Eduardo Badía Serra,
Director de la Academia Salvadoreña de la Lengua
Si alguien en nuestro país insistió en promover la lectura, y específicamente, la buena lectura, ese fue don Alberto Masferrer. En toda su obra, el gran pensador nacional insistió en esa necesidad como elemento de desarrollo de la cultura. En estos momentos de la historia de la Patria, esa costumbre se ha perdido casi por completo, y es a veces triste comprobar cómo nuestros jóvenes se informan y se comunican de maneras no del todo adecuadas y propicias para su propio desarrollo. Sería importante retomar la obra del hombre de Alegría, y poder conocer su filosofía y su concepto social, que, como dicen quienes la conocen y la han estudiado, representa una verdadera filosofía social y una elegante y franca exposición de un vitalismo en el cual los aspectos sociales son causa y efecto a la vez. Pero a Masferrer hay que leerlo y estudiarlo en la misma forma en que él escribió, esto es, haciéndolo con franqueza, con naturalidad, dejando fluir las ideas y los pensamientos por sí mismos, y no con retorcidas, alambicadas y rebuscadas figuras con que saben hacerlo algunos “intelectuales” mostrando ellos un falso academismo o un mediocre intelectualismo. Hacerlo así es no entender a Masferrer, es confundirlo e incluso negarlo de alguna manera. Como digo, Masferrer fue auténtico porque trasladó su pensamiento a su obra sin cortes ni ataduras, sin nublar el entendimiento. Muchos lo critican y lo califican como un modesto escritor; hay incluso algunos que lo sitúan como extranjerista y malinchista; y no falta alguno que termina diciendo que fue, al contrario, chauvinista. Masferrer fue, simplemente, uno de los mejores expositores de nuestra lengua, y uno de las más grandes influencias en su pueblo. Su obra, como digo, es amplia, escrita de manera simple y sencilla, sin reflujos ennochecedores, sin máscaras ocultadoras. Dejó fluir su pensamiento, y el pueblo lo recogió, haciéndolo propio en buena medida. Su obra se relee, se recrea, y se actualiza hasta nuestra realidad actual, características estas que sólo tienen los clásicos. Si así se le interpretara, la obra de Masferrer es clásica.
Su preocupación por la necesidad de leer, por hacer una cultura del libro bien escogido y adecuadamente leído, está en toda su obra; pero hay una en la que particularmente enfoca este pensamiento, una muy pequeña, “Leer y escribir”, que escribió entre los meses de diciembre de 1913 y enero de 1914 en las ciudades de Roma y Florencia, exponentes históricas de la más alta cultura y del arte, y cuna esta última del pensamiento renacentista. En esta obra, Masferrer comienza haciendo una dura crítica al pueblo; lo llama crédulo e irreflexivo por no leer o por sólo leer malas obras que, estas, antes que cultivarlo y culturizarlo, lo fanatizan y lo idiotizan. Un pueblo analfabeto, dice, será esclavo de los perversos y presa fácil de los poderosos; el ignorante es fatalmente el esclavo del hombre instruido, es un ciego. E insiste repetidamente: Saber leer y escribir, y acostumbrarse a leer y escribir, es un hecho, a la vez, sencillo y fecundo. Hay que leer, puntualiza, pero comprendiendo lo que se lee. Por eso propone como una obligación patriótica de todos los ciudadanos, que enseñen a leer y a escribir a quien no sabe, pues esta es una de las necesidades más urgentes de los hombres, “la más grande misericordia espiritual”. Para Masferrer, lo principal, lo fundamental, para vencer la ignorancia, es “enseñar a manejar el instrumento esencial y rudimentario de la cultura, que es el libro”. La lectura, pues, así vista, dice, es “el único medio de comunicación espiritual”. En “La cultura por medio del libro” busca que se abran bibliotecas, “una biblioteca en cada población de la república”. Con ello se fomentaría la recreación espiritual, se combatiría eficazmente el analfabetismo, porque el analfabeto “tiene ojos pero no ve, tiene oídos pero no oye”, se desarrollaría la cultura, y se forjaría una comunión mental que nos vincularía y nos orientaría.
La obra de Masferrer es profunda tanto por su sencillez como por su contenido, se deja leer y se deja comprender; quien lee a Masferrer asume su pensamiento. Sólo aire puro para respirar, decía en su “Mínimum Vital”, y un buen techo, y un vestido adecuado, y alimento, y salud. Eso mismo decía Platón ya hace dos mil quinientos años, y a este lo comprendieron y lo siguieron. Debo decir que a Masferrer también lo han seguido y lo han comprendido, pero no lo suficiente. Siempre el pueblo sabe rechazar a sus prohombres y ensalzar a los polipavos y a los mediocres, lastimosa condición. Muchos estudiosos de su obra y de su vida han hablado de él elogiosamente. La hondureña Gabriela Bográn ha dicho de él: “Si buscara un símbolo para la vida de don Alberto Masferrer, al punto escogería el diamante, por el dolor que le calcinó la entraña hasta cristalizar en luz, por su don de pulir almas, por la convicción profunda de sus ideas y por sus múltiples facetas, siempre luminosas”. Bellas palabras, y no menos bellas las del uruguayo Gastón Figueira, que dijo que “Masferrer es para Centroamérica lo que Rodó para América del Sur: el pensador artista…. Tanto Rodó como Masferrer sintieron la verdad y la pureza del llamado de Cristo y creyeron que Él era la salvación de los valores morales, la seguridad de una idea pacífica y dichosa…..”. En su muerte, Julio Enrique Ávila se expresó de él así: “Su obra de sembrador y eterno poeta perdurará porque está hecha de sufrimiento y amor, de belleza y de sabiduría. Su cuerpo tan sensible, tan inmaterial, tan sólo espíritu, se nos fue; su pensamiento, su obra, quedó para siempre entre nosotros”.
Este humanista-vitalista escribió una extensa obra: Niñerías; Las nuevas ideas; Leer y escribir; El buitre que se tornó calandria; Una vida en el cine; La cultura por medio del libro; Helios; Ensayo sobre el destino; Estudios y figuraciones sobre la vida de Jesús; La religión universal; El dinero maldito; El libro de la vida; Las siete cuerdas de la lira; El mínimum vital; Qué debemos saber. Mucho hay, pues, para aprender de él.
Tomemos un libro, un buen libro, leámoslo, estudiémoslo, comprendámoslo. Con ello, Masferrer creo que se sentirá satisfecho y contento. En la biblioteca de la Academia Salvadoreña de la Lengua hay libros hermosos, valiosos, importantes, de todo género. Están ahí para ser leídos, y paro todo aquél que quiera, las puertas de nuestra casa están siempre abiertas.
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