Mauricio Vallejo Márquez
coordinador
Suplemento Tres mil
Cuando comencé a decirle a la gente que me gustaba escribir, buy viagra comenzaron a preguntarme ¿Cual es tu escritor favorito? Tremenda pregunta a esos mozos años, no porque me faltaran lecturas o que tuviera autores en exceso, sino porque me resultaba confusa la pregunta. Era algo así como tener un juego predilecto o una película que me gustara ver más. Esos cuestionamientos que nos resultan innecesariamente comprometedoras.
¿Un escritor favorito?
Y hasta la fecha sigue resultando complejo responderlo. Puedo hablar de escritos que me encantan, poemas que amo leer o recitar de memoria, incluso historias que me encantan pensarlas o vivirlas en sus paisajes, ambientes o ciudades. Quizá por ello me cueste tanto hablar de un favorito.
Existen autores los cuales con un conjunto de sus poemas me han atrapado, puedo hablar de Osvaldo Escobar Velado con su poema Patria Exacta y esa evocación hermosa que muestra quien es y cómo, y a pesar de que fue escrito en la década de 1940 sigue siendo intensamente verdadero. Me sucede lo mismo con Blasòn de Alberto Masferrer, que con cada año me conmueve más, después de aquel 2000 cuando me lo presentó Álvaro Darío Lara. Me enternece y me da suma tristeza el poema de los dones de Jorge Luis Borges, esa resignación de tener a la vez lo que odiamos y amamos, una sensación tan humana en ese prqueño dios que nos menciona Vicente Huidobro en Art Poética y que luego lo vemos como ese dios triste y carente de acción ante el destino humano que nos muestra César Vallejo en Traspie entre dos estrellas, afirmando que somos eso.
Me agrada leer novelas, embeberme con sus personajes, aquí son los españoles los que mandan, y tengo mi lista. Idelfonso Falcones, carlos Ruiz Zafón, Benjami Prado, Antonio Gala, Rosa Montero. No sé, me agrada su forma de narrar, su tino para dar ganchos y carnadas. No todas sus novelas, pero sí las necesarias.
Sin embargo, hay escenarios que me resultan particularmente atractivos como Comala de Pedro Páramo, ese lugar ideado por Juan Rulfo me intriga y me atrae, sólo por eso quiero adentrarme en esos paisajes de arena y sol hasta la saciedad. Dimensionar esos ocasos aspirando el quemante aire que la soledad hacen ver y sentir como otro infierno menor al infinito.
Me encantaría recorrer la abadía de El nombre de la Rosa de Humberto Eco, y porque no el Cementerio de los Libros perdidos de Ruiz Zafón o la isla Utopía.
Quisiera sin dudas tocar, oler y sentir cada lugar, cada poema, cada línea, cada escenario hasta el momento en que cierro el libro y el tiempo y la realidad se encargan de mantenerlos vivos sólo cuando cierro los ojos y me doy a la tarea de recordar esos pasos que se materializaron mientras pasaba las páginas de esos mundos.