Rafael Lara-Martínez
New Mexico Tech,
Desde Comala siempre…
El desconcierto que el óleo de Matisse genera lo expresa la sentencia “then what is it? (¿entonces qué es?)”, de las personas entrevistadas (estudiantes universitarios, enfermeras y vendedores de centros comerciales). Al quitarle el nombre acostumbrado, les parece que el objeto pierde una cualidad esencial de sí. De asegurarles que la palabra no designa la cosa sino la actitud del sujeto, el fruncir del ceño resulta la respuesta más obvia, incluso entre técnicos. Tal es el sentimiento cultural en estas comarcas, donde la realidad se evapora al despojarla de sus apelativos inmanentes. “En esta noche en este mundo” (Pizarnik), el idioma no calca nada. En cambio, la exactitud del “lenguaje natural” emana de lo Real, en una fórmula química de sonido y sentido. Fuera del habla, el ser de las cosas se evapora.
III. Un acto de habla: la venta que no vende
Del hecho al dicho, hay un gran trecho. Proverbio en espejeo.
La distancia entre el hecho y la palabra puede describirse gracias al acto de habla de la compra-venta en un mercado salvadoreño. La metáfora guía el intercambio económico que evita mencionar el negocio de manera literal. Lejos de presuponer la idea de un comercio entre la vendedora y el comprador, el discurso de la minorista privilegia la estrategia del don por el uso repetido del verbo “dar”. “Le doy un su dólar (I give to you one dollar of yours); le doy dos por un dólar (I give to you two for a dollar)”. Se trata de expresiones intraducibles incluso al español hablado en otros países. Esta idea del obsequio la redobla el cliente quien utiliza el verbo “regalar” para subrayar el concepto de una ofrenda directa en sustituto de la compra: “regáleme dos zapotes (offer me two fruits)”.
A este donativo inicial —vender es dar; comprar, regalar— se añaden varias expresiones que utilizan los verbos “tener” y “poner”, las cuales insisten en el servicio gratuito que la proveedora le concede al consumidor. “¿A cómo los tiene (To how (how much) do you have them)?; ¿a cómo tiene los guineos (to how (how much) do you have the bananas)?; le tengo guineos a siete por el dólar (I have to/for you bananas seven for a dollar); se los tengo a siete por el dólar (I have them to/for you seven for a dollar)”, para el verbo “tener”. “Poner” lo explicitan los siguientes enunciados: “¿cuántos zapotes/manos le pongo (how many fruits/hands do I put to you)?; póngame tres, pero los que me puso ayer estaban feos (put me three, but the ones you put to me yesterday were ugly)”.
Si los verbos iniciales —“dar” y regalar”— favorecen el don y empañan el acto financiero, el siguiente par —“tener” y “poner”— insiste en el beneficio desinteresado que la minorista le otorga al comprador. Sea que guarde un producto destinado al cliente, o lo instale según el deseo del consumidor, el lucro queda silenciado en esa actividad de compra-venta en mención indirecta de las finanzas. Habría una venta que no vende —un vender sin vender— en el cual la transacción monetaria del comercio la opaca un acto de habla que privilegia la dádiva y oculta el hecho mercantil que negocia dinero en efectivo por un producto. El usufructo de la venta se concibe como propiedad virtual del cliente, ya que la vendedora lo conserva en beneficio del interesado.
Este sencillo ejemplo demuestra el trecho entre la prescripción gramatical —dictada por la Real Academia de la Lengua Salvadoreña— y el habla coloquial, juzgada incorrecta en su función poética cotidiana. Por su correlación con un oyente cambiante (Tú), la inventiva del hablante (Yo) reemplaza toda pre-determinación de la sentencia gramatical. La mercancía no cuesta ni vale. Carece de costo y de precio fijo, tal cual el sentido versátil de las palabras: expresiones y calles poseen sentido, al igual que el cuerpo humano que (re)siente. En cambio, el abarrote “se le da, “se le regala”, “se le pone” y “se le tiene” al cliente en trueque a su don en efectivo (nótese que los cuatro verbos analizados llevan dos complementos, directo e indirecto). En su presunto error —desvío de la norma académica— la práctica oral engendra instituciones culturales ignoradas. Si la venta obsequia y la compra recibe regalos, aún se ignoran los límites de otras esferas conceptuales que —como la política— la lengua del vulgo (demos) refiere en términos discordantes a los académicos.
En síntesis, mientras no se estudie la diversidad de actos de habla en el idioma coloquial, la creatividad lingüística permanecerá como tema tabú de una descripción que prescribe el ser del idioma antes de detallar su carácter cultural innovador. Acaso en ciertos países la función poética la monopolizan los poetas (aristoi), en vez de constituir un derecho universal del pueblo (demos/vulgo) hablante. En crasa paradoja, por su desvío gramatical, la lengua (Logos) coloquial no define una identidad nacional ni especifica categorías de pensamiento social, ya que se trata de un privilegio exclusivo de los políticos y los poetas. Ellos determinan todo acto de habla al coartarle la función poética de una comunidad diversificada (trabajo de campo realizado en colaboración con Karen Escalante-Barrera).
A continuar…