Isaac Bigio
Politólogo, economista e historiador
El domingo 20 vi la final del IX Mundial de futbol femenino. A pesar de que todos los medios británicos se concentraban en el hecho de que por primera vez un equipo de mujeres de la patria del balompié se clasificaba para disputar el primer o segundo puesto, la bandera que más alto flameaba en el pueblo británico en el que me encontraba (así como en otros) no era la de Inglaterra, sino la de su aliado militar (Ucrania).
Las españolas derrotaron 1 a 0 a las inglesas, pero todas las mujeres han salido ganadoras de una copa donde se ha avanzado en algo en reivindicar el rol del sexo oprimido y su lucha por ser aceptadas como iguales.
A las jugadoras inglesas se les conoce en casa como las “leonas”, a pesar de que estos animales no son nativos. En cambio, el más célebre ucraniano del siglo XX ha sido alguien llamado León.
Stalin y Trotski.
Este fue León Trotski, el creador del ejército rojo, que fue asesinado por Stalin ese mismo 20 de agosto, pero de hace 83 años. Una de las diferencias que tenían Stalin y Trotski es que el segundo planteaba una Ucrania unida, independiente y soviética. A pesar de favorecer la soberanía de su tierra natal, los nacionalistas ucranianos no le quieren, pues no quieren saber nada de la izquierda y son proclives a la OTAN, mientras que los separatistas más militantes apoyaron a los nazis contra los soviéticos.
De todos los 26 miembros del Comité Central bolchevique que lideró la revolución socialista de octubre 1917, Trotski fue el número 22 en haber muerto para esa fecha. Solo Stalin y otros 3 le sobrevivieron. En los años treintas, Stalin condujo a la muerte a millones de campesinos ucranianos y luego asesinó a unos 700 mil comunistas (incluyendo al grueso de los dirigentes y generales rojos). Esos crímenes masivos se extendieron hasta el mundo hispanohablante. Muchos cuadros izquierdistas (como el sindicalista Andrés Nin) fueron liquidados por Stalin, quien en 1940 hizo que uno de sus sicarios clavase un pico en el cráneo de Trotski, cuando estaba en su exilio mexicano.
Stalin liquidó a Trotski quien le cuestionaba por haberse repartido Polonia con Hitler iniciando la peor guerra mundial de todos los tiempos.
Trostkistas y stalinistas en los Andes
Stalin distorsionó por completo al comunismo de Marx y Lenin, transformándolo en un sistema tiránico que luego sería imitado por otros dictadores, desde Europa oriental a China e Indochina. Trotski se opuso a la burocratización de la revolución, pero nunca buscó aliarse con las democracias capitalistas en contra del Kremlin. Por el contrario, pese a su repudio al stalinismo (que mató a su hijo y tocayo León Sedov y a miles de sus camaradas), postulaba la defensa crítica de lo que denominada el “Estado obrero degenerado” soviético contra los “imperialistas”.
Los primeros marxistas en lo que fue el antiguo incario tendieron a mostrar ciertas simpatías por Trotski. Los peruanos Jose Carlos Mariátegui y Cesar Vallejos y los bolivianos Tristán Marof y Jose Aguirre Gainsgsborg se acercaron a él marcando distancias con Stalin.
El trotskismo jugó un rol, clave en Bolivia en la estructuración organizativa e ideológica de la federación minera (1944-46) y de la Central Obrera (de 1952 en adelante), y luego en la revolución de 1952 y la asamblea popular de 1971. En Perú el trotskista Hugo Blanco lideró a inicios de los 1960’s la primera reforma agraria hecha por y para campesinos y luego en 1978 devino en la primera figura electoral nacional de la izquierda. Empero en ninguno de esos lugares pudo consolidarse como partido de masas, aunque desde hace varios años esta corriente lidera al Frente de Izquierda de Argentina.
Las políticas de Stalin han venido inspirando a distintos partidos peruanos. El culto a la personalidad es algo que comparten los doctores centro-andinos Abimael Guzmán y Vladímir Cerrón. Mientras el estalinismo del primero le condujo a ordenar el asesinato de dirigentes sindicales e izquierdistas (incluyendo al Roberto Chiara, dirigente trotskista de los trabajadores del calzado), el del segundo le viene sirviendo para justificar su actual alianza con y tras el fujimorismo, cuyo objetivo es depurar al aparato judicial y estatal de quienes quisieran investigar casos de corrupción que les afecte a ambos.