Autor: Julio César Sánchez Guerra*
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El revolucionario muere pero deja un legado; ideas que viven en la lucha, en otras manos, en el sueño y la vigilia. En la utopía irreverente de los que no se cansan de pelear por la justicia repartida allí donde la dignidad es una bandera.
El legado de Fidel está lleno de armas que echaron suerte con los pobres de la Tierra, los excluidos, los explotados y dominados de siempre. Pero también armas para defender las conquistas de una Revolución que desafió las leyes de los imperios que no dejan cerca de su patio otra libertad posible.
El antimperialismo de Fidel es parte de una cultura de liberación y defensa de nuestra soberanía y socialismo. Nunca fue antinorteamericano; el pueblo del vecino del Norte es víctima de una hegemonía que lo convierte en rehén de políticas egoístas. El peligro está en los círculos de poder que son los mismos que enfrentó Martí y que hoy discuten la mejor manera de cortarnos la cabeza: con anestesia o a sangre fría.
El pensamiento de Fidel no es trofeo de museos, ni pieza encerrada en urna de cristal, es fibra latiendo todavía en el acto de crear un mundo más justo que comienza por pasar la escoba donde está sucio mi puesto de trabajo; o donde duele una injusticia, o donde la eficiencia está en mis manos y la solución no hay que buscarla con la magia de otra geografía.
Su legado es estar donde el pueblo, en los problemas cotidianos de la gente, en la zona de peligro, en el desvelo porque la tecnocracia no devore la esencia social de todo proyecto revolucionario. Sus lecciones de maestro están en esa dialéctica que mira la vida desde ángulos diversos, los mismos que incluyen un viaje en el tiempo que haga posible el acto de prever los peligros y los retos.
Su discurso está lleno de advertencias. Póngase en el análisis, y cerca de los jóvenes, aquellas palabras en la Universidad de La Habana el 17 de noviembre del 2005 donde nos alertaba de la posibilidad de destruir el socialismo nosotros mismos.
El legado de sus reflexiones nos deja un cúmulo de preocupaciones sobre temas diversos de la política, la cultura, la paz, el cuidado del medio ambiente, la ciencia… Nada escapa a su mirada ahondadora. Legado que nos invita a reflexionar, en tiempos en que está de moda la comida rápida y el hábito de digerir mensajes sin pensamiento.
Fidel es internacionalismo que asume la Patria más allá de los dolores de parto de las fronteras de un país. Su pensamiento es un ejercicio permanente a defender la unidad que asegure la victoria ante todo intento de dividir que signifique la derrota.
¿Errores? También hay errores. El propio Fidel consideraba que el mayor error de los revolucionarios cubanos fue creer que sabíamos cómo hacer el socialismo. Algunos hoy critican duramente a la Revolución pero no levantan una sola palabra para denunciar a los que trafican con el poder desde los grandes círculos del capitalismo contemporáneo.
Hoy Cuba libra diversos frentes de agresiones: guerra cultural y acciones subversivas. Fidel nos convoca al pensamiento crítico y a la ética de servicio al lado de las causas justas de los pueblos. Dentro de una piedra yacen sus restos mortales. Pero las piedras son armas en las manos de David y no hay gigante que pueda contra la fuerza de las ideas.
*Profesor de la Universidad Jesús Montané Oropesa, de la Isla de la Juventud.