Temuco/AFP
Paulina Abramovich
«¡Francisco, amigo, el sur de Chile está contigo!». Después de soportar una larga vigilia, miles de peregrinos celebraron la visita del papa a Temuco, confiados en que su mensaje de unidad resuene en una zona en tensión por la violencia.
Antecedido por varios atentados a pequeños templos religiosos, Francisco ofició una masiva misa en el aeródromo de Maquehue, que dedicó a las víctimas de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y fustigó el uso de la violencia en la lucha por reivindicar los derechos indígenas.
Pero entre los fieles, su llamado a la unidad -reconociendo las diferencias- fue el que caló más hondo.
«Me parece muy importante la reflexión que el papa hizo hoy, sobre todo que llamó a la paz y al diálogo, lo que es muy importante», dijo a la AFP Carla Vargas, al finalizar la misa que se extendió por cerca de dos horas, cuando el intenso sol dejaba atrás una fría noche en el sur de Chile.
«Es una tremenda oportunidad de seguir conversando. El conflicto mapuche es un conflicto político, social, racial, no sólo policial como se ha tratado en los últimos años en Chile», agrega esta mujer, que viajó varias horas junto a su familia para poder ver a Francisco.
Saludo indígena
«Mari, mari, küme tünngun ta niemün» (Buenos días, la paz esté con ustedes»), dijo Francisco al iniciar la homilía utilizando el mapudungun, el idioma de los mapuche, la etnia más importante de Chile, que denuncia discriminación y abusos y reclama la restitución de territorios ancestrales hoy mayoritariamente en manos privadas.
Los indígenas se hicieron visibles en el estrado de la ceremonia, donde un grupo realizó una rogativa a la usanza de sus tradiciones ancestrales. Pero no fueron muchos entre las cerca de 150.000 personas que asistieron a Maquehue, la mitad de la capacidad proyectada por la organización.
El mensaje del papa fue «muy potente. Es un llamado que muchas veces no se cumple, pero esperemos en Dios que esta vez podamos tomar conciencia, porque sobre todo queremos vivir en paz, tranquilos», dijo el lonko o líder indígena Carlos Pehuenche, a la AFP.
«Los mapuches no estamos en conflicto con nadie. El que está en deuda es el Estado con los pueblos originarios de Chile», destacó de su lado, la mapuche Isolde Reuque, vestida con los atuendos típicos de su cultura, como pocos en esta ceremonia.
En la Araucanía se asientan la mayoría de las comunidades mapuches, la mayor etnia chilena, que antes de la llegada de los conquistadores españoles a Chile en 1541, ocupaban las tierras desde el río Biobío hasta unos 500 kilómetros más al sur.
Pero tras sucesivos procesos, fueron reducidos a vivir en cerca de un 5% de sus antiguos dominios, confinados en pequeñas comunidades con niveles de pobreza superiores a los del resto del país.
Larga Vigilia
Las puertas del aeródromo de Maquehue se abrieron cerca de la medianoche. Lentamente y tras caminar un trayecto de cerca de tres kilómetros, los peregrinos fueron ingresando.
Envueltos en mantas o bolsas de dormir, con gorros y abrigos para soportar el frío, los peregrinos aguardaron horas la presencia del papa Francisco, el segundo pontífice que visita la ciudad después de Juan Pablo II en 1987.
«Creo que vale la pena (el sacrificio), porque el mensaje que trae el papa Francisco lo necesitamos hace mucho tiempo en nuestro país. Han pasado 30 años desde la última visita (de un papa) y creo que eso nos va a llenar a nosotros los chilenos, de paz, de esperanza y de fe», dijo a la AFP Jessica Pinto, que viajó más de tres horas para poder ver al pontífice.
Tras la misa –que finalizó sin incidentes- Francisco se reunió con un grupo de representantes del pueblo mapuche, víctimas de la «violencia rural», un colono y un emigrante haitiano, en una reunión privada, antes de regresar a Santiago para proseguir su apretada agenda.