Erick Valiente Vega
Fabricio Benítez
La alameda Roosevelt se volvió a vestir de colores para recibir la marcha por la diversidad sexual el 27 de junio pasado. Diferentes organizaciones y población civil se hicieron presentes para unir voces a favor de los derechos humanos de la comunidad LGBTI.
El sol, cialis en su máxima expresión, ailment no detuvo a los asistentes. Ciclistas encabezaban la marcha y zancos acompañaban la música de la batucada. El trayecto comprendió desde el Parque Cuscatlán hasta el Monumento al Divino Salvador del Mundo.
Este año el discurso iba más allá. Ya no se trató de exigir sólo tolerancia, sino de respeto por sobre todo, un valor obcecado por una cultura de homofobia, transfobia y violencia por odio.
Mujeres trans, un día en la vida
Camila es una mujer trans que actualmente es supervisora en ASPIDH. Su historia cuenta con un desarrollo positivo, en comparación con la situación que muchas personas trans tienen que vivir. Luego de un largo proceso de aceptación, su familia es un claro ejemplo de que el amor puede romper cualquier barrera de estigmas que la sociedad imponga.
Pero, no todo es fácil para Camila. “Desde el momento en el que salimos de la casa sabemos que tenemos que salir con la autoestima bien fuerte. De por sí hay un gran acoso para las mujeres, ya no se diga para nosotras cuando se nos echa de ver que somos mujeres trans (mujeres cuya identidad de género y género asignado al nacer son concordantes al comportamiento que a este le fue socialmente asignado). Hay diferentes etapas en la vida de una trans. Hay momentos en el que una colapsa. Muchas veces hasta se piensa en el suicidio”.
Para Maybelline, mujer trans y directora de ASPIDH, la comunidad trans es uno de los sectores más vulnerables de la comunidad. “Las mujeres trans somos uno de los puntos más visibles de la población LGBTI que tiende a ser uno de los más atacados siempre”.
Maybelline y Camila comentaron que, al ser mujer trans, socialmente se adquiere una doble estigmatización: la primera, por ser trans, y la segunda, por ser mujer.
Uno de los estigmas reside en el prejuicio de que toda persona trans es portadora de enfermedades de transmisión sexual. Según un estudio de la Secretaría de Inclusión Social, en El Salvador el promedio de vida de una mujer trans es de 35 años.
“Muchas de las mujeres trans no logran vivir más de los 40 años, ya sea porque son atacadas o porque mueren víctimas de VIH avanzado al no tratarse a tiempo. Y todo esto es resultado de la discriminación que incluso en las clínicas se da. Muchas de estas personas ni se acercan a un centro hospitalario por evitar todo el rechazo que conlleva acercarse a una clínica.”
Pero, las repercusiones van más allá de un comportamiento superficial de rechazo. La transfobia inicia desde el ambiente escolar. Muchas de las personas trans se ven obligadas a abandonar sus estudios al sufrir discriminación cuando comienzan a expresar su verdadera identidad de género. Los mismos directores de los centros escolares rechazan que una persona exprese una identidad de género distinta a la que la sociedad le parece aceptable.
A pesar de que el Decreto Ejecutivo No. 56 prohíbe en la actividad de la Administración Pública toda forma de discriminación por razón de identidad de género y/o de orientación sexual, muchas mujeres y hombres trans han tenido que optar por el trabajo sexual al no tener apertura por parte de la sociedad para incluirse en el mundo laboral.
Según Maybelline, las mujeres trans se ven obligadas a dedicarse a oficios que muchas veces atentan contra la salud de las mismas. “A pesar de que algunas mujeres trans están actualmente trabajando en Ciudad Mujer y de que hay una ventanilla especial para la Diversidad Sexual en el Ministerio de Trabajo, no existe una apertura real en el mundo laboral. Muchas personas piensan que por nuestra identidad de género no podemos desempeñar un buen trabajo más allá que el de ser cosmetólogas y, en la mayoría de casos, ejercer el trabajo sexual.”
Hablemos de números
Uno, dos, tres… doce. Doce es el número de personas asesinadas con las cuenta la comunidad LGBTI en lo que va del 2015. Según datos de COMCAVIS Trans, la cifra se desglosa en 8 mujeres y un hombre trans, y 4 hombres gay. Todos estos han sido atentados directos y conscientes hacia las víctimas a razón de su orientación sexual o expresión de género.
Desde 1997 la población LGBTI ha tenido un repunte en los asesinatos. Desde la fecha hacia la actualidad, se cuentan ya un poco más 500 casos de homicidio, siendo uno de los más representativos el de Tania Vásquez, activista trans de derechos humanos que fue asesinada y torturada brutalmente en 2013. Absolutamente ninguno de estos casos ha sido judicializado desde entonces.
“Pedimos el acceso a la justicia y reforma de leyes que permitan garantizar la protección de todo ser humano, sin importar su orientación, identidad o expresión de género”, expresó Karla Avelar, directora de COMCAVIS Trans. También señala que es preciso hacer reformas al código procesal penal para que se reconozca legalmente el crimen por odio.
Bessy Ríos, representante de la Asociación de Familiares LGBTI, manifestó que “la impunidad de los crímenes de odio es un tema que tenemos en agenda. Es una cuestión de derechos humanos y tenemos que empezar a educarnos como población. Buscamos aumentar las penas de los crímenes, lesiones y amenazas cuando estos sean motivados por odio y no sólo para la población LGBTI sino para todos en general”.
A pesar de los estigmas y las dificultades, más de 500 personas unieron sus voces una vez más en la Marcha por la Diversidad Sexual en 2015, para exigir que en nuestra sociedad nazca una cultura de respeto a la comunidad, más allá de la tolerancia, tomando como premisa la condición humana que nos hace a todos iguales.
La marcha por la diversidad sexual es una fiesta, una sola fecha en el año, donde los miembros de la comunidad LGBTI pueden mostrarse con orgullo como realmente son y se sienten, es un pequeño espacio donde el amor se proclama sin ninguna distinción.
Hacia nuevos horizontes
El pasado 26 de junio, Estados Unidos y México reconocieron el matrimonio entre personas del mismo sexo en todos y cada uno de sus estados. Todo Norteamérica es ahora territorio donde se cree en el amor igualitario. Sin duda, una fecha histórica y un gran logro para la comunidad LGBTI.
La iniciativa alegró no solo a la población norteamericana, sino también a todas las comunidades LGBTI en todo el mundo. América Latina está a la espera de que esta iniciativa se refleje en varios de los países que aún sufren discriminación, y que la decisión de Estados Unidos influya a que sus gobiernos locales se impulsen a respetar los tratados internacionales de Derechos Humanos.
William Hernández, director de Asociación Entre Amigos, dio a conocer su postura ante este avance: “Creo que esto es una lección en relación a la democracia. Cinco votos a favor y cuatro en contra demuestra cómo una nación puede vivir con una Corte Suprema de Justicia imparcial, apegada al derecho y que respeta los Derechos Humanos de su comunidad”.
Por su lado, y más hacia nuestra realidad, Karla Avelar aclamó: “hacemos un llamado al Estado Salvadoreño a que cumpla y haga valer el poder que tiene en este momento como perteneciente al concejo de Derechos Humanos de la ONU, porque es absurdo que en este momento esté proponiendo en Ginebra que no se reconozcan las familias homoparentales. Esto deja en evidencia que se tiene un doble discurso político”.
Sin embargo, el optimismo aún persiste. Hernández confía que en El Salvador se puede avanzar en el tema. “No estamos lejos de eso, siempre y cuando los diputados trabajen. La doble moral de los diputados, la derecha que es totalmente indiferente al tema, ni siquiera pone un punto fijo sobre su posición. Creo que eso es importante. Si la derecha baja, y da su posición real sobre qué piensa sobre la comunidad gay, y se pone a trabajar, creo que eso lo podemos arreglar muy fácilmente”.