Alma Vilches
@AlmaCoLatino
A pocos días de conmemorar el 48 aniversario de la masacre estudiantil del 30 de julio de 1975, Salvador Calderón, autor del libro “Llanto Negro ”, consideró que ese hecho histórico significó un momento de inflexión, donde había un auge de luchas reivindicativas y masificación de las organización populares.
La masacre del 30 de julio se convierte en el punto de partida de la organización activa de la defensa armada de los movimientos populares y la preparación de los grupos armados para enfrentar una oligarquía y su instrumento represivo, la dictadura militar, que se negaba a la más mínimas aperturas democrática.
El libro Llanto Negro surge de la plegaria de los elementos de inertes: las calles y el muro del Seguro Social donde fue la masacre, se personifican e intentan proteger a los estudiantes dando el mensaje final de la barbarie de los cuerpos represivos, la cual se dio en medio de una cruenta batalla de un viejo modelo imperialista-oligárquico contra un movimiento de ruptura de esa estructura de dominación.
“Una tormenta de plegarias, de dolor, emanó de las nubes negras agitadas y de las calles, y el muro del Seguro, oh Dios danos vida para salvar la de tus hijos. Al menos para ayudarles a escalar mi espalda, o tal vez para amortiguar a quienes desesperados, saltan del puente al vacío.
Dejadnos parar las tanquetas o aplastar la garganta de los fusiles, por que Señor nos duele el alma?”, reza una parte de la plegaria.
Llanto Negro expresa la total deshumanización y la mentalidad criminal barbárica de los elementos del ejército y los cuerpos represivos de esa época. Las estructuras de concreto, las calles del lugar, el muro del ISSS, se expresan con mayor sensibilidad humana y se sienten abrumados y acongojados por el asesinato de los estudiantes, mientras los represores “disfrutan su trabajo”.
Calderón explicó que la plegaria de la calle y el muro del ISSS, fue escrita la misma semana de los acontecimientos con la intención de publicarla en el periódico de una organización popular, por alguna razón no se hizo, varios años después la encontró empapelada y ello lo motivó a escribir el libro, con el objetivo que las nuevas generaciones conozcan lo sucedido en esos tiempos.
Calderón externó que el reto es cómo dar un mensaje tan complejo para ser asimilado por las nuevas generaciones, sin ser abrumados por un texto histórico o sociológico. La sola narración puede pasar como un hecho más o menos de interés, pero la masacre se da en un contexto nacional, regional y mundial que no se vislumbra con solo la narración del hecho.
El personaje principal del libro, Samuel (Sami), es la mezcla representativa de la evolución de los estudiantes en esa época que poco a poco, forzados por la intensidad y brutalidad de los acontecimientos fueron profundizando sus compromisos, comenzando en comités de barrios u organizaciones académicas estudiantiles y avanzaron a diferentes niveles de compromisos. Gran cantidad de estudiantes se incorporaron a los grupos guerrilleros.
Los escuadrones de la muerte cometieron crímenes aun después de los Acuerdos de Paz, la masacre del 30 de julio tiene la particularidad de representar el colosal papel de los estudiantes universitarios y de secundaria. En la organización y resistencia en esos días permite rememorar que existió un sólido protagonismo estudiantil en las luchas populares.
El 30 de julio la comunidad universitaria se encontraba en la encrucijada de un movimiento popular creciente, unos días atrás había sido el concurso de Miss Universo en el Gimnasio Nacional, que fue disfrutado por las elites capitalistas del país, y dejó más acentuado el sentimiento de división de clases en el país. El gobierno levantó barreras de madera para encubrir las zonas marginales y los signos de pobreza del país.
Su eslogan “El País de la Sonrisa”, fue una afrenta a las condiciones de pobreza, profunda represión y persecución política en el país, la indignación era generalizada por la represión e intervención un par de días antes, del Centro Universitario de Occidente que planeaba un tradicional desfile bufo.
El 30 de julio de 1975, a las 2:00 p.m, fue programada la marcha de la UES al parque Libertad. El presidente Arturo Armando Molina advirtió públicamente que la anunciada marcha de estudiantes universitarios no debía hacerse, de lo contrario “actuarían con todo el peso de la ley en contra de toda alteración del orden público”.
Al llegar al tramo entre el Seguro Social y el hospital Rosales la marcha fue interrumpida por el Ejército y Guardia Nacional, quienes dispararon contra los manifestantes. Después de ametrallar a los estudiantes, las tanquetas les pasaban por encima a los heridos, las calles fueron lavadas por carros cisternas de Bomberos.
Se desconoce el número de víctimas de la masacre, sin embargo, datos oficiales de la época detallan un muerto, 5 heridos y 11 detenidos. Organizaciones de Derechos Humanos y observadores internacionales estiman más de 90 víctimas. Reporte comprobado por la Secretaría de Investigación y Memoria de la Universidad de El Salvador reportan 17 masacrados, 38 desaparecidos y 19 heridos.
“Al promover el libro me encuentro con la realidad frustrante de que la organización estudiantil está casi anulada, la Asociación General de Estudiantes Universitarios (AGEUS), con casi un siglo de sólida historia organizativa y dirigente ha desaparecido del mapa. Los universitarios en El Salvador no son iguales y no viven en contextos socio políticos iguales a los de los países desarrollados”, afirmó el autor del libro.
Calderón consideró que la estructuración social de 1975 a la actual no ha cambiado en lo fundamental, el poder oligárquico y la clase trabajadora siguen en su a veces tácita y a veces obvia contradicción, la marginación de grandes sectores sociales en la distribución económica sigue siendo un factor fundamental.
Asimismo, recalcó que en los países subdesarrollados, la división de clases es bien marcada, mientras eso no se supere, las luchas populares seguirán surgiendo constantemente, por ello, el movimiento estudiantil debe permanecer vivo y protagónico, no con el mismo ritmo de organización y lucha de los años 60 y 80, las condiciones cambian y las formas de cómo se ejerce la dominación oligárquica también son diferentes, así también surgen nuevas formas de organización y resistencia.
Calderón señaló que los años de los gobiernos del FMLN, aunque conllevaron a ciertos logros sociales, no progresó en la estructuración de un proyecto de gobierno popular, renunciaron a los principios del FMLN histórico de la lucha parlamentaria popular, y se enfrascaron en la lucha o negociación parlamentaria impuesta por las reglas del parlamento democrático-capitalista.
A cambio de mantenerse unido al movimiento popular organizado y con su movilización apoyando a los representantes parlamentarios, empujando la agenda de intereses populares, optaron por la negociación o contubernios al margen de la organización popular, criticó.
La alianza oportunista y pretensiones electorales con Bukele, es decir, la aceptación en el FMLN de Bukele sin tener este una ideología afín al partido, sirvió para abrirle el camino al poder. En la cúpula del Frente, la ideología original popular revolucionaria cambió a un concepto electoral-democrático. Tanto el FMLN como Bukele, perdieron la oportunidad de hacer un buen gobierno aún con sus debilidades y errores, señaló Calderón.
“El gobierno de Bukele no es un gobierno con un proyecto popular, no hay que confundir las contradicciones secundarias con el imperialismo y las contradicciones secundarias intra oligárquicas con posiciones antiimperialistas y anti oligárquicas. Bukele es un hijo mal portado del imperialismo, pero su esencia anti izquierda le mantendrá el favor mientras el imperio no tenga una alternativa más viable”, sostuvo.
Terminar con la delincuencia en la forma que lo ha hecho, la cual no es adecuada, trae al país un gran respiro de tranquilidad, pero a medida que el tiempo pase la tranquilidad misma hará aflorar las contradicciones fundamentales del sistema de injusticia y desigualdades.
Si su visión de desarrollo reformista no fuera nublado por el odio egocéntrico a todo lo que le critica y se oponen, el accionar venenoso hacia opositores políticos, la megalomanía financiera ineficaz y la administración, tal vez habría hecho algunos logros. Por el momento se esconde detrás de su despotismo una inmensa deuda que se desconoce sus fines, y un saqueo desmedido de recursos y programas sociales, sin tocar en absoluto el capital oligárquico.
Pese a las negociaciones por intereses políticos y la protección a jefes de las maras que ha sido ampliamente publicado, se asume que ha desaparecido el fenómeno de los asesinatos en el país, pero encerrar a 70,000 en su mayoría jóvenes a una prisión, es peor que fusilarlos, es condenarlos a morir en vida dentro de una mega tumba reclusoria.
Las condiciones de vida han mejorado marginalmente en tanto que ya no hay guerra y delincuencia, pero el factor económico-social fundamental se mantiene y seguirá causando ciclos de resistencia popular.