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Las secuelas de fin de año

LAS SECUELAS DE FIN DE AÑO
Marlon Chicas El Tecleño Memorioso

Año nuevo, vida nueva, cargado de esperanzas y buenos augurios, con la fe puesta en el Creador
por días mejores, en tal sentido, es imposible no traer a la memoria, las secuelas de las fiestas de
fin de año, en mi añorado barrio El Calvario de Santa Tecla, con sus otroras calles de laja y finísima
arenilla que, según historias de nuestros mayores, fue producto de una extinta laguna, en la que
algunos patos llegaban a refrescarse en sus cristalinas aguas.

Siempre fue característico que sus calles y avenidas quedaran inundadas de cartuchos de cartón y
papel periódico, producto de la quema de pirotécnicos, los cuales eran demandados por adultos y
jóvenes, incluso hubo entre el vecindario más de algún parroquiano como el Tío Carlos (así
conocido en la zona), que invertía doscientos colones en una ametralladora que se extendida
sobre la calle, todo para recibir el nuevo año, entretanto otros se conformaban con luces de
bengala, morteros y volcancitos.

Por otra parte, nunca faltó el infante que, por andar de valiente, ante las niñas, se llevó una
quemada de dedos, otros una visita a la sala de urgencias del Hospital San Rafael, con
consecuencias graves en su indefenso cuerpo, ante la negligencia de algunos progenitores, que
por dedicarse a los traviesos (tragos) o estar animados al ritmo de la “Charanga”, se desatendían
de ellos.

El día 2 de enero, no era raro encontrarse con algunos vecinos o amigos por la calles, doblegados
por el dios Baco, haciendo cola en famosas cantinas como Chico Chile o don Chabelo, aliviándose
de la “Goma”, otros durmiendo plácidamente sobre las frías lajas, ante la impotencia de llegar por
sus propios pies a sus hogares, hubo algunos a quienes se les despertaba el Vicente Fernández (+),
que llevaban dentro, atormentando al vecindario con sus berridos, o emulando katas (formas o
secuencia de movimientos en karate), del recordado Bruce Lee (+), combatiendo con seres
imaginarios.

Por su parte, los más refinados asistían a urgencias del Seguro Social, en búsqueda de la famosa
boleta rosada, argumentando en sus trabajos, problemas de salud, logrando con ello tres días de
incapacidad, hidratándose con sopones de mondongo, patas, garrobo, huevo con chipilín entre
otras exquisiteces, preparados por sus hacendosas esposas, o en las cocinas del mercado central,
así mismo, las tiendas del barrio hacían su agosto en enero, ante la demanda de antiácidos y
bebidas simples, con lo que el sufrido hígado, se reponía de la letal batalla de fin de año.

Y qué decir, de las aflicciones de las amas de casa, quienes debían a inicios de año, realizar visitas
obligadas a los montes de piedad, empeñando planchas, televisores, radios, prendas de oro, entre
otros, por la irresponsabilidad y mal uso del aguinaldo, que el señor de la casa hacía del mismo, el
cual para esas fechas era inexistente o insuficiente para cubrir la demanda que se avecinaba con el
año escolar, dichos bienes eran entregados con la promesa que en cuatro meses máximos se
retirarían o pasaban a nuevas manos.

En fin, así iniciábamos un nuevo año, los residentes del barrio El Calvario de Santa Tecla, como
muchos otros barrios de la ciudad, por lo que esta crónica evoca estas reminiscencias, con la                               ilusión y esperanza en Dios que el presente año, será mucho mejor que el anterior, ¡Feliz y
bendecido 2022! estimados lectores.

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