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Libre albedrío y libertinaje

Carlos Giron S.

No hay que equivocarse: libre albedrío no quiere decir libertinaje. Aunque represente libertad tiene sus limites, tanto naturales como convencionales. El hombre está sujeto y limitado por las leyes Cósmicas, y por los códigos y reglamentos hechos por sus congéneres.

Respirar, comer, dormir y demás, es ley Cósmica; uno no puede elegir no cumplirla so pena de morir. Yo no puedo elegir infringir las leyes civiles y penales hechas por los hombres, sin ir a parar a la cárcel. Con el libre albedrío de cada uno está el de los otros individuos, que se debe respetar, para vivir en paz.

El SI y El NO son dos poderosas palabras. Hay personas que son impulsivas al tomar decisiones: no sopesan bien el dar un SI o un NO ante ciertas circunstancias que pueden tener consecuencias de mediano o largo plazo. Tomar un crédito, aceptar un noviazgo, casarse, poner un negocio, etc. Cualquier decisión que aquí se tome puede dar resultados felices o infortunados. Cuando alguien tiene graves problemas y está sufriendo, probablemente ha olvidado o no tenga idea de cuál puede ser la causa que él o ella generó para tener tal padecimiento. Las personas constantemente sufren tentaciones que libremente pueden aceptar o rechazar. Una tentación buena puede ser el impulso de darle limosna a un mendigo o hacer un favor a alguien que lo solicita.

Elegir una tentación negativa, por ejemplo, es sucumbir a las «ofertas» con las que constantemente nos bombardea la publicidad. La gente gasta su dinero o se endeuda comprando cosas que tal vez no necesitaban o no eran de utilidad urgente. Al no poder pagar, la gente se esconde de los cobradores, pasando vergüenzas y bochornos.

Las consecuencias por la forma de ejercitar el libre albedrío, pueden apreciarse por todos lados y en muchas formas, en uno mismo o en los demás.

El bienestar, la salud, el éxito de una persona no es cosa de buena o mala suerte, sino de las decisiones que elige a cada momento en su vida cotidiana. Si en vez de agua elige una soda, los gases químicos de esta alterarán los jugos gástricos del estómago y lo harán trabajar más de la cuenta. Si en lugar de tomar un libro elige pasar una hora viendo TV, su mente se entorpece en vez de desarrollarse. Buscar el dinero fácil en vez de un trabajo honrado es el camino directo hacia enredos con la justicia y la cárcel. Usted escoge con su libre albedrío. Estar casado o casada y andar con ojitos o sonrisas de malicia con otras personas es sendero seguro al   divorcio o el rompimiento de la paz en el hogar. Fumar, trasnochar, alcoholizarse y drogarse en vez de cultivar buenos hábitos en la dieta, el ejercicio y el descanso es pasaporte seguro para  acortar la vida. Esencias etílicas o espirituosas y otras drogas en sus distintas formas, son enemigas acérrimas del libre albedrío en el hombre. Ellas le bloquean y anulan el raciocinio y el poder de la voluntad. Un hombre o una mujer ebrio o endrogado se vuelve más irracional que los llamados «irracionales», más cuerdos que los humanos puesto que ellos no ingieren nada que atrofie sus facultades y nunca hacen cosas alocadas. Quienes atentan contra ellos mismos no merecen ni deberían gozar de libre albedrío. Con su actuar se encaminan a tormentos como los del infierno imaginado.

El libre albedrío puede ser individual, como también  colectivo, el de los países, los pueblos y sus gobernantes. Los jefes de Estado tienen facultades legales para tomar decisiones y emprender las acciones del caso. Pero en ciertas situaciones ellos deben consultar o pedir la aprobación de un Congreso o un Senado para poder actuar. Por  ejemplo, declarar la guerra a otro país. La elección en este caso fue colectiva; las consecuencias entonces deben asumirlas todos los que la tomaron.

El libre albedrío en la historia primitiva y en los tiempos bíblicos.

¿Recuerdan la primera vez en que el hombre hizo uso de su libre albedrío?, ¿no fue en el huerto del Edén, donde Dios lo puso recién creado por Él? El Señor le advirtió: «de todo árbol del huerto comerás; mas del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás de él, porque el día que de él comiereis morirás».

La Biblia narra cómo Adán terminó eligiendo comer el fruto prohibido. De por medio estuvo la compañera que el Señor le dio y lo indujo a la desobediencia. La tentación figurada por una serpiente le susurró a Eva, su compañera que comiera del fruto prohibido. Ella lo probó. Luego inducido por Eva, aquel primer hombre de la Creación se enfrentó con el reto de ejercitar su libre albedrío. Cuando lo ejerció, eligió mal: Adán decretó su caída, fue desterrado del Paraíso y como ser encarnado bajó a la Tierra para padecer las consecuencias que hoy vemos.

Aquel primer hombre no hizo un uso juicioso del privilegio del libre albedrío que le había conferido su Creador. Al elegir comer el fruto prohibido y decretar su caída, pasó de una condición espiritual a una material, humana, que le acarreó toda clase de desventuras…

De tan triste situación de aquel primer hombre, un gran escritor místico, quien hablando justamente sobre el libre albedrío hace un parangón donde dice:

“Es él mismo quien tiene que ser crucificado en su propia cruz y padecer el dolor de los clavos que él hizo que le atravesaran su propia carne”. Sobre su frente debe posarse la corona de espinas de su consciencia y del costado de su cuerpo debe fluir la sangre ennegrecida de sus propios malos deseos”.

Y sigue diciendo:

«El hombre pareciera olvidar que a la par de su libre albedrío, está la obligación voluntariamente asumida de ser responsable de lo que quiere». “El no puede ser salvado por nadie, ni por la gracia de Dios, o de su hijo Jesús el Cristo, a no ser que él se salve primero por sí mismo”.

Termina diciendo: “Toda la sangre derramada en el Calvario, multiplicada por mil, no puede salvar al pecador que tozuda y arrogantemente emplea su libre albedrío y luego trate de escurrirse de su obligación o responsabilidad para que sus deudas kármicas sean canceladas, evadidas o colgadas en la cruz de otra persona”.

No sería justo naturalmente que otra persona pagara por los errores o pecados que yo haya cometido. Por eso Dios estableció su sabia Ley de Compensación que da a cada quien lo justo y lo que merece: Cosechad lo que sembrasteis: ni más ni menos…

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