Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
El actual régimen produjo hace algún tiempo, una legislación dirigida a la gestión del agua, que claramente privilegia a los sectores pudientes, desatendiendo a las mayorías, y que podemos apreciar no solo en la pobre cobertura, también en la pobre calidad del agua a la que los sectores populares tienen acceso.
Partamos de una elemental revisión de la hídrica del país; con un solo río de importancia, el Lempa y hasta el 90% de las aguas superficiales contaminadas, solo el 8% de estas potables, que, aunado a la agresiva desertificación promovida por el régimen, con la descarnada deforestación que adelantan sus mega proyectos para beneficiar solo a las élites, debe traducirse en menores cantidades de aguas asequibles.
Por otro lado, el régimen asegura que hasta el 97% de las familias salvadoreñas en el área urbana tienen garantizada el acceso al agua, lo que es contradicho por la CEPAL que nos dice que el dato gira en torno al 76%, sin garantías de que sea potable, por los lixiviados que cualquier prueba de calidad para esta, cualquier día, evidencia.
Por otro lado, en las áreas rurales apenas el 42% de la población tiene acceso irregular al agua, y entre ambas, apenas el 42,6% tenemos acceso a sanitización, una de las menores en América Latina.
Todo esto se ve agravado porque esta dictadura reconoce el derecho humano al agua, refrendando sendos tratados sobre ello, que, sin embargo, no honra, pues en cambio apuesta por el negocio que supone la privatización del agua, la deforestación, el uso particular y privilegiado de los recursos naturales.
Todas estas arbitrariedades que del medio ambiente se cometen, responde a la ambigua y laxa legislación que para el medio ambiente se ha generado con el ánimo exclusivo de beneficiar a los privados, lo que el caso del agua evidencia crudamente, mientras se deja a su suerte al resto de la población.
Pero no solo eso, el expolio minero que adelanta ahora el régimen, alegando el supuesto de que somos poseedores de la sexta parte del oro superficial explotable del planeta, pretendiendo con su acostumbrada narrativa dominada por su mitomanía, vender la tesis que aquí hay suficiente riqueza para literalmente bañarnos en oro, supone además y por las particulares condiciones hidrográficas del país, la completa contaminación de ese único río de interés para todos, por cierto ya llevado por su sobre explotación al límite se sus capacidades.
Es decir; es urgente ya legislar para asegurar nuestra sobrevivencia, por encima de los negocios de esos pocos de siempre.
Consideremos ahora el respaldo para el proyecto que adelanta la dictadura: una reconocida universidad hizo público los resultados de una encuesta dirigida a medir los apoyos al régimen de parte de la población, resultando que apenas el 10% respalda por desinformación el proyecto aurífero, mientras la vasta mayoría lo rechaza.
Pues la mayoría entiende lo afirmado hace 150 años por el jefe Cree Sealth, “…cuando el último río se seque, no nos saciará la sed ningún dinero”.