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Tajcuilujlan es un cantón del municipio de Nahuizalco, Sonsonate, donde pervive una generación de tejedoras de petates, mujeres indígenas que aprendieron este oficio ancestral de sus madres y abuelas.
La elaboración de petates data de la época prehispánica. Eran usados para dormir, hacer tareas del hogar, en reuniones familiares, actos cívicos o para enrollar cuerpos de difuntos antes de enterrarlos, y de allí la frase: “ya se petatió”.
Esta especie de alfombra es tejida con una hoja larga que las mujeres de Tajcuilujlan llaman “tule”, el cual es cultivado en los alrededores de sus casas, una tierra rica en agua, hortalizas y árboles frutales.
“Nosotras el tule lo mojamos, se raja, se saca el mecate, que es el corazón y se ocupa para amarrar verduras, con la palma empezamos a tejer. Este es un trabajo que nos enseñaron las abuelas y nos sirve para cuidar los hijos”, dice la señora Rosa Zetino, quien además de petates elabora canastas de la misma fibra vegetal con su hijo, Elías Antonio García.
En el cantón existen aún unas treinta mujeres que se dedican a este oficio, “porque la mayoría ya se murió. De un rollo de tule (cuesta US$75.00) salen como 36 petates. Un petate lo compran por cinco dólares o cuatro y lo hacemos en dos días, es un poquito lo que ganamos; lo hacemos porque es una costumbre que nos dejaron. Si estamos cocinando, estamos haciendo un petate viendo la olla”, detalla la señora Reina Martínez.
A Martínez le enseñó a tejer petates su abuela: “Ella bien bonitos los dejaba, hasta los coloreaba con anilina. Me decía: Hija, aprende a hacer petates. Este es un oficio que se ve sencillo, pero a la misma de allí va agarrando uno para sobrevivir. A mí me gusta hacer esto y si está lloviendo lo podemos hacer adentro”.
Eugenia Tepas es una de las herederas de este oficio. Ella tiene 76 años y le gusta ganarse sus “propios centavos”, pero dice que no tiene dinero para comprar el tule. A este problema se le suma la falta de interés de los jóvenes por aprender a tejer petates.
La comunidad de Tajcuilujlan, que en idioma náhuat significa “listón de la reina”, pide proyectos para continuar tejiendo petates y para que la juventud se interese en aprender esta tradición, presente aún en muchas de las comunidades indígenas de nuestro país.
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