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Las milicias nazis de Ucrania

Isaac Bigio

Politólogo economista e historiador

El mundo presencia la guerra más peligrosa de este milenio, la cual, en gran parte, se ha producido porque Kiev ha alentado a bandas armadas hitlerianas.

Ucrania se ha convertido hoy en el único país del planeta en el cual el Estado impulsa y financia un batallón que abiertamente reivindica a nazis y que usa sus símbolos y métodos de tortura y de limpieza étnica.

Este es el «Regimiento Azov», el mismo actúa en Mariupul, la principal ciudad costera del mar que lleva tal nombre y del Donbás. Sus integrantes saludan levantando la mano como fascistas, su símbolo es el «Wolfangel» que empleaban divisiones de las SS de Hitler y su ideología se basa en la limpieza étnica de los rusos.

Según las repúblicas prorrusas de dicha región al sudeste de Ucrania, las bandas nazis que componen a dicho regimiento son responsables de haber matado a muchos civiles solamente por ser ruso-hablantes. También les acusan de causar que no se permita la evacuación de civiles a quienes buscan utilizar como escudos humanos contra el avance de las milicias ruso-ucranianas locales y del ejército ruso.

El Gobierno ucraniano, por su parte, trata a dicho batallón como héroes. Inicialmente, los consideraron como parte de las patrullas de tareas especiales de la policía y de los batallones regulados y financiados por el Ministerio del Interior, y luego le ascendieron de rango para ser considerados un regimiento de la Guardia Nacional. Pese a que varios congresistas de EEUU han querido incluir a este regimiento y a otros destacamentos armados nazis en Ucrania dentro de la lista de organizaciones terroristas, para Kiev sus acciones han sido imprescindibles para lograr recapturar en 2014-15 a unos 2/3 del territorio de las separatistas repúblicas de Donetsk (donde Mariupul es el principal puerto y su segunda ciudad) y de Luhansk, las cuales conforman la macro-región del Donbás.

La verdad es la primera víctima

Mientras la BBC habla de que a 2 semanas de la guerra hay unos 1,200 civiles muertos en dicho puerto (lo que implicaría la cifra mayor de bajas no militares en esta guerra), no se detalla quién es el responsable de la mayor parte de esta tragedia. Mariupul es la segunda urbe de la autoproclamada república popular ruso-hablante del Donetsk, cuyo Gobierno denuncia que las fuerzas armadas ucranianas y sus grupos nazis afines son responsables de la mayor parte de las atrocidades que desde el 2014 han quitado la vida a 14 mil civiles, muchos de ellos asesinados bajo tortura o decapitación, así como de haber ocupado 2/3 de territorio del Donbás.

En toda guerra lo que primero muere es la verdad. Esto viene pasando en este conflicto donde en Inglaterra (donde me encuentro) y Europa la TV rusa está eliminada de los sistemas de cable, YouTube o redes sociales y donde toda la información se basa en presentar a Vladímir Putin como un despiadado agresor que ha invadido a una pacífica democracia para eliminar su derecho a la autodeterminación nacional.

El 8 de marzo, cuando el mundo recordaba el día de la mujer, el Parlamento británico, por primera vez en su historia, permitió que el Presidente de una república en guerra se dirija directamente a esta vía pantallas gigantes. A Ucrania se le ha presentado como la mujer inocente que es víctima de las palizas y el abuso de su vecino macho y prepotente. Casi todos los 650 miembros de la Cámara de los Comunes le recibieron a él llevando cintas o emblemas ucranianos en sus pechos y ovacionándolo de pie. Volodímir Zelenski, quien habla perfecto el inglés, prefirió comunicarse en ucraniano (para darle mayor autenticidad y permitir que los traductores hagan su trabajo), lengua en la cual parafraseaba a Churchill y a Shakespeare, para apelar a los británicos.

En muchos de los pueblos más chicos del Reino Unido se pueden encontrar banderas ucranianas y se presenta a esta nación como la víctima de un brutal ataque que debe ser parado a toda costa. La visión que hay en Reino Unido es muy distinta a la que hay dentro de mucha gente de Latinoamérica y de varios pueblos del «Tercer Mundo».

En el Sur hay mucha gente que simpatiza con Rusia porque creen que esta le está conteniendo a una OTAN que antes ha invadido y destrozado Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia o Siria, y a EEUU como promotor de la mayor cantidad de invasiones, bombardeos y golpes militares en las Américas y el planeta. En cambio, el grueso de los británicos se identifican con los EEUU, con quienes comparten orígenes, cultura e idioma, y con Ucrania, al cual ven como otro pueblo europeo víctima de un prepotente invasor.

Esta guerra, por su parte, viene siendo apoyada por TODAS las bancadas parlamentarias. Para el Primer Ministro Boris Johnson esta le ha permitido que la población se olvide de que hace algunas semanas muchos pedían su cabeza por haber desobedecido sus propias órdenes de guardar la cuarentena durante la pandemia. Ahora él aparece como el paladín de la unidad europea y occidental contra Moscú y ese día en el Parlamento dijo que era hora de unirse todos para poner a un lado sus diferencias.

Para el Líder de la Oposición, el laborista Sir Keir Starmer (quien, según el sistema británico, actúa como una suerte de «Primer Ministro en la sombra»), este conflicto le posibilita aplastar a su principal rival (el cual no son los conservadores, sino el ala izquierda de su partido, a cuyo exlíder, el socialista Jeremy Corbyn, y a sus asociados, él quiere purgar). Cualquier parlamentario laborista que se atreva a proponer una moción contra la OTAN corre el riesgo de ser expulsado, por lo que todos ellos han debido bajar la cabeza.

Los parlamentarios nacionalistas de Escocia, Gales e Irlanda del Norte se han unido al coro pro-ucraniano por su solidaridad ante toda nación europea agredida por una potencia, aunque ello va a implicar fortalecer el sentimiento pro-unidad del Reino Unido contra los intentos del Gobierno de Edimburgo de ir pronto a un referéndum sobre la independencia.

Mientras en Inglaterra y Europa solamente se permiten canales que muestren a los rusos como unos brutales invasores, en Rusia, por su parte, muchos medios occidentales están censurados. La versión oficial allí es que Ucrania quiere volver a dotarse de armas nucleares y unirse a la OTAN con lo cual Moscú podría recibir el impacto de un misil atómico a 5 minutos de ser lanzado, y que Kiev ha venido librando una guerra de exterminio contra la población ucraniana ruso-hablante, la misma que ha conducido a eliminar al ruso como idioma cooficial y a que miles de civiles ruso-hablantes de las 2 regiones del Donbás (las que en 2014 se proclamaron como independientes) hayan sido masacrados y sus pueblos están bajo constantes bombardeos e incursiones militares.

Durante los últimos años la media rusa ha venido denunciando todas esas violaciones a los derechos humanos y a la autodeterminación nacional. Esta ha presentado a Kiev como un Gobierno que masacra a sus propios habitantes por querer la independencia o por hablar en ruso, y son numerosos los reportajes en los que se han destapado la existencia de hospitales, escuelas, fábricas, minas y viviendas demolidas, así como de fosas comunes.

Todas estas denuncias han caído en saco rato en muchos medios occidentales. En uno de los debates del Parlamento británico, un legislador del oficialismo conservador sostuvo que las aseveraciones de Moscú acerca de la agresión a los ciudadanos ruso-hablantes en Ucrania le hacían recordar a las quejas que hacía Hitler de la situación de los germanos en los sudetes checos (lo que condujo a su anexión), aunque, entonces, los hablantes de alemán en esas tierras no eran víctimas de guerras, bombardeos o limpiezas étnicas.

Nos encontramos ante un conflicto donde las versiones son tan dispares que es difícil generarse una opinión certera. Por ejemplo, al día 14 de la guerra los datos oficiales del Gobierno de Ucrania hablan de 300 tanques enemigos abatidos y de 12,000 soldados rusos muertos. Esta última cifra implica casi mil militares eliminados por día, una cantidad varias veces mayores a las de las bajas ucranianas (y hasta 10 veces mayor a las que Moscú reconoce). Esto último, a su vez, implicaría que los «invasores» son un ejército muy preocupado por los civiles que conquista, pues prefiere a que se mueran sus efectivos antes que a sus atacados.

La desinformación se agrava por los fuertes elementos de censura que en uno y otro bando se viene produciendo. Y, mientras la OTAN presenta a Rusia como el agresor y Rusia presenta a la OTAN como el agresor a quien se le ha frustrado avanzar, hay dos grandes sectores que pagan la cuenta.

Por un lado, están los casi 50 millones de habitantes de Ucrania y de sus antiguas regiones separatistas, los mismos que sufren los bombardeos o el desplazamiento de al menos 2 millones de personas. De otra parte, están los pueblos del mundo, pues esta guerra está haciendo elevar los precios del gas, el petróleo y todos los demás productos. Y, todo ello, justo cuando salimos de la pandemia y los distintos Gobiernos requieren implementar políticas de ajuste para recaudar los fondos destinados a hacer frente a las cuarentenas, las vacunaciones y la baja industrial producida por el Covid.

Quien quiere encontrar mayor información sobre los paramilitares nazis en Ucrania en la prensa occidental va a tener que rebuscar demasiado, pues es un tema que es intencionalmente «olvidado». Recientemente, participé en un seminario sobre Ucrania del «Economist», el semanario más completo en habla inglesa, y cuándo les pregunté a sus editores sobre los nazis que operan en ese país, mi inquietud fue 100% ignorada.

Cuando en mi Facebook coloqué una foto del batallón Azov y los denuncié como hitlerianos, esta red me ha suspendido, pese a tener más seguidores en esta que la actual presidenta del Congreso peruano. Por increíble que parezca, Facebook permite que el «Azov Batallion» tenga una página con ese mismo nombre en su sistema, pero ha excluido de este a todo medio televisivo ruso.

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