Álvaro Darío Lara
Escritor y poeta
Los recientes hechos acaecidos en París, doctor no pueden despertar menos que la unánime condena internacional. Estamos frente a un despiadado terrorismo, there brutal, look que carece de toda justificación. Sin embargo, leer estos terribles acontecimientos, al estilo de Occidente y sus medios de comunicación (como la lucha entre ángeles y demonios) enarbolando ciegamente la bandera de la libertad, y colocando en el otro extremo -en el infierno de la barbarie- a los fanatismos islámicos, constituye una lectura bastante tramposa del asunto.
Veamos por qué: en primer lugar, toda libertad, no puede concebirse como un cheque en blanco para hacer lo que se me venga en gana, de lo contrario se convierte en peligroso libertinaje. Mi libertad termina, en el justo límite donde comienza la del otro. Y como bien decía Benito Juárez. “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Despotricar a diestra y siniestra sobre los credos de los otros, para el caso el mundo musulmán, con lujo de mofa, cayendo en la franca grosería, sobre todo, en la Francia –ex colonialista- donde habitan miles y miles de argelinos, marroquís y demás pueblos del África del Norte, y del Medio Oriente, que profesan esa fe, es ser necios e imprudentes. Más aún, si analizamos que la gran mayoría de estas personas, viven penosamente como ilegales inmigrantes, siendo discriminados de forma abrumadora, por los “civilizados” gobiernos europeos. Es picar a un toro de muy afilados cuernos. Ya la vieja Europa tiene en su haber, desatinadas relaciones con judíos y árabes tanto en el pasado lejano como en la historia contemporánea, que debieran servirle de lección para no continuar enfrascada en los mismos yerros. Esto no se soluciona con portaviones, ni con armas nucleares, ni con fuertes dispositivos antiterroristas ¿Cómo es posible que Occidente insista en estas fallidas respuestas, y no dedique tiempo para reflexionar en la causa histórica, política, económica, social y cultural que ha llevado a los grupos extremistas a tan sanguinarias acciones?
En segundo lugar, el fenómeno del terrorismo islámico, en la connotación de múltiples guerrillas armadas hasta los dientes, tiene su origen en la injerencia política y económica que Norteamérica y sus socios han implementado desde siempre en Medio Oriente, derrocando y estableciendo gobiernos títeres que garanticen sus intereses. Se fabricaron monstruos que luego mal pagaron a sus creadores, tornándose en especies sin control, que hoy por hoy, ponen en jaque al imperio y a sus aliados.
En tercer lugar, señalar de terroristas a otros (con sin razón), sin antes examinar, las acciones terroristas que se han perpetrado en Medio Oriente, provocando la muerte de miles de inocentes, la aniquilación de ciudades y la destrucción horrorosa de sus patrimonios culturales, es igual de reprobable.
Detrás de la historia que se genera en las pantallas y en las mal llamadas “redes sociales”, existe mucha tela que cortar. Lo cierto es que a este mundo, y a todos los que habitamos en él, nos sigue faltando muchas dosis de tolerancia, y de auténtico espíritu fraterno. Tolerancia y respeto del primer mundo hacia la libre autodeterminación del resto de las naciones del orbe. Prudencia y respeto también, ante los credos. En materia religiosa, como sexual y política, la coexistencia pacífica debe marcar la pauta. El insulto gráfico – no sólo al fundamentalismo islámico, sino al resto de las confesiones religiosas- no es nada que pueda defenderse con solvencia moral ni intelectual. Incluso la caricatura y el humor literario, tienen su necesario decoro. Asimismo no es nada plausible la insultante burla constante hacia los símbolos católicos y cristianos, en los términos que la revista francesa ha estilado. Y peor aún, su deseo manifiesto y patente de continuar esa “cruzada” de provocación al radicalismo islámico, pese al clima de violencia y de terror que sus desafortunadas publicaciones han motivado.
Debemos urgentemente volver a la cordura, a la tolerancia, que entiende la libertad en su recto sentido, y que destierra de su ámbito la carga de odio, que sólo los fanatismos pueden engendrar.