Gloria Silvia Orellana
@SilviaCoLatino
“Reencontraste tu familia, pero en muchos casos ya no hay conexión, es como un espejo que botaste y se rompió y no pueden volver a unir”, reflexionó Magdalena Meléndez, al explicar la complejidad que viven las víctimas sobrevivientes del conflicto armado, ante la indiferencia de la Asamblea Legislativa, a los anteproyectos de ley de reparación a víctimas y defensores de derechos humanos.
Integrante de la Asociación Pro Búsqueda, Magdalena Meléndez, afirmó que la reparación a las víctimas, va más allá de la justicia o una pensión, por el trasfondo de separar familias, dejando un daño irreversible emocional.
En el marco de la conmemoración del “Día de la Niñez Desaparecida”, este 29 de marzo, la Asociación Probúsqueda, reiteró el llamado al órgano Legislativo, a abordar el anteproyecto de ley de Reparación Integral para las Víctimas del Conflicto Armado, que desde dos años atrás, espera por el debate legislativo.
“Darle voz a las víctimas es necesario para comprender esa complejidad. Y los anteproyectos que se han presentado no son sacados de la manga de la camisa, son años de trabajo y experiencia con todas las comunidades y víctimas, porque para saber qué necesita la niña María en su pueblo debe estar de cerca a su realidad, ya que la reparación a ella, no será la misma para mí, entonces el Estado, debe reconocer eso; necesitamos una reparación individual y todo estos contextos están en el anteproyecto de reparación a víctimas”, manifestó.
Magdalena, de 36 años, no recuerda las circunstancias en que fue desaparecida, porque solo tenía 15 días de nacida, cuando su madre Miriam Sánchez, la llevaba en brazos, mientras huían del ejército que llegó a Arcatao, departamento Chalatenango. “Mi mamá y yo desaparecimos en el contexto de la Guinda de Mayo en 1982. Hay gente que me ha comentado que tenían más de 22 días, huyendo del ejército. Una tía me contó que mi mamá me dio a luz en la Patamera, una quebrada que colinda Arcatao, y los cerros Chichilco y Nueva Trinidad, el ejército los acorralaba, la gente huyó de nuevo, menos mi madre.
Ahora que soy mamá, comprendo totalmente la actuación de ella, de no querer tirarse en la quebrada porque yo estaba bien bebé y podía fallecer. Mi mamá había aprendido a cuidar a la gente herida, entonces andaba un botiquín y ese fue su delito, ella no quiso tirarlo y nos capturaron. Me cuentan, que habían dos helicópteros, uno de la Cruz Roja y otro del ejército, y nos llevaron juntas al segundo, pero después aparecí en las Aldeas Infantiles S.O.S. En Santa Tecla, y mi madre desapareció y aún no la he encontrado”, relató.
La Ley de Reparación Integral para las Víctimas del Conflicto Armado, tiene como fin resarcir a la población civil afectada por la guerra civil, entre enero de 1970 a enero de 1992, que fueron sometidos a torturas, ejecuciones extrajudiciales individuales y colectivas, así como, desaparición forzada de adultos o niñez y violencia sexual. La normativa tiene el fin único de reivindicar el honor, la dignidad y la moral de las víctimas sobrevivientes y fallecidos.
“Yo llegué junto a un grupo de niños y niñas de la Guinda de Mayo, que llevó Cruz Roja, a las Aldeas Infantiles SOS, allí los médicos determinaron mi edad. Y realmente crecí allí, cuando las madres de Chalatenango se acercan al padre Jon Cortina, inician esta búsqueda de sus hijos e hijas. Y encuentran a algunos en ese lugar, y es allí, que una de ellas ve mi parecido evidente con mi papá biológico, y dijo -esa es la hija de Domingo Barrera, en ese momento ya tenía 12 años de edad”, relató.
El derecho a la reparación de graves violaciones a los derechos humanos, está contemplando en diversas convenciones del derecho internacional humanitario, y otros organismos del continente en donde un Estado, debe asumir su responsabilidad y buscar medidas pertinentes para resarcir esos agravios.
“Mi tía Guillermina y Mayda, amiga de mi madre, habían interpuesto una denuncia ante la Comisión de la Verdad, sobre nuestra desaparición, y luego que me vieron en las Aldeas, me hacen el examen de ADN, y sale que un 99.9 % coincidente con mi padre. Lastimosamente el día del reencuentro no pude tener esa cercanía y ni actualmente, porque él quedó mal psicológicamente, por la guerra, fue torturado por más de diez días, que lo dejaron colgando cabeza abajo, mientras lo golpeaban y ¿quién va a reparar eso en mi vida?”, preguntó.
Sobre la complejidad de reencontrar familias y brindar un poco de justicia a estos graves casos de violencia, Magdalena consideró que la pérdida mayor en su caso individual, es el “rompimiento de esos lazos de cariño y amor entre las familias”, y que tiene sus propias secuelas en los vínculos de la mayoría de la niñez que fue desaparecida de manera forzosa.
“Creo que el golpe más duro de mi historia es cuando me convierto en madre, todo ese amor y cariño lo volqué a mi hijo y me decía -todo esto me perdí-, -todo esto me quitaron-. Yo lo he dicho mil veces, amo a la señora que me cuidó en Aldeas Infantiles, que fue mi mamá, ella hizo todo lo que pudo y se lo agradezco, pero cuando ya fui madre entendí mi pérdida siendo una recién nacida. Todo eso me fue arrebatado y nunca se va a comparar con el amor padres e hijos que no recibí. A mí no me importaría que hubiese andado descalza en el campo, con una familia humilde, pero con esa conexión, esos lazos familiares que los rompieron lastimosamente. Solo queda que los diputados, estudien los insumos de los anteproyectos de Reparación de las Victimas y Defensa de los que Defienden Derechos Humanos, y de ahí saquen una verdadera Ley de Reconciliación”, concluyó.