Salvador Ventura
En su fábula El lagarto, buy cialis la víbora y el sapo, viagra el escritor salvadoreño León Sigüenza, dice en su moraleja: Y así como las víboras no dañan a los humildes sapos, las críticas acerbas no zahieren a los justos y sabios.
Las víboras del partido Arena han perdido la compostura, están desesperados por los contundentes resultados electorales del pasado 2 de febrero y la inminente victoria popular del FMLN y su fórmula presidencial en la segunda ronda programada para el 9 de marzo.
Su campaña sucia ha continuado a pesar del rechazo de la población, sus ataques y su odio visceral se concentran en el presidente de la república, Mauricio Funes, quien en reiteradas ocasiones y con datos y documentos en sus manos ha denunciado la escandalosa corrupción que caracterizó a los gobiernos de Arena.
Si el presidente Funes no hubiera dado a conocer la aprobación de fondos y el enriquecimiento ilícito del ex presidente Francisco Flores Pérez, ese grave hecho tipificado por la Comisión Especial de la Asamblea Legislativa como lavado de dinero y cohecho, jamás se hubiera investigado y como tantos otros descansaría en el baúl de los recuerdos.
El gobierno de Taiwán en reporte enviado a la Cancillería de la República ha detallado que no menos de $70 millones fueron entregados al ex presidente Flores Pérez para ser invertidos en mitigación de riesgos, construcción de viviendas para familias afectadas por los terremotos, así como para descontaminación de zonas dañadas por fenómenos naturales.
Los dirigentes de Arena lejos de reflexionar y esclarecer los hechos para su propia sanidad y conocimiento de la población, se dedicaron a defender al corrupto y mafioso Flores Pérez y mantenerlo como asesor principal de su candidato presidencial, quien al final terminó reconociendo el ilícito proceder del ex presidente de la república.
No escarmientan y como bien dicen los salvadoreños, no es tanto lo duro de los golpes sino lo tupido. No aciertan en nada y acuden a la manipulación de acontecimientos de otros países ajenos a nuestra realidad e idiosincrasia para aferrarse a una tablita de salvación de la anunciada y aplastante derrota electoral.
La campaña sucia de Arena es ridícula y desfasada en el tiempo, pues lejos de hacer propuestas concretas sobre educación, salud pública, transporte, generación de empleos, seguridad y más, se han dedicado a insultar, calumniar y ofender públicamente la dignidad del mandatario y otros funcionarios del gobierno.
La población ya no los quiere de regreso en el gobierno, suficiente ha tenido con 20 ingratos años de corrupción, de engaños y de ver como los dineros de los impuestos, de préstamos y donaciones de países y organismos internacionales, lejos de invertirse en obras para el país, han ido a parar a cuentas bancarias o bolsillos de corruptos ex funcionarios de Arena.
La campaña sucia y denigrante es también una ofensa a la inteligencia de los salvadoreños quienes hace rato tomaron una decisión irreversible: dejar en el pasado, en el frío de las cavernas, a los causantes del deterioro ambiental y la desintegración familiar y, por el contrario, continuar profundizando los programas sociales de tanto beneficio para las mayorías poblacionales.
Los dirigentes de Arena no miden sus actos, no son autocríticos ni aceptan sus graves errores. La soberbia y la prepotencia son malas consejeras, pero es parte del ideario de vida de sus fundadores y patrocinadores: sus haciendas eran verdaderos feudos, exactamente como la era feudal, la historia no miente y hay un registro documentado de sus fechorías.
Sus descendientes han continuado con esa tradición y todavía se creen “dueños del país”, como les ha dicho públicamente el magistrado del Tribunal Supremo Electoral (TSE), Walter Araujo, quien renunció de Arena por no compartir el “autoritarismo, la prepotencia y el verticalismo de los dirigentes”. Es triste decirlo, pero al final de esta jornada histórica nada más quedarán los “chingastes” de un partido fundado desde el odio, sobre los cadáveres de miles de salvadoreños asesinados por los Escuadrones de la Muerte, por un hombre calificado de “asesino patológico” por un ex embajador de los Estados Unidos. Los errores, el odio y la venganza se pagan caros. Quien siembra tormentas cosecha tempestades. Los fundadores de Arena se creyeron poseedores de la verdad absoluta, amos y reyes de este país; pero los ciclos inician y terminan, así como los modelos y sistemas económicos y sociales. La historia se escribe todos los días.