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Río de Janeiro / AFP
Jorge Svartzman
El líder indígena brasileño Ailton Krenak afirma que el presidente Jair Bolsonaro debe ser «condenado internacionalmente» por su ofensiva contra las reservas indígenas, que pretende abrir a la minería y la agropecuaria, con riesgo para la selva amazónica y el equilibrio del clima en el planeta.
El dirigente, de 65 años, sabe de lo que habla. Los krenak viven como «refugiados en su propio territorio» a orillas del Rio Doce, devastado en 2015 por el colapso de un dique minero en el municipio de Mariana (Minas Gerais, sudeste).
En su último libro, «Ideas para alejar el fin del mundo», Ailton Krenak alerta sobre el crecimiento en todo el mundo de «una gran intolerancia respecto a quien es aún capaz de experimentar el placer de estar vivo, de danzar, de cantar» y afirma que sin una transformación profunda nos convertiremos en una humanidad de «zombis».
– El constituyente embadurnado –
Krenak se dio a conocer en 1987, cuando vestido con un impecable traje blanco se embadurnó el rostro de negro con la grasa de un fruto tropical -símbolo de pena en su etnia-, mientras abogaba pausadamente desde el estrado de la Asamblea Constituyente por los derechos de los pueblos originarios.
La Constitución de 1988, redactada tras la larga dictadura militar (1964-1985), garantizó finalmente a los indígenas el derecho a ocupar sus tierras ancestrales, demarcadas por el Estado.
La aplicación de esa medida siempre estuvo plagada de conflictos y bajo sospecha de los militares nacionalistas de poner en peligro la soberanía de Brasil, con el apoyo de oenegés internacionales.
Así y todo, hay actualmente 1,17 millones de km2 de tierras demarcadas (13,8% de la superficie del país), donde viven 800.000 indígenas.
«Mucha tierra para poco indio», declaró Bolsonaro la semana pasada, cuando los incendios se multiplicaban en la Amazonía, principalmente a causa de las actividades de deforestación, según especialistas.
Y el mandatario de ultraderecha advirtió que pondría fin a la «psicosis de la demarcación».
Krenak multiplica sus intervenciones para contrarrestar esa ofensiva y considera que concederle el Premio Nobel de la Paz al cacique Raoni -recibido recientemente por el papa Francisco- sería una «excelente» oportunidad para que el mundo entienda la importancia de la causa indígena.
La AFP entrevistó a Krenak el sábado por la noche en el Instituto Moreira Salles de Rio de Janeiro, donde presentó una exposición de la fotógrafa Claudia Andujar sobre los yanomamis, una etnia que lleva una larga lucha por su supervivencia en la frontera entre Brasil y Venezuela.
A continuación, algunas de sus opiniones.
– Nuevos peligros para la Amazonía
«Pienso que estamos ante un peligro nuevo, porque el capitalismo nunca estuvo tan enloquecido. Las corporaciones derrocan y eligen gobiernos. (…) Es una situación de violencia, de descontrol, donde el interés privado gobierna a naciones y pueblos. El interés público parece algo absurdo. Las políticas públicas, una payasada».
– Minería en reservas indígenas
«En un contexto de cambios climáticos, la responsabilidad de los pueblos -incluyendo los pueblos indígenas- es disminuir la intensidad de las actividades en las regiones donde la ecología tiene un papel regulador del clima, como ocurre con la Amazonía y otras regiones. Ese tipo de comentario es una ofensa y debería ser castigado con una condena internacional».
– Soberanía nacional y oenegés
«Ese asunto no me parece importante, porque ya estamos ocupados por las corporaciones. (…) Si el Estado tiene un problema con las oenegés, debería tenerlo también con las corporaciones».
– Resistencias
«Ahora añadiría que si los blancos no son capaces de resistir a la agresión contra los bosques, los ríos, el medio ambiente, van a destruir todo».
– Un Nobel para Raoni
«Cualquier espacio que dé la palabra y permita la expresión del pensamiento indígena es bueno. Si Raoni recibe el Nobel, o cualquier otra mención, lo compartirá con su pueblo kaiapó, con los pueblos indígenas, con todos nosotros, y eso es excelente».
– Situación de los krenak
«No es algo de ahora. Hace tres años que somos abastecidos con camiones cisterna, que nos traen agua mineral, que nos dan ‘raciones’, las cestas básicas, para mantener al pueblo acampado a orillas de un río en estado de coma. Es una situación alarmante, grave: personas refugiadas en su propio territorio. Y las mineras, las empresas que provocaron eso, por ahí andan, operando con licencias públicas, con licencias gubernamentales. Es algo escandaloso lo que estamos viviendo en este país».
