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Las fórmulas para salir de la pobreza

Mauricio Vallejo Márquez

Escritor, jurisconsulto, maestro,

Editor Suplemento Tres mil

 

Salir de la pobreza es una misión imposible en nuestras tierras del triángulo norte, a menos que las personas sucumban a tres opciones: la emigración, la delincuencia y la política. Cualquier otra alternativa sólo será un paliativo que permita sobrevivir, pero sin privilegios es irreal subir los escalones de las clases sociales, y eso lo sabe la gente que se involucra en esos juegos.

Los privilegios han permitido a las personas nutrirse de forma adecuada, habitar viviendas, estudiar la educación básica y carreras que pueden ayudar a mantener la forma de vida. Lamentablemente esos privilegios también hacen sucumbir a las personas para endeudarse y perder el capital e influencia que tengan.

Para nadie es un misterio que los centroamericanos emigramos hacia el norte de América en busca de oportunidades. Los salvadoreños, como el ligero y continuo goteo sobre una roca van llenando las ciudades de los Estados Unidos, Canadá, Australia, Italia, México y cuanto país brinde las condiciones para huir de la miseria que se vive en El Salvador. Algunos se van con la esperanza de jamás regresar, otros no pueden olvidar sus raíces y se transforman en gestores para erradicar la miseria de sus familiares o de sus pueblos. La gente escapa de la muerte que reparten las maras y pandillas en las colonias populosas de Cuscatlán para encontrarse con una realidad diferente en el que puede haber xenofobia o trato de humanos, donde se puede andar por las calles sin la amenaza de la muerte por vivir en un barrio contrario. Y con el tiempo a pesar de haberse amputado de su tierra se construye como nuevo ser humano y se nutre, y engorda, y logra hacerse camino. Porque en otros lugares se respetan las leyes y existen oportunidades que en El Salvador son exclusivas de los partidos políticos en turno o de las personas que nacieron con privilegios.

Los que no encuentran escapatoria se ven forzados a entrar en el sombrío juego de la delincuencia, de sumarse a las pandillas o convertirse en distribuidores de drogas. Muchos llegan a olvidarse de su moral y terminan estafando a otros, quitándole sus pertenencias. Y así, además encuentran otras formas de subsistir en el breve tiempo de vida que permite la vida delincuencial, ya que ese estilo de vida trae como garantía una muerte temprana o una pena en prisión. Y todo para qué, para tener un Smart TV, para comprar cervezas y disfrutar de cosas que una vida honesta y digna no le permitiría.

Y el tercer grupo, el más triste, utiliza la política de trampolín. Se inscriben en partidos políticos y escalan, son capaces de hacer lo que se les ordena para ganar puestos y salarios, saben negociar para quedar bien parados. Son capaces de mentir y distorsionar la verdad sabiendo que hacen algo incorrecto, olvidan sus principios mientras les convenga, se aprovechan de las personas y las utilizan como idiotas útiles.  Apelan a la ignorancia e ingenuidad de los electores y creen con fe ciega que sus patrocinadores los apoyarán indefinidamente, olvidando que no existen verdaderas lealtades en esas latitudes. Muchos omiten mencionar que la política es para obtener poder para el bien común de los ciudadanos, y en lugar de eso lo ven como la fórmula ideal para pagar sus deudas y hacerse de bienes inmuebles. No les importa la gente, mucho menos la patria. Por eso se afirma que el poder corrompe, aunque en la realidad expone la verdadera esencia de los individuos.

Cada partido en el gobierno tiene parte de culpa en la hecatombe que tenemos como sociedad. Sin embargo, el gobierno en turno es más responsable por continuar con los vicios del pasado y maximizarlos. Y así, cada gobierno que venga y no enmiende los renglones torcidos que tenemos desde la fecha que los españoles se retiraron para dejar a los criollos gobernar estas tierras sin dirección, es más responsable que el anterior. Es responsable por aumentar el odio, el resentimiento, la división; en lugar de conciliar y unir a nuestro pueblo como la patria que es, una unidad que no tendrá escapatoria mientras la gente siga primando su interés individual.

 

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