Marcelo Justo/BBC Mundo
Empresas sin directores ni empleados, ni siquiera seres humanos. Un único edificio en las Islas Caimán es la sede de 18.000 empresas internacionales. Barcos que cambian de bandera una vez en alta mar, para así evadir sanciones contra sus gobiernos. Multinacionales compuestas de cientos y a veces miles de empresas.
Bienvenidos a esta especie de «realismo mágico» de las finanzas globales, eje del congreso anual de la Coalición por la Transparencia Financiera que concluye este miércoles en Lima, Perú.
La coalición, que agrupa a organizaciones que luchan en distintas partes del planeta contra la evasión fiscal, describió a lo largo de tres jornadas la red de paraísos fiscales y empresas fantasmas que aceitan el sistema financiero internacional.
Las estimaciones varían, pero según Luis Moreno, de Latindadd, una de las organizaciones de la coalición, los números de esta fuga de capitales son estratosféricos.
«Las cifras están creciendo año con año. Una estimación conservadora de estos flujos financieros en 2011 es que representaron unos US$947.000 millones en los países en desarrollo, un aumento del 13,7% respecto al año previo», señala Moreno.
«De esta suma a América Latina le corresponden US$116.000 millones», agrega.
Entre las 25 economías con mayores montos de capitales fugados entre 2002 y 2011 figuran siete países de la región: México, Brasil, Costa Rica, Chile, Paraguay, Venezuela y Panamá.
El multimundo
Este mundo financiero paralelo está alimentado por tres arterias: la corrupción, el lavado de dinero (de narcotráfico, armas, personas, etc.) y el comercio global.
Pero contrario a la percepción pública, el lavado de dinero y la corrupción, que suelen atraer todo el interés mediático, son los de menor peso: un 20% del total.
«El comercio mundial representa el 80% del total de esta fuga de capitales. Este comercio está dominado por las multinacionales que constituyen alrededor del 60% de todos los intercambios comerciales globales», indicó Moreno a BBC Mundo.
Según el especialista Ronen Palan, de la City University de Londres, la mayoría de las multinacionales conocidas por su nombre de marca –Google, Amazon, IBM, etc.– «forman un sistema ecológico interno con cientos y hasta miles de compañías registradas en distintos paraísos fiscales, desde la islas Caimán hasta Holanda o Luxemburgo».
La jerga del Paraíso Fiscal
La operativa interna de este «sistema ecológico» de compañías ha generado una jerga propia para describir sus prácticas.
En el «Round Trip» el que viaja de ida y vuelta es el dinero de un inversor, que sale de un país «x» y va a una compañía en un paraíso fiscal que lo vuelve a invertir en el país de origen, pero pagando impuestos «paradisíacos» de tan bajos o inexistentes.
Así, uno de los mayores inversores en el país más poblado de la tierra, China, es una de las jurisdicciones más pequeñas del planeta: las Islas Vírgenes Británicas, de 28.000 personas.
Estas son el refugio favorito de los inversores chinos, los que ponen su dinero en empresas creadas allí, y desde donde son reinvertidos en China pagando menos impuestos en el proceso.
En el «Transfer Pricing» (manipulación de precios de transferencia), como el impuesto se cobra sobre las ganancias y no sobre los costos, la compañía madre tiene costos altísimos de producción en el país donde las tasas a la ganancia son más altas.
Estos costos se inflan por la adquisición de servicios a sus subsidiarias a precios altísimos (préstamos a altísimos intereses, regalías por marcas, etc.).
Y las subsidiarias registran todas las ganancias y como están en paraísos fiscales casi no pagan impuestos.
Un ejemplo típico del «Treaty Shopping» (el comercio de tratados), por su parte, es la manipulación de los tratados sobre doble imposición.
La idea de estos tratados es evitar que una multinacional tribute dos veces: una vez en el país en el que invierte y otro en su lugar de origen.
Pero la manipulación de este tratado consiste en no pagar impuestos en ninguno de los dos lados, simulando ante ambas partes que se paga en la otra jurisdicción.
Mi empresa no tiene ébola
En su página web el gobierno de Liberia en África occidental ofrece servicios financieros.
Estos servicios son la constitución de compañías de todo tipo (bancos, multinacionales, empresas navieras, etc.) bajo un régimen impositivo favorable y regulación nula con absoluto secreto bancario.
Y según el abogado Jack Blum, director de la coalición Tax Justice en Estados Unidos, el mismo gobierno reconoce que la sede central de su servicio no se encuentra en Liberia sino en Estados Unidos.
«Dada la preocupación mundial con el ébola y para dejar en claro que no plantea riesgos de ningún tipo –ni financiero ni a la salud– el mismo gobierno de Liberia dice en su página web que no deben preocuparse por el problema del contagio del virus porque su sede está en Virginia Occidental», le dijo Blum a BBC Mundo.
La sede de estos servicios financieros del gobierno de Liberia está en Virginia Occidental desde hace 30 años.
Es decir, abarca el período en que Liberia estaba gobernada por Charles Taylor y era considerada un «Estado paria» por el mismo Estados Unidos.
En 2013, en su informe sobre derechos humanos en Liberia, el Departamento de Estado censuraba entre otras cosas que este país africano no tuviera una ley que penalizara la corrupción.
«¿Cómo puede ser entonces que operen desde Estados Unidos? No es exactamente un secreto, ya que está publicado en la página web», apunta Blum.
«Es un reto a la imaginación que cosas así pasen. Todos los paraísos fiscales plantean este desafío. La industria naviera es un ejemplo», agrega.
Un mar de barcos fantasma
Estados Unidos aprobó en 2012 una batería de duras medidas contra Irán que contemplaban sanciones para cualquier banco o empresa que tuviera relaciones comerciales con el gobierno iraní.
El objetivo era forzar al gobierno a adoptar una postura más flexible en las negociaciones sobre su programa nuclear mediante la presión sobre su principal producto de exportación: el petróleo.
«Irán, que tiene una larga experiencia en esta cuestión de sanciones internacionales, ha usado barcos con bandera de paraísos fiscales y empresas fantasmas que le han permitido seguir exportando petróleo», señaló Blum a BBC Mundo.
Los barcos petroleros cambian de bandera en altamar y los ingresos de las ventas se hacen a nombre de compañías registradas en paraísos fiscales.
¿Cómo cazar fantasmas?
«Todo el mundo usa empresas fantasmas. El Estado, las empresas, los bancos, los individuos», le dice a BBC Mundo otro participante del congreso en Lima, Robert Palmer, investigador de lavado de dinero de Global Witness que forma parte de la coalición.
Estas empresas operan con total libertad en Estados Unidos.
El estado de Delaware, considerado por algunas organizaciones el mayor paraíso fiscal del mundo, es un ejemplo.
Si uno escribe en el buscador de Google «Delaware shell company» (empresa fantasma) se encuentra con unos 867.000 resultados.
«Si en Estados Unidos uno solicita una licencia para conducir o un carné de biblioteca le hacen llenar un formulario con más datos que los que piden para formar una compañía en Delaware», señala Palmer.
«Ahí basta con poner nombre, apellido y teléfono. En diez minutos uno tiene su compañía», agrega.
La gran ventaja de los paraísos fiscales es la opacidad, porque si bien al formar la compañía hay que llenar un formulario con el nombre, como estas firmas no están en un registro público esta información es inaccesible.
Así en las Islas Vírgenes Británicas hay 830.000 compañías para una población de 28.000 habitantes y más de 5.000 empresas por metro cuadrado, que sirven de vehículo para este movimiento continuo de dinero.
Otro ejemplo de desproporción flagrante entre habitante y número de firmas es el de las Bahamas, que tiene unos 300.000 habitantes y 113.000 compañías.
«Muchas pequeñas empresas comienzan siendo eso, un nombre sin más. El tema es que no se pueda saber quién es el dueño. Allí empieza el ocultamiento», dice Palmer.
¿Qué hacer?
Esta pintoresca realidad tiene un fuerte impacto sobre las sociedades.
El director de la Red Justicia Fiscal en América Latina, Jorge Gaggero, calculó que en el caso de Argentina la fuga de capitales de 2012 fue de US$28.000 millones.
«Esto equivale a un 4,7% del PIB o a 20% de la inversión anual del Estado», señaló a BBC Mundo.
El estallido financiero de 2008 puso el tema en el radar mediático y llegó a cambiar la opinión sobre los paraísos fiscales de baluartes del pensamiento ortodoxo como el semanario británico The Economist.
La publicación escribió en febrero de 2007 que «los paraísos fiscales son una parte inevitable de la globalización que en última instancia tiene un efecto positivo y saludable».
Seis años más tarde publicaba un informe sobre el tema y lo ponía de portada de la revista con el titular «El agujero fiscal de US$23 billones».
Esta visibilidad mediática y la aparición de movimientos sociales que han hecho del tema un eje de movilización política no ha logrado, sin embargo, cambios sustanciales.
Pero Jorge Gaggero ve tres instancias de intervención.
«A nivel nacional hay todavía un margen para una mayor fiscalización. Pero además habría que tener políticas conjuntas que todavía no se han formulado. Países como Argentina y Brasil tendrían que aprovechar mejor el espacio que tienen en el G20 para presionar sobre el tema en representación del conjunto de los países de América del Sur», le dijo a BBC Mundo.
«A nivel global el avance es muy lento y muchas veces está enfocado en frenar la evasión en los países centrales, pero sin preocuparse por la evasión que reciben de los países en desarrollo», agregó.
El comunicado final de la cumbre de abril de 2009 del G20 habló del fin de la era de los paraísos fiscales.
Pero pasada aquella hipérbole, la cumbre del mes próximo tratará el tema de las empresas fantasma.
Y las soluciones de fondo aún están lejos.
La riqueza oculta de los millonarios alimenta la desigualdad
Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y diversas estimaciones privadas reconocen que la desigualdad ha aumentado significativamente, pero se quedan asombrosamente cortos en su cálculo.
En 2006 la ONU halló que el 1% más rico del planeta poseía un 39,9% de la riqueza global, mucho más que lo que le tocaba al 95% de la población mundial.
En 2011, desde el sector privado, el «Global Wealth Report» (Estudio Global de la Riqueza) del Credit Suisse Research Institute halló que el 10% más rico tenía el 84% de la riqueza mientras que la mitad más pobre solo un 1%.
En los últimos años ha habido una explosión de estudios dedicados al tema, la mayoría con el nombre de «Global Wealth Report» que da un total de 236 millones de entradas cuando se lo busca en Google.
El tema está tan en el candelero que un libro de 650 páginas poblado de estadísticas sobre la desigualdad en los últimos tres siglos, «Capital in the 21st Century», del francés Thomas Piketty, se convirtió en un best seller en Estados Unidos.
Sin embargo, según James S. Henry, ex economista jefe de la consultora McKinsey y profesor del Centro para la Inversión Internacional Sostenible de la Universidad de Columbia, tanto los cálculos de Piketty como los de organismos mundiales y privados subestiman la verdadera desigualdad mundial.
«Hay unos US$21 millones de millones ocultos en paraísos fiscales. Esta riqueza está en manos de una pequeña élite y no forma parte de las mediciones. El error de Piketty y de otras mediciones es que no valoran este factor que tiene un fuerte impacto en la desigualdad», indicó Herny a BBC Mundo.
Midiendo la desigualdad
Las mediciones sobre ingresos se establecen fundamentalmente a partir de las declaraciones impositivas, es decir, la riqueza registrada por el fisco.
En base a estas declaraciones se puede construir el coeficiente Gini que mide la desigualdad.
Este coeficiente va de 0 (igualdad total) a 1 (desigualdad absoluta).
En países con una estructura social más igualitaria como los escandinavos, el coeficiente es de 0,25. En países más desiguales, como algunas naciones africanas, alcanza el 0,6.
El estudio de Henry sobre la riqueza oculta («The Price off shore revisited») muestra las limitaciones de esta comparación cuando solo se toman en cuenta los datos visibles.
«La mitad de los US$21 millones de millones en depósitos en paraísos fiscales está en manos de las 91.000 personas más ricas del mundo, un 0,001% de la población mundial, que controla una tercera parte de toda la riqueza mundial. Esto nos permite calcular también que unas 8,4 millones de personas, es decir, un 0,14% de la población tiene el 51 % de la riqueza mundial», indicó Henry a BBC Mundo.
Los países con más desigualdad
El informe de Henry, basado en datos oficiales de cada país, de los Bancos Centrales mundiales (el Bank of International Settlements), el FMI y el Banco Mundial, analiza 139 países, la mayoría de ingresos medios-bajos.
Entre los 10 con mayor fuga de capitales en valores del 2010 se encuentran China, Rusia, México, Arabia Saudita, Malasia, Emiratos Arabes Unidos, Kuwait, Venezuela, Qatar y Nigeria.
El impacto concreto que tienen sobre el cálculo de la desigualdad es claramente visible en un estudio específico sobre Argentina, «Fuga de Capitales III (2002-2012)», que halló un aumento del coeficiente Gini de 0,42 a 0,48 puntos una vez que se contabilizaban los fondos fugados a paraísos fiscales.
Uno de los coautores de la investigación, el economista Jorge Gaggero, explicó a la BBC el impacto económico-social de este proceso.
«Si aceptamos que el stock fugado alcanza los US$400 mil millones de dólares, equivalente a 15 veces el nivel de reservas del Banco Central, el coeficiente de desigualdad salta de 0,42 a 0,48. Muchos piensan que en realidad la suma es aún mayor si se toman en cuenta las manipulaciones contables de empresas multinacionales y otros factores. Pero aún si nos limitamos a la cifra más ‘conservadora’, vemos que el salto que da la medición de la desigualdad neutraliza todos los avances logrados en una mejor distribución del ingreso por el crecimiento económico y las fuertes políticas sociales del período 2003-2010», indicó a BBC Mundo Gaggero.
El investigador, que es miembro fundador del capítulo de la ONG Justicia Fiscal en América Latina, señaló que en la región se visualiza un salto comparable en el coeficiente Gini de desigualdad cuando se toma en cuenta esta riqueza oculta.
«Aún sin contar la fuga de capitales América Latina es la región con el más alto nivel de inequidad del mundo. Contabilizando además esta fuga, la región confirma con creces ese triste privilegio», señala Gaggero.
La paradoja «americana»
Un ejemplo de este proceso en países ricos es la llamada «paradoja americana», analizada por Sam Pizzigati, del Institute for Policy Studies de Washington.
«Esta paradoja es la profunda desconexión que hay entre los datos que tenemos sobre la desigualdad de ingresos y desigualdad de riqueza. La de ingresos nos dice que ha habido un enorme crecimiento de la desigualdad entre los más ricos y el resto. Pero cuando analizamos la desigualdad de riqueza, vemos que la diferencia es ínfima», señaló a BBC Mundo Pizzigati.
Los datos más exhaustivos sobre ingresos salariales en Estados Unidos provienen de los estudios de Thomas Piketty y Emmanuel Saez que muestran que los del 1% más rico se duplicaron entre 1980 y 2010 mientras que los del 0,1% se triplicaron y cuadruplicaron.
Pero si uno mide la desigualdad de riqueza (el patrimonio de una persona, incluyendo depósitos, acciones, inmuebles, etc), se ve que en 1983 el 1% más rico tenía un 33,8% mientras que en 2009 tenía un 35,6%: el incremento de la desigualdad a este nivel es marginal.
«La explicación más lógica de esta diferencia es la riqueza oculta en paraísos fiscales. Si no, habría que pensar que esta gente se gasta US$5.000 en cenas cada noche del año. No se puede consumir esa enorme diferencia de dinero. Está en algún lugar», explica Pizzigati.
Algunas objeciones
Los más férreos defensores de un neoliberalismo a ultranza señalan que no existen la «fuga de capitales» o los «paraísos fiscales».
Según esta concepción, el capital no se fuga porque su dueño tiene derecho a colocarlo donde más le convenga. El paraíso fiscal es simplemente la existencia de estados que ofrecen mejores condiciones para un determinado depósito o inversión.
Una segunda crítica se centra en el cálculo del dinero que se encuentra en los llamados paraísos o guaridas fiscales (el término «paraíso fiscal» proviene de una traducción errónea: el original en inglés es Tax Haven (guarida fiscal) confundido por homofonía con «Tax Heaven» (paraíso en inglés).
«No cabe duda que hay grandes sumas ocultas, pero cuando se trata de tanto dinero uno se pregunta qué se está haciendo con todos estos fondos. Los paraísos fiscales serían mucho más ricos de lo que son», señaló a la BBC John Whiting exdirector de política impositiva del Chartered Institute of Taxation del Reino Unido.
Desde esta perspectiva, no se cuestiona el concepto de «guarida o paraíso fiscal» sino la cantidad de fondos que se encuentran allí y su circulación.
Pero más allá del debate sobre el monto total, está claro que una vez que se incorpora el concepto de «Guarida o Paraíso fiscal» (y el consenso global es que son una entidad incuestionable) la desigualdad mundial es más profunda y preocupante que lo calculado hasta el presente.
Cómo tener miles de compañías sin poner un centavo
Los paraísos fiscales no son sólo para los ricos. Un ser común y corriente como usted o yo también puede ganarse sus reales –o pesos o dólares– y convertirse en director de cientos y hasta miles de empresas.
No es cuestión de tener un maestría en negocios de la Universidad de Harvard. En realidad, para la carrera de testaferro no se requiere ni siquiera buena presencia.
Este personaje es la cara visible de la compañía registrada en el paraíso fiscal. Muchas veces sus funciones se limitan a prestar su nombre y recibir un pago anual a cambio.
En algunos casos tiene que responder a cartas y enciende el alerta en caso de que haya una investigación en curso.
Richard Murphy, director de la ONG británica UK Tax Justice, que denuncia la evasión impositiva, le explicó a BBC Mundo el lugar que ocupan los testaferros en el modus operandi de los paraísos fiscales.
«Cuando aceptan el trabajo, firman una carta de renuncia sin fecha para que los verdaderos directores puedan despedirlos cuando quieran. Su principal función es ocultar al verdadero dueño de la compañía, que no quiere que se sepa su nombre por razones impositivas o políticas o de dinero ilegítimo», dijo Murphy.
Cling caja
El pago anual por estos servicios va de US$300 a US$5.000, y su popularidad se ve a las claras con una simple búsqueda en Google.
Si uno le pide al buscador un «Nominee Director» (testaferro en inglés) obtiene unas 134 millones de entradas correspondientes a países de todo el mundo, desde Finlandia hasta Singapur.
Esto dice uno de los anuncios: «Si usted quiere que la propiedad de su compañía permanezca anónima, éste es el servicio ideal».
«En el directorio de compañías de Reino Unido se requiere incluir el nombre, la dirección, la fecha de nacimiento y la nacionalidad del director. Un testaferro puede actuar como tal, salvaguardando su privacidad», ofrece la firma británica Paramount Company Formations Ltd.
Si uno pone la palabra en español -testaferro- la cosecha es un poco menor (136.000), pero se encuentran con anuncios bien explícitos como el siguiente en la pagina española «Mil anuncios», bajo el rubro «socios capitalistas»: «Buenos días me ofrezco como testaferro o hombre de paja para tus negocios yo soy español de 43 años serio y responsable sin ninguna obligación o ataduras discreto y sabiendo callar si me tengo que desplazar los gastos corren por su cuenta no le defraudaré un saludo».
El hombre sin atributos
El término «hombre de paja» es una traducción del inglés, «Straw man». Se trata de la figura que busca representar lo que no es (como el espantapájaros de paja) para encubrir una empresa turbia.
El director del capítulo internacional deUK Tax Justice, John Cristensen, conoce el mecanismo al dedillo: él mismo fue un «Nominee director» de varias compañías.
Cristensen trabajó durante 16 años en la Isla de Jersey para una importante entidad financiera multinacional y, luego, como asesor del mismo gobierno británico en un intento de comprender a fondo el mecanismo de los paraísos fiscales.
«En general suele emplearse a abogados, contadores, banqueros, administradores, pero lo que hacen es dar su nombre. No tienen responsabilidad alguna concreta. A veces tienen que firmar algunos documentos. Raramente hacen algo más», le explicó Cristensen a BBC Mundo.
La laxitud es tal que muchos paraísos fiscales ni siquiera requieren que sus testaferros sean residentes. En cuanto al domicilio, basta con que dé un apartado postal.
En la investigación a nivel mundial sobre paraísos fiscales que dio a conocer este mes el International Consortium of Investigative Journalist (ICIJ) había un dato asombroso: un grupo de 28 testaferros han actuado como directores de 21.500 compañías.
Una pareja de oro
A fines de 2012, una investigación conjunta del ICIJ, el diario británico The Guardian y un programa de la BBC «Panorama» reveló el caso de una pareja que actuaba como directores de más de 2.000 entidades.
Las compañías de este imperio, que iban desde negocios inmobiliarios hasta casinos y pornografía, estaban registradas en el Caribe, la República de Irlanda, Nueva Zelanda y Reino Unido. Entre todas las firmas investigadas sólo una tenía una dirección residencial en la isla de Sark, dependencia de la corona británica en el Canal de la Mancha. El resto eran domicilios postales.
No sorprende, entonces, la desproporción que hay entre la población y el número de compañías en pequeñas islas que funcionan como paraísos fiscales.
En las Bahamas hay 115.000 compañías por los 307.000 habitantes de las islas. En otra dependencia británica, las islas Jersey, la proporción es igualmente desorbitante: 33.000 compañías para 91.000 habitantes.
El mismo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, se refirió en más de una ocasión a un edificio de las Islas Caimán, la Ugland House, que tiene más de 18.000 empresas registradas.
Buscando al dueño
En el programa de la BBC «Panorama», Jesse Hester, director de Atlas Corporate Services en otro paraíso fiscal, las Islas Mauricio, le aseguraba a un periodista que se había hecho pasar como un potencial cliente que las autoridades jamás sabrían que él era el dueño real de la firma.
«No tienen los recursos para hacerlo. Ellos mismos calculan que las probabilidades de rastrear el verdadero nombre del dueño son iguales a las de ganar la lotería», explicaba Hester.
Pero la falta de recursos no es el único problema: hay serias falencias en la legislación nacional e internacional.
«El testaferro siempre puede decir que él no sabía nada de las actividades ilegales de una compañía. En la mayoría de los países se requiere que los directores sean responsables de la empresa que dirigen. Pero esto parece cambiar cuando se trata de una firma off shore. Se necesitaría una absoluta transparencia sobre quiénes son los reales dueños de las compañías», afirmó Cristensen.
¿Cambio?
Con la crisis económica las cosas están cambiando.
Los ajustes fiscales, la recesión en muchos países desarrollados, los rescates multimillonarios a los bancos y varios sonados casos de evasión fiscal han puesto el tema en el centro de la escena.
Una señal clave de este cambio es la incorporación del intercambio automático de información sobre cuentas bancarias de no residentes, adoptada por nueve países europeos: España, Reino Unido, Italia, Francia, Alemania, Polonia, Holanda, Bélgica y Rumania.
Este principio, por el que vienen bregando organizaciones como UK Tax Justice, fue también aceptado como la norma a futuro en la cumbre de ministros de Finanzas del G20 realizada este mes.
Según Richard Murphy, la principal razón para esta ofensiva es económica.
«La realidad es que muchos países tienen un problema muy serio de déficit fiscal y necesitan recaudar más porque no pueden seguir exprimiendo a la propia población con impuestos y ajustes. De modo que finalmente se está pudiendo avanzar en el tema», le dijo Murphy a BBC Mundo.
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