Álvaro Rivera LArios
Poeta y escritor
En la retórica antigua existía una comprensión casuística del estilo. Dependiendo del caso, sickness el tema, treatment el género del discurso y el público al cual iba dirigido, find se elegían las palabras altas, intensas y cargadas de metáforas o se optaba por un lenguaje más simple y con menos “adornos”. Para un retórico como Cicerón el dilema entre el lenguaje sublime y el estilo coloquial habría sido un falso dilema. Cicerón decía que un buen orador era aquel que dominaba los tres estilos (el sencillo, el medio y el sublime) y sabía utilizarlos de acuerdo con criterios de oportunidad.
A quienes gustan las disyuntivas fáciles, y exigen que se opte por un lenguaje coloquial o por palabras elevadas, les cuesta comprender que la complejidad del estilo en literatura no se deja secuestrar por dicotomías escolares. Cicerón, que huía de tales planteamientos simplistas, consideraba que a lo largo de un mismo discurso se podían utilizar varios grados de complejidad verbal. Siglos después, el gran poeta T. S. Eliot combinó lo sublime y lo coloquial en un mismo poemario: “La tierra baldía”. Eliot razonaba que un poema largo por fuerza tenía que tener valles y picos, pausas y aceleraciones, como una manera de escapar de la monotonía formal y de mantener –con los cambios de estilo, tono y ritmo– el interés de los lectores.
Algunos poetas se dejan encuadrar bajo las etiquetas de sublimes o coloquiales y se supone que, desde el primero hasta el último de sus poemarios, despliegan siempre el mismo estilo y son fieles a la misma poética. Estas divisiones escolares, sin embargo, no acaban de encasillar fácilmente a un poeta como Pablo Neruda que escribió un texto hermético como “Residencia en la tierra” y un poemario aparentemente sencillo como las “Odas elementales”. Las diferencias formales en la misma trayectoria de un creador podrían verse como “Etapas” de su biografía literaria, pero también podrían observarse como un signo de la maestría de un artista capaz de moverse con eficacia literaria en diferentes registros estilísticos.
Roque Dalton es un poeta a quien se le pone la etiqueta de conversacional . Se podría llegar a creer que en la noche conversacional todos los gatos son pardos y ahí está el problema: en que hay coloquialismos y coloquialismos y algunos poetas, más que asumirlos como doctrina poética cerrada, lo que hacen es utilizar lo conversacional como una variante poética, como un recurso que puede ir acompañado de criterios literarios más complejos. Hay elementos conversacionales en un texto como “Las historias prohibidas del pulgarcito”, pero la sintaxis que organiza dichos elementos, aquello que los estructura dentro del plan de la obra, los extiende como fragmentos de un collage. Si nos vamos a un texto como Taberna, veremos que ahí conviven el coloquialismo (popular) del poema “La segura mano de dios” y el hermetismo (elitista) de “Los extranjeros”. Podría decirse, por lo tanto, que en la lírica del Dalton maduro asoma una polifonía estilística que refleja la pluralidad de voces del teatro de la sociedad salvadoreña.
Digo esto para que introduzcamos la complejidad ahí donde las etiquetas nos la hurtan. Digo esto para que eludamos la emboscada de las dicotomías escolares. Digo esto para que saltemos por encima de las falsas disyuntivas. Digo esto para que le demos al César lo que es del César.