Alma Vilches
@AlmaCoLatino
Con palmas y coloridas flores portadas en sus manos, miles de feligreses católicos recordaron ayer el Domingo de Ramos, el pasaje bíblico que relata cuando Jesús entró en Jerusalén, montado sobre un asno y la multitud tendía sus mantos en el camino; mientras otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”
El Domingo de Ramos es el día en que se recuerda la “entrada triunfal” de Jesús en Jerusalén, exactamente una semana antes de su resurrección. Es conocido como el Domingo de Ramos, debido a las ramas de palma que fueron puestas en el camino.
El arzobispo de San Salvador, Monseñor José Luis Escobar Alas, explicó que el Domingo de Ramos es el último día de la Cuaresma y el primero de Semana Santa. La eucaristía se vive en dos momentos importantes: al principio, con la procesión de las palmas y, la bendición de las mismas por parte del sacerdote en cuanto dirige la procesión y, por último, la palabra que evoca la Pasión del Señor, en el evangelio de San Mateo.
Escobar Alas dijo que el color litúrgico de Domingo de Ramos es el rojo, ya que se conmemora la Pasión del Señor. Debe ser visto para los cristianos, como el momento para proclamar a Jesús como el pilar fundamental de sus vidas, tal como lo demostró la gente de Jerusalén al seguir a Cristo. Asimismo, las ramas de olivo o palmas, representan la fe de la iglesia en Cristo, la proclamación de Jesús como el Rey del Cielo y de la Tierra y, sobre todo de la vida del cristiano.
El Domingo de Ramos se recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, sucedió el domingo anterior a su muerte, fue una entrada grandiosa y al mismo tiempo, humilde. Según la historia, la ciudad estaba llena de peregrinos para celebrar la pascua judía, una gran multitud rodeó a Jesús y con ramos de olivos y palmas en las manos, lo acompañó en su entrada en la ciudad, entre cánticos y exclamaciones, muchos lo seguían con fe y esperanza.
El olivo es el árbol típico de la región donde vivió Jesús, por eso los habitantes de Jerusalén salieron a su encuentro con ramos de olivo.
Los ramos “benditos” se llevan a la casa como signo de la bendición de Dios, de su protección y ayuda, se colocan sobre un crucifijo o cuadro religioso y es un sacramental, o sea, recuerdan algo sagrado, que cada uno ha aclamado a Jesús, como Rey y que se debe seguir hasta su Cruz.
En este Domingo de Ramos, o Domingo de Pasión, el Papa Francisco alentó a los fieles a llevar la cruz con paciencia y no rechazarla, recordó que Jesús “no es un iluso que siembra falsas ilusiones” o “un profeta ‘new age’” que vende humo; sino el Mesías verdadero.
“Para seguir fielmente a Jesús, pedimos la gracia de hacerlo no de palabra, sino con los hechos, y de llevar nuestra cruz con paciencia, de no rechazarla, ni deshacerse de ella, sino que, mirándolo a Él, aceptémosla y llevémosla día a día”, afirmó el pontífice.
En la Misa celebrada en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, el Papa recordó que Jesús “nunca prometió honores y triunfos. Los Evangelios son muy claros. Siempre advirtió a sus amigos que el camino era ese, y que la victoria final pasaría a través de la pasión y de la cruz”. “Él lo dijo claramente a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga”, recalcó
Tras la procesión, el Papa procedió a bendecir los ramos. Se recuerda así la acogida que el pueblo de Jerusalén otorgó a Jesucristo cuando hizo su entrada triunfal en la ciudad santa. En aquella ocasión, una multitud recibió al Señor portando hojas de palma y aclamándole al grito de “Hossana”, grito de júbilo de profundo significado mesiánico.