestas realizadas por el Iudop en las últimas décadas” o afirmar que “este nivel de victimización es también el más alto reportado por el Iudop desde el año 2000”7. De nuevo, eso es nada más una constatación, no una explicación.
O sea, en la ciencia no basta con constatar; hay que explicar. Y, por su parte, las “explicaciones”8 que da la gente deben ser sometidas a un examen crítico, pues cabe la sospecha que hayan sido inducidas por sectores interesados precisamente en que se imponga en el imaginario colectivo un esquema de “descontento de la población respecto al actual gobierno y su capacidad para responder a las demandas más apremiantes de la población” que se traduzca en “un progresivo deterioro de los índices de aprobación gubernamental y en una clara erosión de la imagen del partido en el poder”.
No hay que ser demasiado lúcido para darse cuenta que ese esquema está siendo propiciado por la derecha empresarial y mediática, usando para tal fin todos los recursos a su disposición. La trampa no está en que la gente perciba que hay inseguridad o que la situación económica es difícil –esto, por lo demás ha sido constante desde 1994—, sino en buscar que sectores amplios de la población responsabilicen de ello al gobierno y al Presidente Sánchez Cerén.
La trampa es se hace más sofisticada cuando, además de lo anterior, se pretende vincular las percepciones negativas de la población con el futuro del proyecto efemelenista. Este es el esquema por el que se está trabajando desde la derecha mediática, empresarial y política:
Volviendo al gobierno de Calderón Sol, en términos de gestión, se dio vida a iniciativas importantes, como el Plan de Nación y la reforma educativa. Con sus limitaciones –que fueron analizadas en su momento 9—, ambos propósitos no eran malos para la sociedad. No obstante, la percepción ciudadana sobre la gestión de Calderón Sol –y sobre su imagen como presidente— no refleja esos esfuerzos. De hecho, a lo largo de su mandato fue evaluado, salvo en sus primeros cien días –que obtuvo una calificación de 6.04—, con notas abajo de 6: 1995: 4.96; 1996: 5.12; 1997: 4.96; 1998: 5.14; y 1999: 5.8910. Hay que anotar varias cosas, a propósito de las evaluaciones que se hicieron, desde la UCA, del gobierno de Calderón Sol y sus resultados, y lo que se viene haciendo desde 2009 con los gobiernos del FMLN.
Ante todo, se trató de evaluaciones de final de cada año de gobierno (salvo la de los primeros cien días) y de final de mandato, no de evaluaciones de cada fin de año calendario. En cada diciembre, o en cada enero, eran otros los análisis, más referidos a la dinámica del país, pues la percepción ciudadana en torno al gobierno se dejaba para cada cierre de año de gestión. Las calificaciones citadas arriba se refieren, justamente, a ese tipo de ejercicio de análisis.
Además, esas calificaciones no eran interpretadas con dramatismo, haciendo depender de ellas el futuro del partido en el gobierno. En efecto, ARENA –pese a las notas obtenidas por Calderón Sol— mantuvo el control del Ejecutivo por dos periodos más (con Francisco Flores y con Antonio Saca). En la interpretación que se hizo en aquel momento de esos datos, se sostuvo que
“La opinión de los salvadoreños sobre el segundo gobierno arenero parece moverse entre la calificación de ‘regular’ y buena como producto de un sensible esfuerzo por promocionar su imagen pública, a través de la presentación pública de grandes obras y de discursos de eficiencia. Sin embargo, el mayor defecto del gobierno… parecer haber sido su incapacidad para establecer comunicación y atender las demandas de la población” 11.
Impecable argumentación, especialmente porque en la misma se deja constancia de intención interpretativa que busca amarrar la percepción ciudadana de entonces con la gestión del gobierno. La hipótesis es que la percepción “regular” que la gente tiene del gobierno de Calderón Sol es su “incapacidad para establecer comunicación y atender las demandas de la población”.
Este rigor pareciera haberse abandonado en el presente; y también la lectura moderada y prudente de los datos de las encuestas. Así, la calificación obtenida por el Presidente Sánchez Cerén (5.18) se lee con un dramatismo fuera de toda prudencia analítica y, además, se la conecta automáticamente con el futuro político del FMLN. Asimismo, se compara esa calificación con otras dos –una de noviembre de 2014 (5.59) y otra de febrero de 2015 (5.68) 12— y se concluye que es la más baja de todas, con lo cual no se hace ningún aporte al conocimiento de la realidad nacional, salvo reiterar lo que esos números indican.
Y posteriormente se hace el amarre siguiente: “la evaluación crítica que domina sobre la situación general del país está basada principalmente en las percepciones sobre el trabajo del gobierno y la situación de seguridad”13. Se trata de una afirmación contundente, pero no por ello menos discutible y de la que cabe sospechar una cierta ligereza, que desdice de la prudencia que se espera de quienes leen e interpretan datos de opinión pública.
El espíritu crítico obliga a comparar esos datos –teniendo como trasfondo los problemas que se generaron en el periodo de gobierno de Calderón Sol y dado que esos problemas se han venido complejizando desde 1994— con los obtenidos por el segundo gobernante por ARENA. En sus primeros cien días, como ya se dijo, éste obtuvo una calificación de 6.04, mientras que el Presidente Sánchez Cerén obtuvo en noviembre de 2014 (lo más cercano a sus primeros cien días) una nota de 5.59.
Por otro lado, en su primer año, Calderón Sol obtuvo 4.96. Esta nota se puede comparar con la obtenida por el Presidente Sánchez Cerén en febrero de 2015: 5.68. Y en su segundo año el presidente arenero consiguió un 5.12. Por su parte, en noviembre-diciembre de 2015 (lo más cercano al segundo año de Sánchez Cerén) el actual presidente de la República fue calificado con un 5.18. Como quiera que sea, las diferencias entre los números de ambos no son abismales. E incluso, salvo en los primeros cien días, en las dos evaluaciones posteriores el Presidente Sánchez Cerén aventaja a Calderón Sol en la nota que las fue otorgada por la población encuestada.
Pese a lo anterior, las unas fueron interpretadas como “regulares” o buenas, mientras que las otras están siendo interpretadas como una confirmación del fracaso del gobierno para responder a las demandas de la sociedad y como un signo de la erosión de la imagen del FMLN. Es oportuno citar aquí otras de las conclusiones relevantes de la evaluación que se hizo de la gestión de Calderón Sol:
“Calderón Sol no se va ovacionado como se fue Cristiani en su momento y ARENA, aunque sigue siendo sin discusión la primera fuerza política del país, debe lidiar con una población que en definitiva prefiere trabajar o hacer cualquier cosa antes de pensar en política. Sin embargo, el segundo gobierno de ARENA tampoco se va vilipendiado, se va más bien dejando interrogantes en los ciudadanos antes que irritación y, sobre todo, se va dejando profunda dudas acerca de su legado”14.
De nuevo, impecable argumentación. Nítida separación en el análisis de la dinámica real del país –con sus problemas económicos, sociales y culturales—, la dinámica partidaria propia de ARENA, la gestión de gobierno, la figura presidencial y su imagen, y las percepciones ciudadanas y su fragua. Este rigor académico –que lamentablemente se ha perdido, quizás para nunca más volver— se recoge en el objetivo del trabajo de evaluación que estamos reseñando:
“El presente artículo es un intento por describir el estado de la opinión pública al finalizar el mandato de Calderón Sol. Para ello se concentra en presentar y analizar resultados de la quinta encuesta de la serie de evaluación del gobierno de Calderón Sol, serie que fue inaugurada en los primeros cien días de gobierno, contra la cual se contrastan algunos de los resultados que se presentan a continuación. Lo que sigue a continuación no pretender ser el veredicto final sobre la gestión calderonista, constituye más bien la documentación de las imágenes, sentimientos y valoraciones de los salvadoreños sobre su primer gobierno de la postguerra”15.
Es de esas imágenes, sentimientos y valoraciones que tratan las encuestas. No de la realidad ni de la verdad que se pueda encontrar en lo que la gente opina. Asimismo, la percepción ciudadana sobre la gestión calderonista –con los números que refleja la encuesta citada (“regular” o buena)16— no fue conectada –ni por las personas ni por las grandes empresa mediáticas— con la dinámica real del país y con las posibilidades del partido ARENA, lo cual se refleja en los dos éxitos políticos de este partido en 1999 y en 2004.