Guido Castro Duarte
El hombre ha establecido unas fronteras en el tiempo a través de la división en días, meses, años, siglos, etc. Como si el simple cambio de calendario nos pusiera en un nuevo escenario de la realidad, pero como muchos de los acontecimientos políticos y económicos son calendarizados, podemos hacer un somero análisis de las perspectivas del 2017 que ya está a las puertas.
Este año nos coloca en un período pre-electoral, en el que las luchas internas dentro de la partidocracia, irán definiendo los candidatos a diputados, concejos municipales y a los posibles sucesores del Presidente Sánchez Cerén en el 2019.
Todo apuntará en esa dirección: la oposición se encargará de hacer quedar mal al partido en el gobierno, el FMLN tratará demostrar que todos los males del país se deben a los 20 años de gobierno arenero y GANA pretenderá hacer creer, a través de las acciones de su Presidente en la Asamblea Legislativa, que ellos son una mejor opción política.
El problema es que las campañas nos muestran una vitrina de candidatos descalificados por sus adversarios, y nunca se debate la realidad nacional, ni la necesidad de cambiar radicalmente el rumbo que actualmente lo lleva al descalabro social, y la forma en que el pueblo debe ejercer su Soberanía en la designación de sus representantes, así como tampoco los límites que estos pueden tener en el ejercicio del poder delegado.
Los niveles de corrupción que se han conocido en los últimos meses en las altas esferas del poder político, y el ya conocido por el pueblo en las bajas esferas de la burocracia, nos demuestran la necesidad urgente de entrar a un debate serio sobre la necesidad de una nueva forma de organización del aparato que ejerce y controla el Poder.
Esto nos lleva a la necesidad de discutir el verdadero papel del gobierno en la sociedad: paternalismo contra la subsidiariedad.
Pero volviendo a las perspectivas del 2017, el ascenso al poder en Estados Unidos de Donald Trump, representará un envalentonamiento de la derecha salvadoreña y un problema de emigración para El Salvador, que sustenta su economía, no en la riqueza que genera la gran empresa, sino en los 5000 millones de dólares que anualmente envían los pobres a El Salvador, y que la gran empresa se encarga de acumular mediante la cultura hedonista y consumista que ha creado.
La izquierda a nivel latinoamericano no está en su mejor momento, los cuestionamientos en los que se encuentran muchos de sus íconos, la muerte de Fidel Castro y la crisis venezolana, deberían llevar al partido en el poder a una revisión ideológica y programática para no verse expuesta en los próximos años en el banquillo de los acusados.
La vieja derecha debe ser enterrada junto a sus símbolos, porque les guste o no, representan lo más abyecto de la política salvadoreña en los últimos treinta años: han esquilmado la economía nacional y las arcas del Estado, han protagonizado los escándalos de corrupción más grandes de la historia, han producido una brecha social insuperable en el corto plazo: un cinco por ciento de la población posee aproximadamente el ochenta por ciento de la riqueza y el noventa y cinco por ciento de la gente solo cuenta con el restante veinte por ciento. Somos un país de pobres sostenido por los pobres que viven en el extranjero.
La violencia y la delincuencia no disminuirán, ya que sus raíces estructurales no están siendo atacadas. Las maras son un fenómeno que se reproduce aritméticamente, y a menos que se produjera una represión de resonancia internacional, a lo cual no se expondrá el FMLN, para no repetir la historia del 32, el fenómeno seguirá creciendo, siendo un grave error medir los niveles de violencia con el número de asesinatos, porque es más grave para la población soportar el fenómeno de la extorción, de las violaciones, hurtos y robos, que esos asesinatos. En fin, el panorama no es nada halagador, los sonidos estridentes de la campaña electoral no permitirá una discusión seria de la situación real del país y de las perspectivas de un nuevo Pacto Social que permita generar un nuevo rumbo para nuestro pueblo.