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Leer a Toni Morrison, una buena manera de honrar su memoria

Sergio Inestrosa,

Colaborador

Toni Morrison, falleció en Nueva York a los 88 años de edad. Ella fue profesora de Princeton, editora de la prestigiosa firma Random House, además de una notable escritora que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1993; En 1988 ganó el Premio Pulitzer de Ficción y en el 2012 el expresidente Obama la distinguió otorgándole la “Medalla Presidencial de la Libertad”.

Nació en Ohio en 1931, Morrison ecribió once novelas entre estas: Ojos azules (1970), Sula (1973) o La canción de Salomón (1977),.  Los críticos afirman, que el núcleo de su obra lo constituye la trilogía compuesta por Beloved (1987), Jazz (1992) y Paraíso (1997), novelas que indagan como pocas asuntos como el racismo, la injusticia social provocada por la diferencia de clases o los abusos cometidos por la discriminación de género.

Las novelas de Morrison, están escritas con un lenguaje de una belleza precisa y una eficacia técnica insuperable. La fuerza con que aborda los temas refleja el poder de la mirada de una mujer afroamericana que trata de recobrar la palabra que de alguna forma les ha sido arrebatada; por ello mismo, no debe extrañarnos la dureza de sus relatos que intentan devolverle la dignidad a esa comunidad que ha sido despojada de ella. Casi sobre decir, que un lugar especial en sus narraciones lo ocupan los personajes femeninos.

Quiero aprovechar la ocasión de su fallecimiento para comentar su novela La canción de Salomón, editada en español por Random House.

La novela comienza con la muerte de Robert Smith, un agente de seguros y miembro del grupo de los “Siete Días”, una organización que mata a los blancos en represalia por las vejaciones y asesinatos que sufren los afroamericanos.

Smith intenta fugarse y al tratar de hacerlo lo matan; esta muerte funciona como un detonador para Ruth quien por la impresión por la muerte de Smith es llevada al hospital donde da a luz a su hijo Macon Dead III: “el primer niño afroamericano que nació en ese hospital”, como se apunta en el libro.

Pasa el tiempo y la novela nos muestra a Macon con cuatro años de edad, para ese entonces el niño ya tiene el apodo de “El lechero”, pues su madre todavía lo amamanta. En parte esto ocurre porque Ruth está atrapada en una relación abusiva.  Ruth terminó casándose con Macon Jr. porque Pilato (hermana de Macon) le dio un brebaje para que se acostara con su hermano y de ese encuentro nació Macon “El lechero”.

En la medida que Macon crece, Pilato se va volviendo una figura importante. Pilato le sirve a Macon de vínculo con su familia de quien él se siente alejado.

Macon también está alejado de la comunidad afroamericana de Southside y esta alienación se manifiesta principalmente en su relación con su amigo “El Guitarra”, uno de los miembros de los “Siete Días”. A diferencia de Macon, “El Guitarra” está motivado por la sed de venganza por tanta opresión en contra de su raza.

El padre de Pilato y Macon Jr., era un agricultor analfabeto de Virginia que se vio obligado a renunciar a su tierra y posteriormente fue asesinado cuando se negó a mudarse. Eso obligó a los dos hermanos a huir y cuando lo hacen, encuentran en una cueva unas bolsas con oro, pero Pilato no permite que su hermano lo tome, pues le alega que estaría robando y que ya tienen suficientes problemas como para echarse uno más.  Macon se molesta con su hermana y se separa de ella.

Pilato deambula por un tiempo, trabajando en distintos lugares y eventualmente se instala en una comunidad en Virginia, pero después de tener una hija propia y de que esta, a su vez, también tenga una hija se trasladan todos a Michigan para estar cerca de su hermano Macon.

En una ocasión, Macon “El lechero” le menciona a su padre que en casa de su tía Pilato hay una bolsa muy pesada y que ella afirma que esta contiene su herencia. Entonces su padre le pide que vaya con “El Guitarra” y le traigan la bolsa que él piensa contiene el oro de la cueva. Los dos chicos logran tomar la bolsa, pero de vuelta a casa los detiene la policía y descubren que la bolsa contiene huesos humanos.  Y es Pilato quien se las ingenia para que los liberen.

La segunda parte de la novela nos muestra a “El lechero” haciendo un viaje hacia el sur de Pensilvania en busca del oro que, según él, aún debe estar en la cueva. Allí conoce al Reverendo Cooper que conoció a su padre cuando era un niño. Cooper comparte historias de Macon Dead que sorprenden al joven y así comienza la conexión con su pasado. Después de esto, visita la tierra de su abuelo; va a la cueva en busca del oro pero no lo encuentra, solo descubre un esqueleto humano. Él deduce que Pilato debe haber recuperado el oro y se lo habrá llevado a Virginia, donde tenían antepasados.

“El lechero” viaja a Virginia donde atacado por “El Guitarra” que lo ha seguido hasta allí pensando que su amigo tiene el oro. “El Guitarra” lo increpa diciéndole que él tomó el oro; “El lechero” le dice que no había oro, pero su amigo no le cree y los dos se enfrascan en una lucha.

Al día siguiente, “El lechero” escucha a los niños de la ciudad cantar la «Canción de Salomón». “El lechero” escucha la canción y recuerda que Pilato le cantaba una canción similar en Michigan. El joven deduce que la canción trata sobre su familia. Y regresa a Michigan para encontrarse con su familia.

“El lechero” y Pilato llevan a enterrar los huesos de su abuelo a su lugar de origen. Después de colocarlo en su tumba, Pilato es asesinada por un disparo de “El Guitarra” que estaba tratando de matar a “El lechero”.

La novela termina con “El lechero” combatiendo contra“El Guitarra”. Y, tal vez, este sea el enfrentamiento final entre los dos.

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